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En nuestro país, la Mortalidad Infantil (MI) y la
Esperanza de Vida al Nacer (EVN) han mejorado en las
últimas décadas. Efectivamente la MI descendió un 80% en
los últimos 60 años y la EVN aumentó alrededor de un 20%
en ese mismo período. O sea hoy los argentinos vivimos
unos 13 años más que en aquel entonces. Eso es una muy
buena noticia. Pero la realidad es que todos los países
del mundo han mejorado estos indicadores. Lo que cobra
importancia entonces es el ritmo o la velocidad de las
mejoras de estos indicadores y la calidad de vida de
esos años agregados. Y en este sentido la Argentina ha
perdido terreno. Del 2do lugar que ocupábamos en cuanto
a ambos indicadores en América latina en la década del
50 pasamos a un 7mo lugar en la actualidad respecto a la
EVN y a un 5to lugar en cuanto a la MI. A su vez ha
aumentado la carga de morbilidad crónica discapacitante
en los últimos años de vida.
A fin de mejorar nuestra performance debemos ponernos
como meta llevar en un corto plazo la EVN a unos 80
años. Esto requiere triplicar el ritmo de aumento de la
EVN de los 2 meses por año actuales a 6 meses por año
durante un período corto de tiempo. Pero como dijimos,
no sólo de trata de agregar años de vida, sino de
agregar también vida a esos años, o sea no solo aumentar
la cantidad de años vividos, sino de mejorar la calidad
de esos años y para eso debemos disminuir la proporción
de enfermedades discapacitantes.
LA CARGA DE MORBILIDAD
La evaluación de la carga de morbilidad es un gran paso
adelante a fin de medir el perfil epidemiológico de un
país o región, ya que combina la mortalidad y la
discapacidad producida por las diferentes enfermedades
en forma conjunta. Esto es un salto cualitativo a las
clásicas mediciones de mortalidad y morbilidad por
separado. El indicador que se utiliza para cuantificar
la carga de morbilidad es el AVAD (años de vida
ajustados en función de la discapacidad) que permite
cuantificarla al tener en cuenta, de forma simultánea,
la muerte prematura y las consecuencias no mortales para
la salud de la enfermedad y los traumatismos.
Los AVAD o DALYS en sus siglas en inglés (disability-adjusted
life year) fueron desarrollados por Murray y López, y
los resultados de su aplicación fueron publicados por
primera vez en 1993, en un trabajo realizado en forma
conjunta entre el Banco Mundial y la OMS denominado
Invertir en Salud (World Bank, 1993). Este indicador
también se conoce como AVISA (años de vida saludables) o
con la sigla inglesa QUALYS (años de vida ajustados en
función de la calidad de vida).
Este método se basa en una perspectiva de incidencia y
ofrece una estimación del número de años de vida
perdidos por muertes prematuras o vividos con
discapacidad a causa de enfermedades o traumatismos. La
información que aporta un indicador AVAD puede ayudar a
fijar, de forma más adecuada, las prioridades de los
servicios de salud (Bernabeu Mestre y Robles González,
2000b: 45-54).
Al ofrecer una medida unificada que combina los años de
vida perdidos por muerte prematura y los años de vida no
saludables que se viven por discapacidad debidos a las
diferentes enfermedades y problemas de salud, posibilita
comparar la magnitud de los daños producidos por cada
enfermedad, establecer prioridades y evaluar las
diferentes intervenciones. Así mismo es un indicador
adecuado para medir estudios de costo efectividad al
permitir comparar los años de vida saludables ganados
por cada peso (u otra unidad de medida monetaria)
invertido en cada intervención. Desde la perspectiva de
la gestión de políticas públicas los AVAD son un salto
cualitativo a los Años de Vida Potenciales Perdidos
(AVPP) y a los indicadores de incidencia de
enfermedades.
LAS PRIORIDADES DE SALUD
PÚBLICA EN LA ARGENTINA
A fin de lograr la meta mencionada más arriba, desde la
perspectiva de la evaluación de la carga de morbilidad,
cinco serían los grupos de problemas a priorizar.
