|
Un Nobel como oportunidad
El último premio Nobel de Economía otorgado al francés
Jean Tirole le da visibilidad y legitimidad a una
cuestión que no es nueva, aunque sí crecientemente
preocupante, y que en el campo de la medicina venimos
señalando desde hace décadas. Se trata, en sus propias
palabras, de que “numerosos mercados están dominados por
algunas empresas que influyen sobre los precios, los
volúmenes y la calidad, pero la teoría económica no se
ocupa de esos casos, conocidos como oligopolios”.
El aporte de Tirole es demostrar la necesidad de regular
las industrias oligopólicas, así como las monopólicas
(éstas, en verdad, suelen contar con una regulación
específica, aunque no en nuestro país). Tirole plantea
efectuar una vigilancia financiera y una regulación
macro-prudencial.
Su aporte es doblemente válido, pues el académico no se
encasilla como liberal ni como estatista. Tirole hace un
planteo científico, incluso de corte matemático, tras
una investigación de treinta años, sobre cómo funciona
la dinámica económica de estos gigantes del mercado.
Algunos de sus planteos son cristalinos y sumamente
sugerentes para nuestro país: “que los reguladores no se
transformen en los abogados de quienes deben controlar”,
y “después de las privatizaciones, ¿cómo evitar que las
empresas se comporten como predadores?”.
La inversión
Esta distorsión es tanto más grave en el campo de la
salud, y sin embargo es precisamente allí donde muestra
una de sus caras más concentradoras y nefastas. No es
ésta la primera vez que advertimos que en nuestro país
la medicina ha entrado bajo la órbita y control de la
financiarización desde la década del 70, y empeorado
enormemente en los 90, sin aun poder revertir sus más
profundas distorsiones.
En el fondo, se trata de que la lógica de la inversión
lleve a una inversión de la lógica. Es decir, en vez de
existir una demanda de salud que se vea satisfecha con
una oferta de atención, se opera una voraz oferta de
mercancías que impone demandas espurias. Lisa y
llanamente, se prescriben tratamientos y medicamentos
innecesarios y a veces dañinos. En sólo un año
ingresaron a nuestro país 1.300 medicamentos “nuevos”,
cuando en el mundo sólo se registraron nueve drogas
novedosas. El especialista italiano, Gianni Tognoni lo
pone en términos muy claros: la “salud como derecho o
como mercancía”.
No se trata tampoco de sostener ingenuamente que la
salud es un abstracto derecho que responde a una
igualmente abstracta necesidad. Ciertamente, la efectiva
atención médica requiere una gestión adecuada y
compleja, incluso un gerenciamiento de bienes y
servicios, pero nunca una mercantilización que invierta
la lógica médica como la propuesta por Margaret Thatcher
para el Servicio Nacional de Salud, NHS (según su sigla
en inglés).
Esto merece ser subrayado. No se trata “solamente” de
que los oligopolios impongan los precios de los
medicamentos, sino de que intervienen en el propio
oficio médico, tergiversando la atención, imponiendo
ritmos, protocolos y demás cuestiones que buscan la
celeridad, la tecnocracia, la burocratización, la
despersonalización, el encarecimiento y la
sobremedicación. Vale advertir que en esta dinámica
inciden no solo las corporaciones financieras sino
también las propias corporaciones médicas y las obras
sociales, entre otras.
La síntesis disyuntiva:
desde la esencia a la contingencia
Puesto así, negro sobre blanco, la cuestión parece
sencilla. Sin embargo, entra aquí en escena un séquito
variopinto de expertos de múltiples disciplinas con sus
tecnicismos y números interminables que harán lo
imposible por “vestir a la mona de seda”.
Es que nunca alcanza con enunciar una verdad, sino que
hace falta desmentir una por una todas las mentiras,
medias verdades y falacias. Distintos autores dieron
distintos nombres a estos procedimientos que en
definitiva encubren la realidad con sofismas. Hace 400
años, Hobbes los llamaba “discursos insignificantes” y
el escritor George Orwell denominó “neolengua” a
aquellas palabras destinadas deliberadamente a engañar
mediante una descripción equivocada. También podríamos
recordar los conceptos de “falsa conciencia” de Lenk,
“hipocresía” de Brecht o la “malversación del lenguaje”
de nuestro Borges.
