|
La expresión gestión clínica (GC) reconoce
interpretaciones diversas, una es considerarla sinónimo
de microgestión. La “micro” es, en definitiva, el
momento del encuentro entre el paciente su familia y el
profesional de la Salud.
Las regulaciones y estructuras propias de los niveles
macro y meso de la gestión sólo adquieren sentido en
tanto ese encuentro resulta exitoso al menos en la gran
mayoría de las ocasiones en que ocurre.
En el campo de la gestión de servicios la expresión se
usa para referirse a una estrategia de involucramiento
-o rediseño organizativo- que implica a los
profesionales de Salud en la utilización de los recursos
en su práctica, disponiendo de las capacidades y el
instrumental (de gestión) adecuados, en función de
objetivos definidos y compartidos.
En cualquier caso se hace referencia a las formas en que
se organiza y se lleva adelante ese encuentro entre
profesional y paciente, utilizando los recursos
intelectuales, tecnológicos y organizativos necesarios,
con el objetivo de lograr los mejores resultados
sanitarios.
Resultados que habitualmente definimos en base a
conceptos de efectividad, calidad, oportunidad y
eficiencia.
Pero intentar alinear la GC, su organización y el uso de
los recursos, con los objetivos institucionales, es
habitualmente una fuente de intensa tensión en el
sistema de salud.
Y es que cuestiones como la variabilidad en la práctica
–cuyo origen es multicausal, aunque claramente vinculado
a la formación de los profesionales, y al modelo
organizacional de los servicios- , las crecientes y
novedosas expectativas de los usuarios –generalmente
alentadas desde el propio sector sanitario-, la enorme
presión del mercado tecnológico sobre el público y los
profesionales de la salud –equipos e insumos, y
particularmente medicamentos-, las restricciones
generales que bien describe la economía de la salud
–incluyendo las modalidades de contratación y pago-, y
ciertas peculiaridades propias de, por ejemplo, nuestro
mercado laboral, tienden justamente a desalinear la
mejor utilización de los recursos para lograr las
finalidades propuestas.
Desde este punto de vista la GC es un área de interés
tanto para los prestadores como para los financiadores.
Y debiera serlo para la autoridad regulatoria.
Una mala gestión clínica no sólo implica malos
resultados en términos sanitarios, de satisfacción,
calidad y economía, sino también en cuanto a las
conductas disruptivas dentro de los equipos de salud.
En realidad los médicos y demás profesionales de la
salud siempre han hecho, y hacen, gestión en su
práctica.
Por eso insistimos con el uso de la expresión “alinear”
recursos y objetivos, como actividad sistemáticamente
desarrollada desde la conducción de las organizaciones
sanitarias, y característica distintiva de la
estrategia. Lo que algunos autores definen como un
cambio cultural.
Aunque infrecuentemente entre nosotros, numerosas
instituciones sanitarias cuentan con Unidades de GC en
su estructura gerencial.
Habitualmente se menciona que para una adecuada GC se
requiere investigación –conocimiento- sobre los procesos
asistenciales para poder avanzar en su optimización y,
claro, contar con una estructura organizativa y de
control adecuada.
Las tareas que habitualmente se desarrollan son las
relacionadas con el análisis de la práctica asistencial,
el estudio de la producción y la utilización de
recursos, el análisis organizacional, el desarrollo de
guías para el mejoramiento de la calidad, y la
implantación de modelos de seguimiento y evaluación de
resultados.
Otro interesante punto de vista sobre los alcances de la
GC resulta de considerar tres planos posibles de
intervención: el individual, del encuentro particular al
que hacíamos mención en el inicio, y en el que se
juegan, además de la empatía y la capacidad de escucha,
decisiones relevantes sobre hacer o no hacer en términos
de intervenciones sanitarias; un segundo plano vinculado
a los resultados obtenidos, y por último las cuestiones
vinculadas propiamente a la gestión de la unidad o
servicio en el cual se desarrolla la atención.
Para el primero son relevantes herramientas provistas
por la medicina basada en datos, la utilización de guías
de práctica clínica, la epidemiología, los modelos de
decisiones compartidas, el enfoque de la medicina
narrativa, etc. Para el segundo los criterios de
efectividad clínica de los procesos, y para el tercero
los modelos organizacionales, la evaluación de la
eficiencia, y la motivación y capacitación del equipo.
De tal manera que la GC implica mucho más que la
generación de guías de práctica o la medición de unos
resultados cuantitativos y se vincula con un cambio de
enfoque de la organización de la práctica estrechamente
vinculada con las condiciones de calidad de los
servicios, y profesionales centrados en el cuidado de
sus pacientes.
(*)
Médico. Master en Economía y Ciencias Políticas.
Subgerente de Programas Médicos y Gestión Clínica,
del Instituto de Obra Social de las Fuerzas Armadas
(IOSFA)
|