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El filósofo Danés Sören Kierkegaard afirmó que “La vida
sólo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha
de ser vivida mirando hacia adelante”.
Mirar “hacia atrás” en la corta historia de nuestro
sistema de salud debe resultar particularmente útil en
un año electoral, si es que ésta fuera una oportunidad
para proponer y llevar adelante cambios en la forma en
que financiamos, organizamos y brindamos servicios de
atención a la salud en nuestro país.
En una publicación reciente(1) hemos propuesto una nueva
mirada sobre algunos momentos de la historia argentina
en que se propusieron o comenzaron a implementarse
reformas sustantivas del sistema. Estos fueron: el
proyecto de Carrillo, la legislación sobre medicamentos
propuesta por Oñativia, el proyecto de Sistema Nacional
Integrado de Salud encabezado por Liotta, y el Sistema
Nacional del Seguro de Salud propuesto por Neri.
Más allá de algunos datos históricos relevantes, nos
enfocamos en el clima político de cada momento y las
relaciones de poder que condicionaron el destino final
de estos proyectos: todos, en mayor o menor grado,
fracasaron o quedaron truncos.
En la ilación del relato pasamos revista también a otros
hitos significativos para la configuración actual del
sistema, y que conectan en el devenir histórico los
intentos de reforma: la Revolución Libertadora (y la
participación de la OPS), la relación entre Onganía y
los sindicatos (cristalizada en la Ley 18.610), y las
reformas a favor del mercado de los años noventa
(fundamentalmente la reforma de las Obras Sociales).
Aunque el relato de aquellas “oportunidades perdidas”
constituye el núcleo central del libro, una primera
sección del texto define someramente a los actores
sectoriales y caracteriza condiciones de la problemática
que creemos que, más allá de lo técnico, determinan el
pasado y el presente de nuestra organización sanitaria,
y se relacionan estrechamente entre sí: nuestra cultura
política, el juego de intereses en torno al sector, y la
calidad institucional de la república.
Finalmente, y mirando “hacia adelante” revisamos algunas
iniciativas en discusión respecto de la siempre
postergada reforma del sector, con esperanza de resumir
ciertas coincidencias generales que existen aún entre
distintos grupos, y que luego, inevitablemente, tendrán
que confrontar con la “política real” de la puja
electoral y el pragmatismo que impone el ejercicio del
poder.
¿Qué fue lo que pasó?
Si fuimos capaces de proponernos reformas sectoriales de
la magnitud y trascendencia de las relatadas en menos de
40 años de nuestra turbulenta historia política, es
inevitable la búsqueda de algún denominador común en el
destino de esos proyectos.
No faltó voluntad política, al menos inicialmente, ni
capacidad técnica: tanto Carrillo, como Oñativia, Liotta
o Neri, más allá de su propia visión o liderazgo,
contaron con equipos de trabajo calificados y
comprometidos, inclusive con integrantes
extrapartidarios o en la oposición política: por lo
menos hasta mediados de los ochenta, la cuestión de la
organización de los servicios de salud parece haber
constituido una causa mayor.
Aunque nunca una política de Estado.
Quizás la respuesta haya que buscarla en la historia
política nacional.
Perón incorporó al protagonismo político a las
organizaciones sindicales, sustrayéndolas de la fuerte
influencia que hasta mediados de los cuarenta tenían
sobre ellas comunistas y anarquistas. Para ello resultó
muy importante el desarrollo de servicios de salud en
los sindicatos afines, aunque de hecho contradecía el
proyecto de su Ministro de Salud, Carrillo, que
desarrollaba una obra extraordinaria en materia de
extensión de cobertura y ampliación de la
infraestructura asistencial, como primera etapa de un
proyecto de sistema nacional de salud de alcance
universal, financiado por impuestos.
Obsesivo planificador, tuvo que convivir también con la
ascendiente figura de Eva Perón, quien llevaba adelante
obras en materia de salud, no necesariamente articuladas
con los planes del Ministro.
Finalmente, la crisis en la relación entre Perón y la
Iglesia Católica signó su destino: poderosos enemigos
internos minaron su relación con el Presidente.
Renunció, luego de varios meses de tratar
infructuosamente de reunirse con Perón, y se fue del
país en 1954.