En esta ocasión tomaremos mano del concepto del filósofo
francés Gilles Deleuze de síntesis disyuntiva. Se trata
de falsas alternativas como si fueran complementarias,
que obligan a cambiar los conceptos del debate. Así, por
caso, pasamos del paciente al usuario, y de éste al
consumidor y al endeudado. La propia polaridad
oferta/demanda, por su parte, oculta respectivamente la
producción sustentable y la necesidad.
Cuando el problema se plantea en términos de “cómo
regular los precios de los medicamentos”, en vez de cómo
garantizar el acceso oportuno y equitativo de los
medicamentos a los pacientes –que los requieren según un
previo esquema terapéutico– la cuestión ya está definida
en términos de mercantilización de la salud. Si además
se postula que la regulación estatal directa fijando
precios máximos a determinados medicamentos es una
intrusión imperdonable, y que debe garantizarse el
funcionamiento de competencia de mercado, entonces ya
pasamos al liso y llano dictado de la concentración
capitalista oligopólica.
El propio Federico Tobar admite que “en ocasiones las
soluciones procompetitivas no resultan suficientes para
reducir precios porque una parte importante de los
productos son monopólicos” y que una regulación
eficiente de los medicamentos debe contemplar al menos
tres puntos:
-
establecer una estrategia para la promoción de los
medicamentos según objetivos de acceso y de
desarrollo económico y científico;
-
efectuar un control y monitoreo permanentes de sus
resultados;
-
y
construir un desarrollo institucional de información
propia con cuadros técnicos estables.
Una sana costumbre: la
relación médico-paciente
Se trata de conocer la verdadera estructura del actual
modo de producción de medicina, desentrañando su lógica,
límites, fragmentaciones, solapamientos y
tergiversaciones. Recordando las secuencia conceptual
que indica los pasos a seguir: relevamiento de datos que
llevan a la información; su transformación en
conocimientos, cuya correcta interpretación permite
abordar la “comprensión” y es ésta, la que conduce al
discernimiento, a la decisión, y a partir de allí a la
“acción”.
Como lo expresa Erik H. Erikson, en su libro “Historia
personal y circunstancia histórica”: “el conocimiento
por si solo puede convertir al hombre - al hombre
académicamente libre - en esclavo de sus propios
métodos. Y lo que es peor aún, el conocimiento como tal
puede convertirse en un esclavo del poder político y
económico: en nombre de la búsqueda del conocimiento,
los sabios pueden contribuir a formar instrumentos de
explotación y destrucción. El conocimiento pues,
requiere el contrapunto de la “comprensión”.
Hay quienes hablan de “la economía de la salud” y la
“disrupción tecnológica” que transforma al “negocio de
la medicina”, y se ejemplifica con la firma Quanttus que
pretende relevar con sensores 10.000 indicadores vitales
por hora en una persona. Es decir, un robot en vez de
médico y una rata de laboratorio en vez de paciente. O
un dispositivo de control hacia ambos.
Algoritmos, protocolos, maquinarias, inteligencia
artificial. Nada de esto puede suplantar la relación
médico-paciente que establece un proyecto conjunto de un
esquema terapéutico. En particular el médico de cabecera
que cumple con las cuatro “C”: conocimiento,
confiabilidad, contención y continuidad; y la mnesis,
anamnesis, exploración (palpación, percusión,
auscultación), para elaborar el síndrome general y
requerir los exámenes complementarios. Claro que todo
esto tampoco es posible en una atención médica de diez
minutos (o menos) de médicos proletarizados y con “la
cabeza quemada”.
Que la medicina haga uso profesional y racional de la
tecnología, sí; pero no que los agentes financieros
hagan uso de la tecnología y de la medicina, pues el
costo lo pagamos todos con nuestra salud.
|
Ignacio Katz.
Doctor en Medicina (UBA).
Director Académico de
la Especialización en Gestión Estratégica de
Organizaciones de Salud Universidad Nacional del
Centro (UNICEN).
Autor de: “Claves jurídicas y asistenciales para la
conformación de un Sistema Federal Integrado de
Salud” (Eudeba, 2012) |
|