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De las 300.000 muertes que aproximadamente ocurren cada
año en nuestro país, más de la mitad son causadas por
enfermedades cardiovasculares y cánceres. La enfermedad
cerebrovascular produce una pérdida de un poco más de
66.000 años de vida entre las mujeres y 32.000 años que
deben ser vividos con discapacidad entre los hombres, el
infarto produce cada año una pérdida de más de 88.000
años de vida entre los hombres y la diabetes produce
26.000 años de discapacidad entre las mujeres.
Ahora bien, un grupo reducido de factores de riesgo
impactan en muchísimas enfermedades no transmisibles. En
nuestro país la dieta inadecuada, la inactividad física
y el tabaco generan el 75% de las enfermedades
cardiovasculares. Sólo el tabaco produce 40.000 muertes
por año. El sobrepeso explica el 58% de la diabetes, el
21% de la enfermedad coronaria y entre el 8 al 42% de
diferentes cánceres. La ingesta inadecuada de frutas y
verduras interviene en el 19% de los cánceres de tubo
digestivo, en el 31% de las enfermedades coronarias y en
el 11% de los accidentes cerebrovasculares. La
hipertensión arterial explica 52.000 muertes cada año, y
el 62% de los accidentes cerebrovasculares y está
presente en el 42% de las enfermedades coronarias.
LA PERSPECTIVA DESDE LOS
FACTORES DE RIESGO
El término “riesgo” implica la presencia de una
característica o factor (o de varios) que aumenta la
probabilidad de consecuencias adversas. El riesgo
constituye una medida de probabilidad estadística de que
en un futuro se produzca un acontecimiento por lo
general no deseado. La medición de esta probabilidad
constituye el enfoque de riesgo.
Un factor de riesgo es entonces cualquier característica
o circunstancia detectable de una persona o grupo de
personas que se sabe asociada con un aumento en la
probabilidad de padecer, desarrollar o estar
especialmente expuesto a un proceso mórbido. Estos
factores de riesgo (biológicos, ambientales, de
comportamiento, socioculturales, económicos) pueden,
sumándose unos a otros, aumentar el efecto aislado de
cada uno de ellos produciendo un fenómeno de interacción
(Pita Fernández et al., 1997: 75-78).
El término “factor de riesgo” fue utilizado por primera
vez por el investigador de enfermedades cardíacas, el
Dr. Thomas R. Dawber en un estudio publicado en 1961
(Estudio Framingham) donde atribuyó a la cardiopatía
isquémica determinadas situaciones como son la presión
arterial, el colesterol o el hábito tabáquico. Este
término luego fue extendido al resto de las patologías.
En epidemiología, los factores de riesgo son aquellas
características y atributos (variables) que se presentan
asociados diversamente con la enfermedad o el evento
estudiado. Los factores de riesgo no son necesariamente
las causas, sólo sucede que están asociadas con el
evento. Como constituyen una probabilidad medible,
tienen valor predictivo y pueden usarse con ventajas
tanto en prevención individual como en la comunidad.
Utilizar un enfoque de riesgo tiene diversas ventajas.
Entre otras sirve para predecir: se utiliza este enfoque
para detectar la futura presencia de una enfermedad ya
que la presencia de un factor de riesgo significa una
mayor posibilidad de presentar en un futuro una
enfermedad, en comparación con personas no expuestas.
También sirve para establecer causalidad: Si bien la
presencia de un factor de riesgo no es necesariamente
causal de determinada enfermedad, existe evidencia en
muchas enfermedades sobre la presencia de determinados
factores de riesgo con la aparición de determinadas
enfermedades. El estudio epidemiológico que mejor
identifica un factor de riesgo es un estudio prospectivo
como el estudio de cohortes. El aumento de incidencias
de una enfermedad entre un grupo expuesto en relación a
un grupo no expuesto, se asume como factor de riesgo,
sin embargo, esta asociación puede ser debida a terceras
variables o asociaciones de varias de ellas.