El contexto político en el que nueve años después asumía
la presidencia de la Nación el médico Arturo Illia, era
de extrema debilidad: ganador con el 25% de los votos
emitidos y el peronismo proscripto, en unas elecciones
convocadas por los militares que habían derrocado a su
ex correligionario Frondizi. El peronismo, cuya
expresión orgánica era el sindicalismo, le negaba
legitimidad, y además impuso una fuerte resistencia al
proyecto de reglamentación de la Ley de Asociaciones
Profesionales. Aun así dos años después el Presidente
levantó la proscripción al peronismo en oportunidad de
las elecciones legislativas. Los militares lo
interpretaron como una traición. Mientras tanto, Illia
había anulado los contratos con empresas petroleras
norteamericanas suscriptos por Frondizi: el
establishment económico se sumó rápidamente a la
oposición a un gobierno con sorprendentes logros
económicos.
En ese marco el Ministro Oñativia envió al Congreso sus
“Leyes de medicamentos”. Se congelaron los precios y se
obligó a los laboratorios a presentar sus costos.
Comisiones investigadoras habían detectado numerosas
adulteraciones de productos en el mercado, así como
dobles registros contables en importantes laboratorios.
Illia fue derrocado en junio de 1966. Las Leyes fueron
inmediatamente derogadas por el gobierno del Gral.
Onganía.
La hoy llamada “Primavera Camporista” duró 49 días,
desde el 25 de mayo de 1973, bajo las expectativas
tormentosas del enfrentamiento entre la “izquierda”
(peronista y marxista) y la “derecha” peronista (en la
que se alineaban con distintos matices la mayoría de los
sindicatos).
Perón asumió su tercera presidencia en octubre de ese
año. Liotta, Secretario de Salud, presentó el Proyecto
del Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS), junto
con el de Carrera Sanitaria Nacional. Ambos fueron
aprobados en setiembre de 1974.
Pero… Perón había muerto en julio y al crearse el SNIS
gobernaba su esposa, Isabel Martínez. La situación
política nacional era muy violenta. López Rega, Ministro
de Bienestar Social desde el gobierno de Héctor Cámpora,
se constituyó en el hombre fuerte del gobierno y
organizador de bandas parapoliciales, es decir,
operaciones de terrorismo de Estado en pleno gobierno
constitucional.
Tanto la CGT, como la mayoría de las organizaciones
Médicas y Sanatoriales se opusieron por distintos
motivos al SNIS y a la Ley de Carrera Sanitaria.
Ambas Leyes fueron derogadas por el Gral. Videla en
1978, dos años después de derrocar a Isabel Perón.
El 10 de diciembre de 1983 asumió un Presidente elegido
democráticamente: Raúl Alfonsín. Él hablaba de la
fundación del Tercer Movimiento Histórico e identificaba
dos adversarios duros: los militares y la dirigencia
sindical. Efectivamente, durante su gobierno se
produjeron 13 paros generales declarados por la CGT, y
más de 4.000 conflictos sectoriales. Además de tres
alzamientos militares.
En 1983, Aldo Neri hizo pública su propuesta de Sistema
Nacional de Seguro de Salud (SNSS); sin embargo, el
proyecto de Ley recién fue enviado al Congreso en 1985,
ya con significativos recortes y modificaciones,
producto de presiones del sindicalismo y de las
entidades médicas. Y pese a ello su aprobación se demoró
tres años más. Cuando las leyes fueron finalmente
promulgadas, hacía ya dos años que Neri había renunciado
a su cargo, y su aprobación fue el resultado de una
reñida negociación política, que el propio ex Ministro
define como una discusión de cúpulas, ausente de la
agenda pública, “…con los legisladores, no como actores
sino como intermediarios de las presiones corporativas”.
¿Lecciones aprendidas?
En el principio de nuestro texto afirmamos: “…no
tendremos un sistema de salud mejor que la calidad de la
Nación en la que vivamos. De manera que, desde este
punto de vista, más allá del desafío técnico, queda
pendiente la reconstrucción de las instituciones
políticas. Salud y democracia requieren de la vigencia
de normas y valores propios de una república, y
liderazgos acotados por esas instituciones”.
Es difícil suponer que una Ley, de por sí, represente
una trasformación positiva del sistema si antes no se
establecen acuerdos políticos de fondo que, por ejemplo,
incluyan la cuestión del federalismo, aún pendiente.
Para bien o para mal, el debate sobre la salud entre los
argentinos parece depender más de la capacidad para
recuperar espacios de concertación política y sustraerlo
de la puja del poder corporativo, que de las cuestiones
instrumentales que, en definitiva, han estado hasta
ahora mayormente supeditadas a esa pelea de intereses
sectoriales
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