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No son pocos los motivos que las
personas tienen a la hora de adherir
o no a un tratamiento… a veces tiene
que ver con la conducta, pero la
mayoría de las veces se imponen
variables económicas, carencias,
desconocimientos, ignorancias y
hasta desprecios… desde luego, los
sistemas solidarios de salud, de los
que van quedando pocos, cada vez
menos, esquivan, disimulan, omiten,
tergiversan, manipulan, deforman
indicadores que siempre reflejarán
que se gastó menos, que se
administró “mejor”, o que la gestión
superó los “objetivos”, dejando
fuera de la consideración al
paciente en su eterna condición de
doble víctima, víctima de su
enfermedad, y víctima del
sistema-modelo que lo reconoce a la
hora de cobrar/facturar, pero que no
lo hace a la hora de cubrir, mucho
menos de proteger, aduciendo siempre
razones de abusos… o creándolas
según antojadizas visiones
administrativas…
A la “hora de los pacientes”… la
adherencia a los tratamientos no es
un tema menor… ya que lo que no se
invierte hoy… se triplicará en
magnitud mañana mismo… y nadie
asumirá la responsabilidad por el
acto de negligencia de la “omisión”…
Una buena definición proveniente del
concierto de salud español indica
que: “Las intervenciones para
mejorar la adherencia son un medio
para conseguir los objetivos
terapéuticos con el fin último de
mejorar el control de la patología y
calidad de vida de los pacientes”
[Junio de 2014 - Vera Áreas del
Águila. Facultativo adjunto.
Hospital General Universitario
Ciudad Real. El Médico Interactivo].
En tal sentido la autora hace
hincapié en que:
1. La adherencia terapéutica
abarca numerosos comportamientos
relacionados con la salud que
sobrepasan el hecho de tomar los
medicamentos prescritos.
Buscar atención médica, asumir que
la misma es la que cada paciente
entiende como apropiada/adecuada por
su mejor saber y entender, conseguir
la empatía puente en la relación
médico-paciente, para luego alcanzar
un diálogo equilibrado que conduzca
a conseguir el medicamento recetado,
tomar la medicación apropiadamente,
vacunarse, cumplir con las consultas
de seguimiento y ejecutar las
modificaciones en los
comportamientos que abordan la
higiene personal, el autocuidado del
asma o la diabetes, el tabaquismo,
la anticoncepción, los
comportamientos sexuales de riesgo,
el régimen alimentario
adecuado/inadecuado y la actividad
física excesiva o escasa, como
algunos ejemplos de comportamientos
que ayudan o alteran los órdenes
terapéuticos.
En este punto, no deben perderse de
vista los potenciales accesos a las
terapias (medicamentos) cuyas
coberturas pueden estar aceptadas, o
bien estar fuera de la consideración
de la cobertura, sea por razones
económicas, sea por razones
clínico-científicas, sea por no
responder a pautas de equilibrios
costo-beneficio, sea por eventuales
daños potenciales que pueden derivar
en situaciones indeseadas por
facultativos y por los mismos
pacientes… en tal sentido, las
estrategias académicas del NICE-UK
[http://www.nice.org.uk/] deben ser
reconocidas como una de las más
prudentes (no así las demás, que
siempre se justifican a sí mismas en
razones económicas, o en intereses
de las partes involucradas).
2. La adherencia tienen su
origen en el principio de autonomía
del paciente.
En la práctica, una gran parte de
los tratamientos requieren su
autoadministración, quedando bajo la
responsabilidad del paciente, y éste
tiene autonomía para decidir si lo
sigue, y derecho a que se respete su
voluntad.
La adherencia requiere el compromiso
del paciente, su implicación activa
y voluntaria en un comportamiento
relacionado con el cumplimiento del
tratamiento, aceptado de mutuo
acuerdo con un profesional de la
salud. Lo que supone que el
paciente, una vez informado de
manera adecuada, tiene derecho a
decidir no tomar su medicación o
dejar de tomarla, aunque el
profesional sanitario no esté de
acuerdo con su decisión.
