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Columna


La salud, la ciencia y la tecnología en la brecha social

“En la tempestad, lo esencial es el rumbo”
Joseph Conrad

Por el Doctor Ignacio Katz

 
Los adelantos científicos y tecnológicos en el campo de la salud implican un desafío para la medicina, bajo la dualidad de una oportunidad y un riesgo. La oportunidad es aprovechar los avances, tanto mundiales como nacionales, para incorporarlos en un sistema productivo de salud, racional y humano; el riesgo es que la lógica propia de la tecnificación sea un agregado a la ya fragmentada y desigual estructura socio-sanitaria.
La fragmentación ha impactado desarticulando el sistema productivo de salud por efecto de las circunstancias y de las relaciones económicas puestas en juego por el mercado. Hoy por hoy ya han adquirido características de propiedades autónomas que solo pueden y deben ser rectificadas, corregidas y encausadas mediante una planificación estratégica que se sustente mediante un acuerdo sanitario.
De lo contrario, la llamada brecha social se transforma en una modalidad en la que domina la desigualdad y que seguirá profundizando la inequidad y la inhumanidad. En ella impera el individualismo que arrasa con el concepto de solidaridad, principio sostén de la atención médica. Según un estudio reciente de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), la “brecha” entre ricos y pobres se encuentra en su punto más alto, tanto en los países desarrollados como en los denominados “emergentes”.
El tema exige conocimiento y racionalidad que posibiliten la comprensión sin la cual no se puede discernir, decidir y actuar a la altura de la historia contemporánea. Hoy se impone un compromiso participativo, habida cuenta que los méritos del pasado no compensan la mediocridad de la situación sanitaria presente. Aunque como todo proceso abierto, es plausible de una evolución futura positiva.
En este escenario sobresale el vínculo entre ciencia y tecnología, términos que fueron caracterizados con absoluta claridad por Ruy Pérez Tamayo cuando expresó que ciencia es lo que hay que hacer para saber y tecnología es lo que hay que saber para hacer. Donde ésta última aumenta el desarrollo de las fuerzas productivas que a su vez modifican las relaciones de producción social. En esto no se han visto exentos también los servicios de atención médica, que por su estrecha relación con el mercado han seguido y sufrido esta misma metamorfosis.
Aquí se encuentra el centro de la cuestión. No se ha logrado una armónica vinculación entre la producción de nuevas tecnologías y su aplicación adecuada en una distribución justa y organizada. Por el contrario, la brecha distributiva se ha potenciado en el área sanitaria. Este estado actual no solo se ha automatizado sino anarquizado, primando no la producción de salud y el consumo de la asistencia médica sino el índice de ganancia económica.
Situación que vale la pena graficar con el concepto de anomia, que no significa simplemente la ausencia de normas. El concepto fue introducido hace más de cien años por el sociólogo francés Emile Durkheim en su clásico libro La división del trabajo social. Se vive en estado de anomia cuando se pierde el sentido de las leyes y sus fines; es un estado de disociación entre los objetivos de la población y su acceso efectivo.
Pero como nos referíamos al inicio, la ciencia y tecnología también posibilita una oportunidad, por lo que este escenario no es fatal. Existen avances científicos y tecnológicos que podrían ser usufructuados al servicio de una mejora de la salud de la población en su conjunto. Por solo mencionar adelantos de científicos argentinos, investigadores de la UBA con la conducción del Dr. Pedro Cozar Camero retomaron una medicación de hace décadas contra el mal de Chagas, el nifurtimex, y lo potenciaron con el uso de la nanotecnología, logrando introducir la droga dentro de las células donde se ocultaba el parásito. Por su parte, un neuquino, Andrés Finzi, dio un gran paso para frenar el VIH, liderando un equipo de expertos en Canadá.
Como vemos, entre muchos otros casos, la ciencia, como la microbiología y la nanotecnología, está realizando avances para combatir enfermedades clave, y que cuenta con la tecnología para llevarlos a cabo, pero para que realmente estén al servicio de las mayorías, hay que torcer el rumbo de la mercantilización de la salud que achica cada vez más su campo de acción. Lo que nos lleva a señalar que el progreso técnico debería, por imperativo ético, ser acompañado por un progreso social que tienda a la nivelación, de manera que la humanidad se haga dueña de sí misma.
Como siempre, además, se trata de diseñar un sistema integral que haga uso de estos recursos bajo una gestión adecuada. La gestión es la toma de decisiones responsables, debidamente formada e informada, en un marco de complejidad dinámica. Supone una planificación estratégica que contempla las múltiples dimensiones en juego (científicas, financieras, administrativas, jurídicas, burocráticas, corporativas, logísticas, territoriales, humanas, profesionales, informáticas, etc.).
Para ilustrar por el absurdo y con ejemplos concretos, observemos lo ocurrido en la localidad de Villa La Angostura en 2013, donde un grupo de mujeres tuvo que literalmente desnudarse para obtener acceso a un mamógrafo. La idea fue hacer un calendario en el cual posaban desnudas para juntar los fondos necesarios para comprarlo. Nótese, además, que no se trata precisamente de una localidad de bajos recursos. Si nos retrotraemos un poco en el tiempo, tenemos el caso de la compra también de un mamógrafo para una localidad de Río Negro de apenas 400 habitantes. La anécdota termina pareciendo un chiste, con el intendente optando por emitir un anuncio donde permutaba el aparato por una ambulancia. O bien, la falta de ambulancias de neonatología, mientras el Ministerio de Salud muestra su preocupación por el incremento en el porcentaje de partos llevados a cabo en los domicilios particulares.
Estos no son sino botones de muestra de la necesidad de construir un verdadero sistema de salud integral. Reconocemos que el sendero está minado por trampas de intereses, complicidades corruptas y no corruptas, y encrucijadas que requieren superar la comodidad de la ignorancia y aprovechar eficientemente las oportunidades que todo camino crítico posibilita. Pero, al decir de Theodor Adorno, “negar la necesidad de comprender es expulsar la comprensión misma.”
El acuerdo sanitario al que nos referimos requiere además, por un lado, superar lo que Karl Krauss llamaba las falsas peticiones humanísticas: aquellas que permiten hacer retrospectivamente (en forma ilusoria) lo que no hicieron cuando hubieran debido hacerlo; y, por otro lado, la imprescindible autocrítica. No como asignación de culpas, sino como medio de perfeccionamiento y de desbrozar los caminos que conduzcan a la plena realización nacional y social, dignificando la condición humana, librándola del estigma de la postración, la pobreza y la dependencia.

Ignacio Katz. Doctor en Medicina (UBA).
Director Académico de la Especialización en Gestión Estratégica de Organizaciones de Salud Universidad Nacional del Centro (UNICEN).
Autor de: “Claves jurídicas y asistenciales para la conformación de un Sistema Federal Integrado de Salud” (Eudeba, 2012)

 

 

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