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Como muchos de Uds. saben, en los últimos 8 años, me he
desempeñado en distintos cargos en la Organización
Panamericana de la Salud. Desde allí, se trabaja con
fuerte compromiso para cambiar progresivamente la vida
de todas las personas en el mundo. Y la labor central,
está hoy orientada en la cobertura universal de salud,
la atención centrada en la persona y la prestación de
servicios integrados.
La cobertura universal de salud, en una de sus tres
dimensiones principales, refiere al volumen de pago de
bolsillo que cada ciudadano debe hacer frente para
acceder a las prestaciones, en la intención de que ya
nadie necesite preocuparse de que la enfermedad se lleve
sus ahorros o conduzca a la bancarrota a su familia.
Con cuidado centrado en las personas, la intencionalidad
va dirigida a que cada uno sea tratado no simplemente
como un caso médico, sino respetado como persona en su
dimensión integral, un tomador de decisiones con la
responsabilidad de su propia salud (incluida la propia
participación en las decisiones de tratamiento). Y que
definitivamente haya que dejar de correr por la ciudad
para ver todos los especialistas que dan diferentes
opiniones –y nuevas pastillas– viendo los diferentes
problemas de salud de forma aislada, o, a veces en
contradicción. Esta última aseveración forma parte
también de la idea de prestación de servicios
integrados, incluyendo las recomendaciones de dieta,
ejercicio, estilo de vida saludable, etc.
La idea finalmente es, que, dentro de los próximos años,
la cobertura universal de salud permita a todas las
generaciones futuras obtener atención centrada en la
persona y una salud integral asequible y de calidad
dondequiera que vivan, e independientemente de su
condición laboral o económica.
Y el sistema de salud tiene que adaptarse a estas
realidades, no al revés. La disputa de algunos días
atrás, con la amenaza de cobrar copagos a los afiliados
de la medicina prepaga por parte de los prestadores de
servicios constituye un magnífico ejemplo de la
inversión de esta lógica, ya que más allá de la
razonabilidad económico financiera que pudiera asistir a
la medida, no resulta razonable que el ciudadano sea
colocado en el centro de la disputa. Mucho menos cuando
un elevadísimo porcentaje de los afiliados a esas
entidades son beneficiarios del sistema solidario de la
seguridad social, y cuando es el propio Estado el
responsable de la regulación y control de ambos
subsistemas.
Ello, deja de manifiesto, que debe consolidarse el
proceso de regulación de la medicina prepaga y otros
prestadores privados; que eventualmente, podría existir
una regulación específica para el subgrupo de medicina
prepaga que participa de la competencia por cápitas de
la seguridad social; y no quedan dudas respecto a que
las medidas regulatorias no deben repetir la
fragmentación propia del sistema, sino que deben estar
estrechamente vinculadas, en dirección a obtener un
acceso equitativo en términos de calidad y oportunidad.
Mientras cada sector de la población tenga derecho a un
nivel diferente de atención en función de sus
capacidades y ubicación en el mercado de trabajo, la
fragmentación de derechos será fuente de inequidades e
ineficiencias que reclaman reformas importantes
tendientes a lograr una mayor integración entre los
subsistemas y difícilmente puedan lograrse avances
sustantivos en la organización del sector en la medida
en que la lógica de intervención surja de un marco
regulatorio que repite la fragmentación del mercado y
esté ausente la visión integradora.
Para lograr cobertura universal, los países deben
avanzar en por lo menos tres dimensiones: ampliar los
servicios prioritarios, incluir más personas, y reducir
los pagos de bolsillo. Sin embargo, en cada una de estas
dimensiones, los países se enfrentan a una elección
crítica: ¿Qué servicios ampliar primero, a quién incluir
en primer lugar, y cómo pasar de pago de bolsillo hacia
prepago?
El compromiso con la equidad y la preocupación por el
respeto al derecho de las personas a la necesidad de
atención médica debe orientar a los países en la toma de
estas decisiones.
Pero queda claro que la atención de los sistemas debe
estar centrada en un único lugar: en las personas (que
son su razón de ser), las restantes discusiones están
fuera de este lugar.
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