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Cuando un gobierno define y sostiene políticas
básicamente reasigna recursos. La priorización de los
objetivos de las políticas supone un acuerdo social
sobre la necesidad o conveniencia de que algunos
resignen más para que otros reciban más, consecuencia
ineludible del hecho que nunca habrá recursos
suficientes para que todos tengan todo.
En democracia ese acuerdo social se supone asegurado por
la legitimidad del origen y el accionar del Ejecutivo, y
la representatividad del Legislativo.
De manera que ninguna intervención estatal es neutra en
términos económicos ni ideológicos.
El eufemístico bien común constituye una categoría
inasible y variable, pero de uso habitual desde fines
del siglo XVIII para justificar el rol redistributivo
del Estado. En el discurso político se apela
constantemente a la idea de justicia y del bien, pero,
dado que en las democracias modernas no se cuenta con la
participación activa de los ciudadanos sino a través de
complejos procesos de delegación más o menos formal, los
difusos límites de la noción de justicia o del bien
común, en el plano de sus consecuencias prácticas,
depende sustancialmente de las capacidades de influencia
sobre el aparato político de diversos grupos de interés.
De allí la enorme relevancia del control social sobre el
aparato estatal, la independencia de poderes, la
transparencia en la gestión del conjunto del Estado, el
rigor de la justicia, la libre expresión de las ideas, y
la existencia de sanción social (además de penal) para
quienes se apartan de las reglas.
La economía política ayuda a comprender las decisiones
públicas en función de quienes son los que se benefician
y quienes los que ceden.
Lo que hasta ahora conocemos de la política de Cobertura
Universal de Salud (CUS) es que ha puesto en evidencia
el carácter meramente declamatorio de buena parte del
discurso sanitario argentino de las últimas décadas: no
hay, a la fecha, verdadera cobertura universal. Aunque
llevamos décadas declamando cobertura y gratuidad para
todos, no hemos asegurado el acceso.
También que ha traído a la agenda política –y los
medios- la cuestión del sistema de salud. Y eso es
bueno.
Sin embargo, hasta el día de hoy quedan pendientes de
explicación cuestiones sustanciales de la implementación
de esta política, y de la creación de la Agencia de
Evaluación de Tecnologías (AGNET). Y, como se suele
decir: el diablo está en los detalles.
El Decreto 908/2016 define el financiamiento de la
estrategia de CUS (cuyas finalidades se enumeran en
nueve renglones de un Anexo), con ocho mil millones de
pesos del Fondo Solidario de Redistribución (FSR), por
única vez. Curiosamente ese fideicomiso, cuyos
principales efectores se encuentran bajo las
jurisdicciones provinciales y municipales del Estado,
será administrado por una Unidad Ejecutora integrada en
partes iguales por el Ministerio, la Superintendencia y
la Confederación General del Trabajo (CGT).
Pero lo sustantivo de esa norma resulta ser el
reconocimiento de la deuda del Estado con las Obras
Sociales - un dilatado reclamo de los Sindicatos- que
recibirán asistencia de un fondo especial de cuatro mil
quinientos millones, y bonos por casi catorce mil
trescientos millones (y sus intereses).
En resumen: la piedra angular de la propuesta parece ser
la recuperación de esas acreencias por la Seguridad
Social, mientras que los aspectos conceptuales de fondo
e instrumentales de la política pública aparecen, en
principio, postergados a la reglamentación o las
decisiones de una administración centralizada.
No es menos llamativo que por el lado de la AGNET, el
Ejecutivo propone la creación de un Consejo Asesor con
participación de los propios regulados: los productores
de tecnología, y un Consejo de Evaluación, con potestad
para objetar al Consejo Asesor, con la participación de
los financiadores de la salud del sector privado.
El contexto político –la necesidad de la búsqueda de
acuerdos entre factores de poder- parece jugar, una vez
más, un papel determinante a la hora de definir el rumbo
de nuestra política sanitaria.
(*)
Médico.
Máster en Economía y Ciencias Políticas.
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