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Las Obras Sociales de Dirección han
quedado atrapadas en un universo con
ingresos rígidamente regulados,
costos desregulados y demanda de
servicios en aumento, producto de
diversos factores no siempre
racionales o necesarios, situación
que a esta altura ha sido
abundantemente explicitada a las
autoridades por todos los
integrantes del sistema.
Los adelantos científicos y el
avance tecnológico han dado lugar a
una pluralidad de tratamientos y
medicamentos para la atención y
detección cada vez más precoz de las
enfermedades, al mismo tiempo que
han aumentado la calidad y
expectativa de vida. En todos los
casos se trata de progresos que
representan una conquista de la
modernidad que nadie pone en duda.
La controversia se suscita a la hora
de definir cómo se afrontan los
mayores gastos que provocan estos
adelantos y otras variables de orden
económico, político y social que
impactan directamente en el
progresivo aumento del costo médico,
siempre por encima del costo de
vida, en la Argentina y en cualquier
otro país.
Sabemos que para la atención de la
salud los recursos son escasos y las
necesidades infinitas. Se incorporan
nuevas prestaciones mediante el
dictado de una vasta normativa,
incuestionable desde el punto de
vista humano, pero rara vez se
establecen los procedimientos o
mecanismos necesarios para obtener
los recursos con los cuales
financiar las nuevas obligaciones.
Es así como recae sobre las obras
sociales la responsabilidad de
brindar una canasta de servicios
cada vez más amplia, incorporar
afiliados sin restricción de edad ni
enfermedades preexistentes, hacer
frente al crecimiento del consumo,
al aumento de precios derivado de
una inflación que golpea a toda la
sociedad y afrontar el alto nivel de
litigiosidad que padece el sector.
En contraposición, estas entidades
funcionan dentro de un marco
regulatorio que limita el valor de
los planes de salud y fija
actualizaciones siempre inferiores
al entendible incremento aplicado
por los prestadores.
Este efecto se ha tornado más nocivo
desde la promulgación de la Ley
26.682, que insólitamente alcanza a
las Obras Sociales de Personal de
Dirección, con lo cual les ha
generado un doble control por parte
de la autoridad de aplicación,
nuevos requisitos y hasta la
inscripción en dos registros del
mismo organismo, el RNOS y el RNEMP,
y otras obligaciones que la ley
impone y que son de impacto negativo
para la masa de afiliados por la
desfinanciación que produce.
Este escenario termina por afectar
las relaciones entre los sectores
que conforman el ámbito de la salud,
generando presiones y distorsiones
que ponen de manifiesto la necesidad
de trabajar en conjunto para
encontrar soluciones razonables y
garantizar a nuestros afiliados el
acceso a una atención adecuada.
Así entonces, atrapados en esta
confusión y cada vez más limitados
en los recursos, percibimos un año
de complejidad creciente y con una
proyección difícil de evaluar.
Son muchas las voces en todo el país
que están reclamando una solución a
esta problemática.
Se impone entonces pensar acciones
urgentes de corto y mediano plazo
para paliar esta crisis y encontrar
respuestas que redunden en beneficio
de todos.
Una de las cuestiones fundamentales
es la implementación de un sistema
que promueva la atención primaria de
la salud. También, que se autorice
la aplicación de actualizaciones de
las cuotas en función de los
aumentos de costos que se plantean,
que se continúe con la
implementación y mejoras de los
programas creados para garantizar la
financiación de las obligaciones,
que se promueva la creación de una
agencia de evaluación tecnológica y
se atiendan las propuestas
tendientes a mejorar la Ley 26.682.
(*) FEDERACIÓN
ARGENTINA DE OBRAS SOCIALES DE
PERSONAL DE DIRECCIÓN.
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