|

Sinopsis
Vista con la perspectiva que dan 20 años desde su
realización, esta película multipremiada en su momento,
nos presenta un claro documento de la mirada sobre el
Sida en la década de los 90 y puede servir como punto de
partida para un análisis comparado con el
posicionamiento médico y social de la patología en la
actualidad.
Andrew Beckett (Tom Hanks) es un joven inteligente con
un brillante futuro profesional en la compañía donde
trabaja como abogado. Es homosexual, tiene un amante
latino y ha desarrollado el Sida.
Cuando comienzan los primeros síntomas de la enfermedad
(sarcoma de Kaposi) es despedido con la excusa de una
presunta negligencia profesional. Sabe que el motivo es
otro y demanda a la empresa pero sólo hay un abogado en
la ciudad, llamado Joe Miller (Denzel Washington), que
finalmente se atreve a aceptar el caso. (1)
La patología en foco
Antes de comentar la película hay que
dejar claro que el planteamiento es bastante engañoso.
A simple vista parece que se trata de un filme sobre el
Sida (al menos eso es lo que le queda al público: “la
película en la que Tom Hanks hace de paciente con
Sida”), cuando en realidad, el virus simplemente es una
excusa para plantear el problema de la discriminación a
los homosexuales en Estados Unidos. Como se verá más
adelante ése es el motor de la historia, y varios
personajes lo dejarán claro a través de sus
intervenciones.
Antes de sumergirse en el análisis puro, existe la
obligación de encuadrar temática y temporalmente la
película. En cuanto al género, obviamente esta película
es un drama, y si profundizamos más diremos que un drama
judicial, (según la clasificación genérica de Sánchez
Noriega)(2). Hay que destacar que es la primera película
de Jonathan Demme después de recibir el Oscar a Mejor
Director por El silencio de los inocentes (1991), y que
supone un cambio absoluto de registro, muy acertado, por
cierto. Sus futuros giros profesionales,
desgraciadamente, no tendrán tanta fortuna, pero esa es
otra historia. Esta película comenzó a gestarse a
comienzos de los años 90, la época en la que de verdad
se empezó a hablar del Sida en la calle (cuando estalló
la alarma social), y, como el cine es la industria que
cuenta las historias que el público quiere escuchar, era
el momento de que aparecieran este tipo de películas.
Ha habido otras antes, y después, pero la que de verdad
caló fue ésta, por una parte por su plantel de nombres,
y por otra, por lo que antes se ha señalado: no es una
película sobre el Sida sino sobre el rechazo y la
discriminación social.
Andrew frente a su
enfermedad
Una vez que Andrew toma contacto con su diagnóstico y
que la transformación física ya ha comenzado, y en
cierto modo también la anímica, irá mostrando paulatinos
cambios de conducta. Va a la oficina a dejar el trabajo
que hace desde su casa en las horas que no hay nadie, y
empieza a probar con los maquillajes para disimular sus
manchas...
Se muestran sus alteraciones digestivas (algo tan
evidente que hace que cualquiera note el cambio) y se
vuelve a los encuadres subjetivos y a los actores
mirando a cámara. Por fin el personaje de Andrew
reconoce que tiene que ir al hospital. El hospital sirve
para mostrar las derivaciones del diagnóstico hecho que
puede complicar cierta comprensión para el público no
médico debido a la carga léxica: se habla de
colonoscopia (algo que se imagina terrible, pero que no
se sabe lo que es), AZT... Y cuando ya sabe que lo que
en realidad tiene es Sida se puede preguntar ¿para qué
tantas vueltas y nombres extraños? ¿Es necesario?
Probablemente no... claro que esto favorece el proceso
de negación del personaje.
Andrew (Andy) pone al espectador al corriente de su
enfermedad y su despido, mediante un flashback en
primera persona. La revelación de su patología la hace a
Miller (Denzel Washington) un colega rival que él tomará
como confidente y asesor legal.