En primer lugar sobresale la carga de mortalidad enorme
que sigue presentando el primer año de vida. Este primer
año de vida aporta alrededor de un 12% de la carga total
de mortalidad medida en años perdidos. Hay aquí mucho
por hacer desde el diseño y gestión de políticas
públicas. Si analizamos las causas de estas muertes en
este primer año vemos que la mayor preponderancia la
tienen las causas englobadas dentro de las infecciosas,
maternas o perinatales a las que le siguen las no
transmisibles en un porcentaje relativamente alto. Esto
significa que para lograr un impacto importante en el
descenso de la mortalidad infantil y ganar años de vida,
se deben establecer políticas públicas bidireccionadas
hacia el cuidado de la madre y el niño desde un enfoque
preventivo y promocional desde incluso antes de la
concepción, y por lo tanto anticipatorio, y al mismo
tiempo también centrar los esfuerzos en una fuerte
política de fortalecimiento de las maternidades y
neonatologías y en el desarrollo y mejoras en la
accesibilidad de técnicas quirúrgicas neonatales.
Un segundo grupo de problemas a priorizar estarían
integrados por las muertes y discapacidades debidas a
las denominadas Causas Externas, fundamentalmente los
accidentes de tránsito, suicidios y otras muertes
violentas en varones de 10 a 35 años. Efectivamente, el
61% de estas muertes se deben a causas no intencionales
dentro de las cuales un poco más de un tercio
corresponden a accidentes viales, un 28% a factores
externos varios y otro tercio a otras causas externas.
El 39% restante causado por lesiones intencionales, está
compuesto por agresiones (un poco menos de la mitad) y
por suicidios en un 54%.
Un tercer grupo de problemas tienen que ver con
enfermedades crónicas no transmisibles como son las
enfermedades cardiovasculares y los cánceres. Este grupo
es el que más años de vida perdidos por muerte prematura
(AVPMP) aportan en total. Comienzan a tener una
preponderancia manifiesta a partir de los 35 años de
edad. Las tres primeras causas son cardiovasculares: las
cardiopatías isquémicas en primer lugar, otras
cardiopatías en segundo y los ACV en tercer lugar.
Entre los cánceres vemos que el de tráquea, bronquios y
pulmón sigue aportando más AVPMP en los hombres que en
las mujeres aunque de todos modos tienen mayor peso
relativo que el cáncer de cuello de útero. Sin embargo
si sumamos cáncer de cuello de útero con cáncer de
útero, el peso relativo de estos representan el 2,6% del
total. También observamos que la diferencia en las
neoplasias la está marcando el cáncer de mama con un
peso relativo muy importante del 5% se ubica en el
cuarto lugar.
Un cuarto grupo de problemas a priorizar son las
denominadas enfermedades mentales. Las demencias y
depresiones ocupan un lugar muy alto entre las
enfermedades discapacitantes. Si sumamos alcoholismo y
otras adicciones este grupo toma una dimensión realmente
preocupante.
Finalmente como quinto grupo a priorizar se destacan una
serie de enfermedades entre las cuales mencionaremos a
la diabetes y a la EPOC por su alta incidencia y por los
grados de discapacidad que provocan.
DE CARA AL FUTURO
La Argentina de cara al futuro enfrenta enormes desafíos
en salud. Con un perfil epidemiológico complejo, una
gran proporción de su población bajo la línea de pobreza
e indigencia, un sistema de salud altamente ineficiente
e inequitativo y la problemática de la salud fuera de la
agenda política resulta difícil encontrarle la punta al
ovillo.
En las últimas décadas nos hemos movido priorizando
alguno de dos enfoques. En la década de los 90 el foco
estuvo puesto en intentar reformar el sistema de
servicios de salud, y los conceptos predominantes fueron
los de eficiencia y eficacia. En esta última década, por
el contrario estas palabras (reforma, eficiencia y
eficacia) pasaron a ser conceptos asociados al
neoliberalismo y fueron consideradas rayanas a las malas
palabras y borradas de las agendas de los decisores. El
eje pasó entonces a un enfoque que podríamos describir
más asociado a las propuestas desde la salud pública más
tradicional. Los conceptos que prevalecieron fueron los
de equidad e igualdad. Pero ninguno de esos enfoques
logró un impacto adecuado.
Podemos superar esta falsa dicotomía. Para lograrlo
debemos tener en claro el propósito final del sector y
alinear detrás de éste a las políticas públicas. El
propósito debe estar definido en términos de ganancia de
años de vida saludables. Debemos proponernos aumentar a
80 años la EVN en los próximos diez años, disminuyendo
la carga de morbilidad y discapacidad.
Priorizar significa asignar recursos, poner el problema
en la agenda nacional, buscar consensos, generar
políticas adecuadas y gestionarlas eficientemente.
Esperemos que el próximo gobierno pueda hacerlo.
(*) Médico. Especialista en
Salud Pública. Ex Subsecretario de Relaciones
Institucionales e Investigación del Ministerio de Salud
de la Nación (2008 – 2009).
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