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Buenos Aires Hora Cero. Los fantásticos sonidos del gran
maestro llevan a reconocer en ese tango la cadencia de
pasos que parece llevar alguien por una ancha avenida
porteña. Hacia algún lugar quizás desconocido, pero al
que el caminante quisiera llegar. O, simplemente,
deambular. Utilizando la metáfora tanguera, la provincia
de Buenos Aires también tiene su Hora Cero. Es la del
inicio de un nuevo camino a recorrer. Y ese caminar
incluye al sistema de salud, necesitado de dirigirse
hacia un futuro quizás no bien conocido, donde los
desafíos se multiplican y la necesidad de cambios
profundos se acelera. ¿Se está seguro de cómo llegar? ¿O
todo consiste simplemente en deambular hacia algún
lugar, sin saber precisamente a dónde?
Las propuestas existentes son de trazo grueso. Hay
diagnósticos con aspectos comunes, y alternativas
terapéuticas diferentes con resultados desconocidos.
Persisten inequidades, el sistema está desarticulado y
las diferencias de oportunidad y calidad se basan en el
tipo de cobertura, el lugar donde se vive y el dinero
que se tenga en el bolsillo. La evaluación que los
ciudadanos hacen de los avances logrados y las
perspectivas futuras es escasa, o casi inexistente.
Además, los resultados electorales obligan a pactos
entre las distintas fuerzas políticas, lo que exige
compromisos que pueden desdibujar las propuestas
iniciales o incorporar otras no previstas.
El problema es que el segundero ya partió de la Hora
Cero y las agujas han comenzado a moverse. De allí la
necesidad de encontrar un espacio de acuerdo para
construir políticas a futuro, que pongan al ciudadano en
el lugar que debe, defendiendo sus derechos pero también
garantizando explícitamente sus oportunidades. Un lugar
común donde cada cual deje de atender su juego, y pase a
atender el juego común de quienes deben transitar
trabajosamente por el sistema. Se necesita no una
participación declamada, sino un involucramiento
efectivo de los actores del sector, haciendo real el
gastado eufemismo que la salud es una sola, ni pública
ni privada.
El concepto de Pacto o Acuerdo Social resulta la figura
que, como esquema de permanencia de la concertación,
penetra la cultura política, económica, social y laboral
de cada sociedad o comunidad y hace que su contenido y
compromisos logren resultados significativos a lo largo
del tiempo. En el Pacto Social, el Estado o sus
autoridades participan como uno más de los actores junto
a las organizaciones no gubernamentales en su más amplia
expresión y las entidades de trabajadores y empleadores
en la búsqueda de consensos sectoriales y transversales
que permitan dar solidez al futuro de determinada
política. Su objetivo se centra en la construcción de
acuerdos básicos que favorezcan el logro de determinados
objetivos en el largo plazo, estableciendo valores
compartidos. Va más allá de la representación política
tradicional en el espacio legislativo, logrando ampliar
las bases de la democracia en el sentido de una
participación social plena en un campo determinado. Como
innovación participativa, abre nuevos canales y espacios
de diálogo y negociación entre actores sectoriales
respecto de la orientación futura de lineamientos
centrales a cumplir en forma conjunta para determinada
política, en este caso la de salud.
Los problemas que presenta el modelo sanitario en la
diversidad geográfica de la provincia de Buenos Aires,
más los nuevos retos en cuanto a transformación de la
gestión política, económica y social del Estado vuelve
impostergable una acción concertada entre todos los
actores comprometidos por la inclusión, el bienestar y
la justicia social. Para que las decisiones den sus
frutos potenciales, se necesita esfuerzo y compromiso
colectivo para resolver las demandas de mejor salud en
un contexto de progreso social. Existen dos antecedentes
de Pactos en Salud, uno provincial y otro nacional. En
1989, buscando coincidencias mínimas en el campo
sanitario en un entorno de enorme volatilidad económica
e inflacionaria, el Ministerio de Salud impulso, junto a
las principales entidades del sector y de la comunidad,
un Acuerdo que se denominó “Pacto Social de la Salud”.
Su fundamento consistió en impulsar en forma concertada
políticas sanitarias que impidieran la exclusión y el
colapso operativo del sistema de salud tanto en lo
público como lo privado. El consenso logrado posibilitó
favorecer el acceso al medicamento a la población, a
partir de la decisión de prescripción de medicamentos
por nombre genérico más la posibilidad de sustituir por
precios. Al mismo tiempo, promovió la creación de los
Consejos Municipales de Salud como instancias
descentralizadas del Pacto, y la redacción de la ley
11.072 destinada a dotar de mayor autonomía a los
hospitales provinciales incorporando innovaciones del
tipo de un Consejo de Administración comunitario como
instancia participativa que designaba al Director
Ejecutivo, avanzando así a mayor descentralización y
profesionalización del modelo de gestión.