También se ve en esta escena cómo empieza la
transformación de Miller: rechaza el caso por su repulsa
hacia los enfermos de Sida y los homosexuales, una
visión que poco a poco irá cambiando... una actitud que
le llevará a visitar a su médico para comprobar si está
infectado. A continuación, gracias al doctor, el
espectador recibe una pequeña clase en la que se le
explica cómo se transmite el virus, derribando muchas
leyendas que entonces, y aún hoy, circulan, generadas
por el desconocimiento.
Y gracias a la escena con su mujer se evidencian sus
prejuicios sobre los homosexuales (empieza a apuntarse
el tema de la película).
Una nueva muestra de discriminación hacia un Andy cada
vez más demacrado, que se produce en una biblioteca,
será lo que lleve a Miller a aceptar el caso. Éste es el
primer punto de giro de la historia. A partir de aquí la
película se centra en el proceso judicial.
Los prolegómenos del juicio sirven para seguir
conociendo detalles del virus y del proceso de despido,
todo entremezclado para un más fácil procesamiento.
El juicio
Tras el mayor salto en el tiempo (7 meses) se entra en
el juicio, donde el director cuenta la acción desde la
perspectiva del jurado, como si quisiera convertir al
espectador en un miembro más. El testimonio de Andrew
cumple con todos los presupuestos de los dramas
judiciales en lo que se refiere a argumento. Lo que la
hace especial es su planteamiento visual: la cámara se
acerca mucho a los personajes en principio, a medida que
las fuerzas de Andrew empiezan a flaquear se recurre al
encuadre subjetivo, con planos cada vez más aberrantes
según se va sintiendo peor.
Andrew acaba sufriendo un empeoramiento en el juicio y
no podrá asistir al final del proceso, del que, como
todo el público esperaba sale victorioso. Esto
constituye el segundo punto de giro de la historia, que
ya definitivamente se encamina hacia el fatal desenlace
del protagonista.
El final
Una vez acabado el proceso, la acción conduce al
hospital, donde tendrá lugar el intensísimo clímax, con
un Andrew absolutamente deteriorado y un Miller que deja
de ser el abogado para ser más que nunca un amigo.
El arco de transformación de Andrew también se completa,
ya que al borde de la muerte se pone a contar chistes,
cuando hasta este momento siempre se había comportado de
una manera muy seria y dramática. Evocando a la escena
antes comentada.
La despedida de ambos personajes es muy significativa:
“te veré luego” aunque ambos saben que no va a ser así.
Al igual que sucede cuando Andrew y su pareja (Antonio
Banderas) se quedan a solas: se limita a decir “estoy
listo”.
Una elipsis temporal conduce al funeral de Andrew. Es
curioso ver que los personajes dentro de su pena no
aparecen tristes sino que ríen y bromean... esto unido
al video de Andrew niño es una especie de canto a la
vida muy emotivo para cerrar la película.
Título: Filadelphia
Título original: Philadelphia
País: Estados Unidos
Año: 1993
Director: Jonathan Demme
Música: Howard Shore
Guión: Ron Nyswaner
Intérpretes: Tom Hanks, Jason Robards,
Denzel Washington, Roberta Maxwell, Buzz Kilman, Antonio
Banderas, Karen Finley, Daniel Chapman, Mark Sorensen,
Jeffrey Williamson, Mary Steenburgen, Ron Vawter, Robert
Ridgely, Charles Napier y Lisa Summerour.
Color: color
Duración: 119 minutos
Género: drama
Productora: Clinica Estetico Ltd.;
TriStar Pictures
Premios: Oscar al Mejor Actor (Tom
Hanks) y Mejor Canción (Bruce Springsteen).
Nominada al Oscar a Mejor Guión Original, Mejor
Maquillaje y Mejor Canción (Neil Young).
Referencias
1.- Sánchez Noriega JL. Historia del cine. Teoría y
géneros cinematográficos, fotografía y televisión.
Madrid: Alianza Editorial; 2002.
2.- Oliva JA. Philadelphia (1993): las claves de un
icono cultural. Rev. Med. Cine 1 (2005): 109-114.
* El autor agradece el valioso aporte de JA Oliva
(ref.2).
|