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Columna


Seguridad Social e Ingresos

Por el Dr. Antonio Angel Camerano (*)


Siempre alguien paga por la atención en salud. Cuando el financiador es una Obra Social. Para poder pagar por la atención de una persona esos pagadores (financiadores) deben recibir previamente dinero que les permita afrontar tales gastos. Y acá viene el primero de los problemas. Las obras sociales, las prepagas y el propio Estado reciben ese dinero al inicio de un determinado período (a modo de simplificación, entiéndase a principios de mes), proveniente del salario de un empleado, de un pago mensual o salario diferido. Por lo tanto, la mayor rentabilidad se proyecta antes de que los pacientes gasten para su atención en salud. Pero por el propio sistema de aportes el flujo de ingreso del dinero es progresivo.
Hay un tercero, conocido como prestador, que es quien brinda la atención a los pacientes. Incluye al médico que realiza una consulta, al centro de imágenes que realiza tomografías, al sanatorio en el que un paciente se interna, entre otros. Pero a diferencia de los financiadores, y sin entrar en detalle sobre las diferentes modalidades de pago, los prestadores tienden a comportarse de manera similar al restaurante: cuanta más gente reciban más cobrarán por ello.
Tenemos así un actor más propenso a que se gaste para aumentar sus ingresos (el prestador) y otro que si pudiera elegir, preferiría no hacerlo para maximizar sus ganancias (el financiador). En el medio, y casi como un rehén está el ciudadano (que es un “paciente” para el prestador y un “afiliado” para el financiador) y rara vez dispone de la información adecuada para consumir bienes y servicios que maximicen su salud.
¿Cómo alinear intereses, beneficiando al paciente y al sistema de salud en su conjunto? Básicamente, con reglas claras. Teniendo en cuenta que gastar en salud es necesario (y ese gasto tiende a crecer), el objetivo debiera ser gastar bien. Y gastar bien implica hacerlo en todo lo necesario para atender los problemas de salud del paciente. Pero sólo en lo necesario.
Pacientes y prestadores deben entender que más no siempre es mejor. No siempre “hacer” (por ejemplo, “chequeos completos”) es la mejor opción para encarar la atención en salud de una persona, y tampoco lo son muchas veces las nuevas técnicas o medicamentos más caros. Es cierto que no acceder a servicios de salud necesarios supone un riesgo para el paciente; pero acceder a aquellos que no necesita, también.
Son necesarias herramientas como la Medicina basada en la evidencia y la Evaluación de Tecnologías Médicas para acercarse a la verdad (verdades muchas veces transitorias) para confirmar si algo sirve para aquello que dice servir (por ejemplo, ¿una droga para bajar la presión baja efectivamente la presión?) y sólo en caso afirmativo, analizar qué ventajas supone frente a los tratamientos disponibles y si estamos en condiciones de afrontar el costo incremental que podría suponer su uso.
Volviendo a los restaurantes, los pacientes deben entender que no es suficiente justificativo comer de más en un tenedor libre por el mero hecho de haber pagado previamente por un menú amplio y a gusto del comensal. También los financiadores deben comprometerse a no limitar la “carta” y mucho menos a bajar la calidad del producto que los comensales merecen.
En definitiva, aun cuando los recursos son finitos, lograr que la salud sea rentable y de calidad requiere reglas de juego claras, que se cumplan y se hagan cumplir, y del compromiso de todos, más allá del rol circunstancial que cada uno ocupe en un determinado momento.
Un modelo de servicios que permite tener un solo interlocutor para resolver todos los temas en torno a los sistemas de información, tomando el rol de integrador de todos los otros servicios genera una integración virtual. El aumento de costos directos reales es un factor preponderante en la integración sanitaria. Los hallazgos justifican: Medidas de control y discusión mutua entre financiador y prestador. Considerar incentivos en el futuro y perfilar los centros como medida de optimización.
La gestión eficiente de la cadena de valor constituida por el sistema de contrataciones es un elemento clave que permite posicionar al financiador con ventajas competitivas para garantizar la viabilidad de largo plazo y fundamentalmente brindar excelencia prestacional a los usuarios del sistema de salud. Todo esto lleva a una discusión semántica del mal uso de las palabras (en cuanto a la terminología). Entonces si estamos midiendo las intervenciones de la calidad de vida todo aquello que le permita favorecer la independencia es valioso para el paciente. Ha sido interesante en el análisis del eje el concepto “Es muy difícil integrar lo que no se tiene por información o aprehendido”. Esta expresión se la toma como una visión integradora
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(*)  Médico. Magister de la Universidad de Buenos Aires en Administración de Sistemas y Servicios de Salud. (Título en trámite). Autor del Libro La integración entre financiadores y prestadores en el sistema de la seguridad social Argentina. Fundación Sanatorio Güemes; 1 edición (Abril 21, 2015).
Twitter @aacamerano
 

 

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