Años más tarde, sobre la base de este antecedente, se
dio impulso a nivel nacional a la recuperación -como
ámbito de consenso- del Consejo Federal de Salud
(COFESA) “ampliado” para la construcción de políticas.
Producto de la nueva dinámica adquirida por el COFESA,
se elaboró el denominado Acuerdo Sanitario Federal de
San Nicolás de los Arroyos, de cuyo seno surgió el
“Pacto Federal en Salud”. Este documento sentó las bases
para un nuevo modelo de salud, con prioridades y
objetivos para todos los actores del sistema, orientado
hacia diseños modernos de financiamiento, aseguramiento
público, organización y gestión con eje en la estrategia
de Atención Primaria de la Salud.
La experiencia de ambos Pactos, más la creación de
nuevos espacios institucionales de tipo
interjurisdiccional de concertación, permiten demostrar
que es posible establecer mecanismos permanentes de
convergencia participativa en el campo sanitario para
integrar grupos y sectores poseedores de diferentes
intereses. Al cohesionarse estos actores en torno a un
propósito común de definir un futuro modelo de salud, es
posible establecer los compromisos formales necesarios
para que la transformación esperada sea exitosa, más
allá de las ocasionales turbulencias que puedan
provocarse. Cualquier camino de cambio en el sistema de
salud es largo y complejo, y no está exento de disensos
y conflictos.
Si el Acuerdo Social busca una convergencia que permita
superar disidencias eventuales, para ser efectivo
precisa tener soporte en el más alto nivel político, de
manera que posea representatividad y reconocimiento
efectivo. En primer lugar, ser convocante. Del mismo
debe formar parte la máxima autoridad provincial, el
propio Ejecutivo en su área de competencia común, el
Poder Legislativo, los gobiernos municipales, los
actores privados del sector, los sindicatos, las
entidades profesionales colegiadas y gremiales, los
partidos políticos, los medios de comunicación, las
instituciones de formación superior y las áreas de
investigación científica e innovación más otras
instancias de representación de la sociedad con
intereses en el campo de la salud.
No hay fórmulas mágicas ni teorías únicas superadoras
para una transformación. De la posibilidad de discusión
abierta y sincera entre todos los actores sectoriales
irán surgiendo ideas respecto de los valores y
propósitos futuros que debe tener el sistema, su misión,
visión, objetivos e instrumentos y como avanzar hacia la
cobertura universal. Sólo de esta manera posiciones
inicialmente divergentes y hasta intensamente
conflictivas pueden ir convergiendo natural y
progresivamente hacia un acuerdo básico que la propia
sociedad irá trazando. Este mecanismo de convergencia es
lo que precisamente permite definir al Acuerdo Social
como el marco político necesario para consolidar la
plena participación social, específicamente en salud.
Salud es un tema mucho más abarcativo de lo que
tradicionalmente le ha correspondido a los especialistas
como sector específico. No puede ser producto de
decisiones coyunturales de un gobierno, como tampoco
resultado de presiones corporativas unilaterales.
Repensar el sistema de salud y transformarlo va más allá
de un cambio de organigrama o de lo que un gobierno a
través de su ministerio específico puede hacer. Afecta
intereses particulares o lógicas históricamente
repetidas. Hablamos de comportamientos individuales, de
deberes, derechos y garantías, de comportamientos
sociales, de inclusión y de equidad. Y también de
gestión moderna, con eficiencia, efectividad y calidad.
Al ser una problemática íntimamente vinculada a la vida
cotidiana, incluye a todos los sectores y estratos de la
sociedad como insumos efectivos para una mejor salud.
Es allí, precisamente donde estriba la razón del Acuerdo
Social como mecanismo político participativo y
facilitador de convergencia de intereses y alianza de
sectores. Consolidar un Acuerdo Social por la Salud bajo
los principios de transparencia, legitimidad y consenso
en la toma de decisiones permite allanar el camino para
convencer a los actores del logro conjunto de un marco
de garantías para el derecho a la salud. Solo así será
más sencillo establecer el rumbo que el sistema de salud
deberá seguir si pretende caminar hacia el paradigma que
la propia sociedad haya elegido.
(*) Doctor en Medicina.
Magister en Administración de Servicios de Salud UCES,
Posgrado en Economía para No Economistas - Cámara
Argentina de Comercio. Diplomado en Economía de la
Gestión Sanitaria CIESS México DF. Profesor Titular de
la Cátedra Análisis de Mercados Sanitarios - Maestría en
Economía de la Gestión Sanitaria Universidad ISALUD.
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