3. La adherencia es parte
(clave) del modelo de atención a los
pacientes pluripatológicos, un
enfermo cuyo perfil es cada vez más
común.
El envejecimiento está cambiando el
perfil del paciente crónico ya que a
su patología de base se van sumando,
con el tiempo, otras patologías o
comorbilidades, otros tratamientos e
incluso otras enfermedades crónicas
que lo convierten en un paciente
que, además de pluripatológico,
estará polimedicado al modo de un
gabinete de química, con una
limitación en las actividades de la
vida diaria que lo hacen, o lo irán
haciendo progresivamente
dependiente.
El paciente pluripatológico
requerirá atención continuada en
diferentes niveles asistenciales, y
en función de su deterioro
funcional, también requerirá mayor
soporte socio-familiar. Esta alta
demanda de servicios tiene un
impacto económico que pone en
peligro la sostenibilidad del
sistema. Sin embargo no debe
perderse de vista que la atención
asistencial multifacética,
multidisciplinaria, convergente en
opiniones especializadas, no siempre
(casi nunca) es posible,
transformándose en un problema
“agregado” a la calidad de vida del
paciente.
No debe perderse de vista que además
de las razones económicas y
financieras que afectan a las
coberturas solidarias, los sistemas
de salud que están perdiendo sus
equidades y sus capacidades
funcionales, van quebrando los
vínculos profesionales tanto como se
lo aprecia en lo social, asumiéndose
la política de las “quintas”, los
“nichos”, donde lo individual se
prioriza sobre las necesidades del
conjunto, y donde las personas pasan
a ser descartables según el grado de
coherencia o incoherencia en la
gestión.
El nuevo modelo de atención
propuesto/necesario se basa en una
actuación preventiva y
rehabilitadora, que evite la
progresión de la enfermedad crónica,
en el que el paciente recibe un
apoyo continuo del sistema, adaptado
a sus necesidades, basado en el
seguimiento del mismo y en el
tratamiento integral que incluya su
situación social, psicoafectiva y su
contexto familiar con especial
interés en el cuidador principal.
Por lo tanto este modelo requiere la
intervención de todos los agentes
implicados en la atención al
paciente conectados entre sí.
La adherencia terapéutica “cumple”
con el nuevo modelo ya que:
1. El tratamiento terapéutico estará
adaptado al paciente, acordándolo
con él. No debe perderse de vista
que el “enfermo” antes de ser tal,
es “persona”.
2. Se realizará un seguimiento del
tratamiento, pues pretende que el
paciente lo continúe en el tiempo.
3. Tendrá en cuenta aspectos no sólo
relacionados con el tratamiento, la
enfermedad o la asistencia
sanitaria, sino factores sociales y
relacionados con el propio paciente
como su motivación, creencias y
expectativas, integrándolos.
4. Las intervenciones encaminadas a
mejorar la adherencia ejercerán una
acción preventiva primaria, al
detectar factores de riesgo de no
adherencia, y una prevención
secundaria, cuando ya se ha
producido la falta de adherencia
para que prevenir su nueva
aparición.
5. Requiere la colaboración no sólo
del paciente sino de todo el equipo
de salud.
La realidad de hoy impone otras
variables ya que los pacientes están
acuciados por problemas personales,
familiares, laborales, sociales, que
se contraponen con su condición
(paciente), lo cual pone en tela de
juicio tanto la intención/voluntad
del paciente como el
conocimiento/esfuerzo del médico y/o
de los profesionales involucrados,
muchas veces postergando decisiones
del primero o recomendaciones de los
segundos, alentando a que se
produzcan situaciones indeseables
que derivan en gastos mayores,
rechazados por el modelo-sistema
pero no contemplados por éste cuando
el sentido de oportunidad indicaba
su participación…
El acto médico sin la adherencia del
paciente, se traduce en un vacío que
afecta al modelo-sistema, aun cuando
los participantes / actores
pretendan ignorarlo, pateando la
realidad hacia ninguna parte.
(Continuará).
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