|
En la filosofía política se define el contrato social
como un acuerdo, explícito o no, entre miembros de un
determinado grupo, a través del cual se establecen
responsabilidades (obligaciones) y pre- rrogativas,
entre ellos y el conjunto al que pertenecen.
A través de este contrato, en la visión clásica de
Rousseau, se constituye el Estado: los individuos
aceptan voluntariamente resignar libertades personales y
acatar normas que ordenan la vida colectiva, a cambio de
los beneficios que obtienen de la organización social
(reglas), y ceder el monopolio de la violencia
(capacidad de sancionar, y ejercer la defensa colectiva)
en las instituciones del Estado.
Desde los inicios de la profesión médica el papel de sus
miembros en la sociedad ha cambiado, como no podría ser
de otra manera, acorde a lo hecho en otras cuestiones
tales como la organización social del trabajo, el avance
y la distribución del conocimiento y la riqueza, las
expectativas de la sociedad, y el desarrollo de
multimillonarios mercados vinculados a la salud.
Así, nuevos problemas sociales, éticos y morales han
puesto en cuestión el papel, las responsabilidades y lo
que los médicos deberían esperar de su propio trabajo, y
los usuarios deberían esperar de las intervenciones
médicas.
Está claro que la profesión ya no puede ser concebida
como analogía de un apostolado. Pero es igualmente
importante comprender que no se trata del ejercicio
personal de algunas destrezas valoradas en el mercado,
independientemente de valores éticos y colectivos.
Valores que exceden, pero incluyen, el ámbito
profesional, y que orientan la vida social en su
conjunto.
El pacto a través del cual la sociedad otorga
prerrogativas e impone obligaciones particulares a los
miembros de la profesión -explicitado a través de normas
morales, éticas y legales- sufre las tensiones que esos
cambios imponen, y reclaman su revisión.
En 2002, las revistas Annals of Internal Medicine y The
Lancet publicaron una Carta a los Médicos sobre el
profesionalismo médico en el nuevo Milenio (Medical
Professionalism in the New Millennium: A Physician
Charter1), cuyo contenido era el producto de un proyecto
impulsado por la Fundación del Colegio Americano de
Medicina Interna (ABIM Foundation), el Colegio Americano
de Médicos, la Sociedad Americana de Medicina Interna y
la Federación Europea de esa especialidad.
En vista al nuevo milenio, el documento define al
profesionalismo como la base del contrato entre la
profesión médica y la sociedad. Y en su introducción se
refiere expresamente a la explosión tecnológica, el
cambio de las fuerzas del mercado, los problemas en la
prestación de servicios, el terrorismo, y la
globalización. Y enfatiza en las mayores dificultades
que imponen a la labor médica cuestiones políticas,
legales y comerciales.
Tres principios fundamentan la noción de
profesionalismo: la prioridad del bienestar del
paciente, la prioridad de la autonomía de las personas,
y la justicia social.
Y en cuanto a las responsabilidades de los médicos,
enumera: el compromiso con la propia capacidad, la
honestidad frente a los pacientes, la confidencialidad,
el mantenimiento de relaciones adecuadas con quienes
atendemos, la mejora en la calidad de los servicios y el
acceso a los mismos, la distribución justa de los
recursos disponibles, el conocimiento científico, el
mantenimiento de la confianza a través de un adecuado
manejo de los conflictos de interés, y la
responsabilidad profesional: el trabajo colaborativo, el
respeto entre pares, la participación en procesos de
autorregulación profesional, la organización de procesos
educativos, y la aceptación del escrutinio externo de
todos los aspectos de su desempeño.
Cualquier lector de estas líneas puede presumir que los
médicos que trabajaron en esa declaración gozaban de un
estatus social muy distinto al del promedio de los
médicos argentinos de la actualidad. Y es bueno recordar
que un principio filosófico del concepto de pacto social
es la proporcionalidad entre derechos (beneficios) y
obligaciones (responsabilidades).
¿Podríamos los médicos argentinos discutir sobre las
peculiaridades de este pacto entre la profesión y la
sociedad, en el contexto actual, y en el futuro
previsible?
Sin embargo, los principios éticos en los que se
fundamentan estas definiciones son difíciles de
rechazar, y la profesión continúa transitando, además,
un necesario camino de revisión y autocrítica de algunos
conceptos básicos de nuestra educación profesional.
Asistimos (como otras antes que nosotros) a una época de
cambios fascinantes.
Iniciativas como la de Elegir sabiamente (Choose
wisely2) promovida desde 2012 por la ABIM Foundation, y
la campaña Demasiada Medicina (Too much medicine3) que
se inició a través de la revista British Medical Journal
(BMJ) se fundamentan en la certeza de la
sobreutilización de recursos médicos y el daño que por
esta vía se produce a las personas. El daño que los
médicos, más por acción que por omisión, producimos a
las personas.
Aunque el mercado haya ganado la batalla por la
curación, primero, y el diagnóstico, después, parte de
nuestra responsabilidad profesional es ahora cuando hay
que proteger a la sociedad de la enorme presión que
impone la medicalización de la vida cotidiana, y el
consecuente consumo (de eso se trata) de prácticas
innecesarias y peligrosas.
Las consecuencias de este avance del consumismo sobre la
salud han sido reiteradamente descriptas en términos
económicos (vinculados a la ineficiencia en la
distribución del gasto) y sus consecuencias sobre la
inequidad en el acceso y la calidad de los servicios que
son puestos a disposición de las personas.
Podríamos agregar también las consecuencias sobre la
idea de que la tecnología (médica) podría sustituir a la
reflexión sobre la finitud de nuestra propia existencia
y acallar nuestras emociones incómodas. Pero sabemos que
la expectativa de eternidad, inherente a la promesa de
un medicamento o una intervención médica para cada
malestar, es falsa.
Los médicos argentinos enfrentamos actualmente el
desafío de rediscutir nuestro pacto con la sociedad,
explicitar las prerrogativas que nos son otorgadas,
defender nuestro trabajo y reafirmar nuestras
responsabilidades frente a la comunidad en la cual
vivimos.
|