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El derecho a la salud de las
personas, además de ser una parte
fundamental de los derechos humanos,
lo son de los derechos ciudadanos,
formando parte de numerosas
declaraciones de instituciones de
orden global, que contrariamente a
lo que podría suponerse, en vez de
instalarse como criterios
socio-políticos, vienen
involucionando en el orden mundial
donde se declama una cosa pero se
hace exactamente lo contrario.
Éticamente, o si se quiere
bioéticamente, el derecho a la salud
de las personas se vincula
directamente con aquello que
entendemos y aceptamos como una vida
“digna”.
El objetivo básico de la protección
jurídica y de la salud descansa en
potenciar la promoción integral de
la misma que, por un lado,
proporciona un aumento de la salud a
la población y, por otro, ahorra
costos de asistencia hospitalaria. Y
ahora que estamos atravesando un
período grave de profunda crisis
económica globalizada, se requiere
la sostenibilidad de los Sistemas
Públicos de Salud así como el
emponderamiento de pacientes y
médicos (equipo de salud en su
totalidad), así como de médicos y
pacientes (famoso viceversa)… algo
que cada día está más lejos de
traducirse en realidad.
Durante la década de los noventa, en
el fin del siglo pasado, se vendió
desde ciertos organismos
internacionales la necesidad de
producir una “reconversión” global
de los sistemas de salud, el
resultado de la ecuación derivó en
una crisis que luego se tradujo en
recortes de las coberturas
sociales-solidarias y universales,
sumergiendo a la población médica en
un burn-out insoportable, y a los
pacientes en un estado de zozobra e
intolerancia que se ha terminado de
convertir en un quiebre en el
vínculo médico-paciente,
médico-sistema, paciente-cobertura,
y numerosos etcéteras que han
degradado la condición de los unos y
los otros, todo ello mientras los
discursos dicen todo lo contrario a
lo que la realidad impone.
Las coberturas solidarias se han ido
deformando restando valor al acto
médico y condicionando a las
necesidades de salud de las
poblaciones, aduciendo siempre
razones económicas de fuerza mayor,
al carácter catastrófico de ciertas
enfermedades, y extrañas
administraciones que priorizan la
exclusión antes que la integración,
partiendo de la premisa del ahorro a
costillas del estado de indefensión
de los pacientes.
Curiosamente, y contrario a lo que
podría suponerse, Europa es la mejor
muestra de la calamidad global, ya
que es la que ha alentado la
iniciativa de restar coberturas
solidarias, desmantelar servicios,
condicionar especialidades médicas,
disminuir camas, limitar los actos
quirúrgicos, un ejemplo aberrante
que se ha ido diseminando asociado
al crecimiento y dispersión del
estado planetario de una crisis que
nadie sabe dónde comienza, dónde
termina, y mucho menos hacia dónde
se dirige, ya que todos los días le
nace una nueva justificación
injustificable.
De hecho, construir hospitales para
luego no tener con qué llenarlos o
bien, no tener con qué hacerlos
funcionar apropiadamente, es uno de
los tantos disparates de este nuevo
modelo de medicina
contable-administrativa donde las
variables de ajuste son, justamente,
sus actores principales: médicos,
enfermeros, farmacéuticos,
bioquímicos, técnicos, pacientes,
recursos tecnológicos, medicamentos,
tecnologías biomédicas, los que
están cada vez más cercados y/o
impedidos de cumplir adecuadamente
con sus roles debido a que los
gerenciadores-administradores han
sido formados para no sumar, no
agregar valor, restar, dividir,
negar, no escuchar, no ver,
esgrimiendo un cinismo que hoy por
hoy ya es parte de cualquier
paisaje.
Tanto es así, que los pacientes,
hartos de ser ninguneados han
comenzado crear sus propias
organizaciones a efectos de
defenderse de la estupidez
contable-administrativo-gerencial y
política que pretende decirle al
enfermo cómo vivir con su enfermedad
y sin asistencia protectora, e
imponiéndole al equipo de salud un
criterio de producción industrial
inadmisible en cualquier ámbito
donde las ciencias se entrelazan con
los servicios a las personas o lo
que es lo mismo, lo que “gasta” no
sirve o lo que es lo mismo, el
derecho humano a la salud es algo
que debe cercenarse para disminuir
el gasto social, otro disparate que
no resiste análisis alguno.
Aquí, la visión política de que la
salud no suma no votos, se ha visto
acompañada por otra aberración que
es que la educación tampoco suma
votos, así como tampoco lo hacen los
recursos laborales, los derechos a
una vivienda digna y/o a una
vestimenta digna, incluyendo en ello
el acceso al agua, que para algunas
visiones europeas es equivalente a
un “lujo”.
Traducido, lejos de emponderar los
roles de médicos y pacientes (para
mencionar sólo dos de los ángulos
involucrados), el modelo político se
ha empecinado en negar lo evidente y
en colocar todo tipo de piedras y
palos en ruedas, algoritmos,
protocolos, que alguna vez
funcionaron medianamente bien.
Por un lado los médicos están
atrapados en una madeja que los
condiciona o les resta protagonismo,
por el otro, los pacientes están
cada vez más enfermos de
frustración, de depresión, y de
saberse indefensos ante un sistema
perverso que se come a todos para
salvar los libros de contabilidad de
los temibles rojos propios de
recursos mentidos y presupuestos
diezmados (para no decir lavados).
La solución a tanta estupidez y
miseria humanas es relativamente
simple. Es imprescindible emponderar
los roles de los miembros del equipo
de salud en su totalidad, así como
emponderar a los pacientes en sus
roles, quitando las trazas de
corrupción y terminando con la
falsedad de recortes que incrementan
los peligros epidemiológicos
globales a cambio de economías
mentidas.
Insisto con algo que ya expresé
desde estas mismas páginas: la
Industria Farmacéutica sigue
investigando bajo las pautas
vigentes desde los años
sesenta/setenta del siglo pasado,
sigue construyendo costos del mismo
modo que lo hacía en aquellos mismos
años desconociendo que el mundo, los
médicos, los investigadores y hasta
los enfermos, deben enfrentar
realidades donde nadie encaja
adecuadamente en su rol, a lo que
hay que sumarle una clase política
incapaz de comprender que la
coberturas insuficientes derivan en
gastos geometrizados que luego se
traducen en más impuestos para
apagar incendios en salud lo que se
deja para mañana triplica su costo y
cuadruplica su incidencia y
justamente eso es lo que está
sucediendo, mientras la realidad se
niega por impericia y negligencia de
partes. La realidad está indicando
que cada vez son menos los pacientes
que tienen acceso a sus
medicamentos, agravando sus
enfermedades por decisiones
políticas que no son otra cosa que
un delito de lesa humanidad.
Referencias bibliográficas
El eje vertebral del derecho a la
salud. Mayo de 2015 - Honorio-Carlos
Bando Casado. Profesor honorario de
la Facultad de Medicina de la
Universidad Autónoma de Madrid.
Académico de las Reales Academias de
Farmacia, Jurisprudencia y
Legislación y Doctores. El Médico
Interactivo
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