Otras utilidades del enfoque de riesgo son sus
cualidades diagnósticas y preventivas: la presencia de
un factor de riesgo aumenta la probabilidad de que se
presente una enfermedad y este conocimiento puede ser
utilizado en el proceso diagnóstico. En este mismo
sentido si un factor de riesgo se conoce asociado con la
presencia de una enfermedad, su eliminación reducirá la
probabilidad de su presencia. Este es el objetivo de la
prevención primaria. Así por ejemplo se relacionan la
obesidad y la hipertensión, la hipercolesterolemia y la
enfermedad coronaria, el tabaco y el cáncer de pulmón.
Hay diferentes maneras de cuantificar el riesgo. El
Riesgo Absoluto mide la incidencia del daño en la
población total y el Riesgo Relativo compara la
frecuencia con que ocurre el daño entre los que tienen
el factor de riesgo y los que no lo tienen.
LOS FACTORES DE RIESGO EN
LA ARGENTINA
El marco hoy no es alentador: el 50% de los argentinos
tiene sobrepeso, entre el 34 y 40% fuma, alrededor de un
30% es hipertenso y otro tanto tiene el colesterol alto.
De continuar con esta tendencia se espera que en los
próximos años aumente la cantidad de personas con
diabetes y aumenten considerablemente las enfermedades
coronarias, los accidentes cerebrovasculares y el cáncer
de pulmón. Pero además cada vez tienen mayor importancia
las enfermedades relacionadas con los problemas
ambientales y de urbanización como intoxicaciones y
accidentes viales.
Con los números actuales de obesos, fumadores e
hipertensos que tiene nuestro país se estima que en las
próximas décadas se duplicará el porcentaje de personas
diabéticas, así como se duplicará la necesidad de
diálisis y trasplantes, el 75% de las muertes serán
explicadas por causas cardiovasculares y cánceres y el
impacto en los costos de atención se triplicará. Los
hábitos de vida cada vez explican un mayor número de
enfermedad y muertes.
Diversos estudios demuestran en nuestro país que a
menores ingresos y menor nivel educativo mayor será la
incidencia de hipertensión arterial y obesidad. Entre
los niños de 0 a 5 años más pobres la incidencia de la
obesidad es mayor que el de la desnutrición y ambas son
mayores en éstos que en los niños de familias de
medianos y altos ingresos. O sea que los problemas de
los pobres son la falta de vivienda, trabajo y
educación, pero lamentablemente incluyen también los que
el imaginario popular sólo le asigna a los que más
tienen.
POLÍTICAS DE SALUD BASADAS
EN LA PERSPECTIVA DE RIESGO
Dos tipos de estrategias deben adoptarse. Una de base
individual y familiar, está relacionada con los cambios
de hábitos de vida. Una serie de medidas como caminar
treinta minutos diarios, cambiar ascensores por
escaleras, incorporar más frutas, verduras y pescado a
la ingesta, disminuir el consumo de sal y dejar de fumar
contribuiría a mejorar la calidad de vida individual y
colectiva. Las políticas en este caso están más
orientadas a la promoción de hábitos de vida saludables
y una de las herramientas fundamentales es la Educación
para la Salud y todas las acciones comunicacionales que
esto implica.
La segunda estrategia tiene que ver con la
profundización de las políticas públicas de base
comunitaria relacionadas a estos factores de riesgo a
fin de revertir tendencias negativas y profundizar
positivas. Aquí las herramientas están más relacionadas
con el marco normativo como por ejemplo las diferentes
medidas adoptadas para restringir el hábito de fumar
como la generación por leyes, decretos u ordenanzas de
espacios libres de humo, o el aumento de los impuestos a
los cigarrillos, o la disminución de sal en panificados,
o la incorporación al código alimentario de la
prohibición del uso de las grasas trans, etc.
Ambas estrategias deben ser utilizadas
complementariamente fortaleciéndose todas las políticas
que tiendan a la disminución en edades tempranas de
enfermedades no transmisibles y esto debe tener su
correlato presupuestario en las diferentes
jurisdicciones: nacional, provincial y municipal.
(*) Secretario de Salud y
Desarrollo Humano de Tres de Febrero.
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