El 2023 ha sido un año relativamente
estable para el sistema de las OOSS
de las leyes 23.660 y 23.661, lo que
quiere decir una discreta mejora
financiera si bien los problemas de
arrastre siguen siendo más o menos
los mismos.
Entre ellos las interminables
negociaciones de los aumentos de
precios con el sector prestador
contratado. El rubro discapacidad -y
dentro de él la cuestión de los
transportes- continúa siendo una
importante carga económica para el
sistema, lo mismo que la educación
especial.
Ambos asuntos vienen de años sin
cambio; la posición histórica de las
OOSS es que ese tipo de prestaciones
deberían ser asumidas por los
respectivos Ministerios por entender
que les incumbe por la propia
naturaleza de esos servicios que le
restan recursos al FSR, recursos que
se podrían asignar a mejorar, por
ejemplo, los programas preventivos
que las OOSS deben desarrollar en
forma obligatoria.
Incidentalmente, el desarrollo por
parte de cada una de las obras
sociales del sistema, de programas
preventivos -que en muchos casos se
superponen con programas nacionales
o provinciales- implica una
prestación que puede ser altamente
eficaz y efectiva pero poco
eficiente, dado que no se articula
con las demás entidades del sistema
lo que implica una duplicidad de
esfuerzo y costos.
Más aún, este tipo de programas
pocas veces tienen efectividad
razonable si no se dispone de
servicios propios en el I Nivel,
dado que su baja rentabilidad no es
atractiva para el sector privado.
Por otra parte, la articulación
entre sí de las entidades de OS y/o
con el subsector público no es
predominante en la gestión del
sistema, por ejemplo, en materia de
evaluación de proveedores de
servicios, o coordinación de
programas; es otra materia faltante.
Se reitera en cuanto foro de OOSS
hubiere, que el sistema de salud
argentino puede ser eficaz, pero es
poco eficiente. Se dice sin mayor
evidencia concreta, aunque quizás
cierta evidencia empírica, que
recursos hay, pero se usan mal o en
forma ineficiente, un concepto
estereotipado que se suele aplicar a
todo nuestro sistema de salud en
forma indiscriminada.
Más allá de la no demostración de
esta hipótesis, la fragmentación del
sistema no pude ser negada por
cuanto es visible para todos. Es
interesante que nunca se deja de
mencionar esta cuestión como parte
del diagnóstico general y todos
estaríamos de acuerdo.
Simplemente no parece que la podamos
resolver en el corto o mediano
plazo, y aunque se lo intentara con
una fuerte y perdurable decisión
política que superara los tiempos de
los diferentes gobiernos, se podría
demorar años en lograr resultados
más o menos satisfactorios. Siempre
estaríamos en el que “hay que
empezar”.
La situación de llevar los aportes
de los beneficiarios monotributistas
en el sentido de relacionarlo con el
tipo de actividad / ingresos que
perciben en relación con aquella,
tal como los afiliados comunes,
continúa sin cambios.
Quizás la exigencia prestacional de
esta subpoblación, como de otras
similares, es superior a la de
aquellos, lo que amerita sin duda un
análisis profundo para evitar
fenómenos indeseables tales como la
selección adversa y la solidaridad
invertida. Otra deuda pendiente.
Se pueden hacer muchas críticas a
nuestro sistema de OOSS, pero su
diseño original, la creación del
FSR, el PMO y otros instrumentos no
podrían ser cuestionables más allá
de ciertos yerros en la praxis.
Pero, como con los estados
contables, los problemas se
trasladan o transportan de un año al
siguiente, a veces con algunos
avances, a veces con algunos
retrocesos, y cada cambio que se
pueda proponer ha de estar
influenciado casi siempre por el
contexto político.
Para 2024 podría haber un giro
copernicano de las formas de hacer
gestión pública y el sistema de
salud no podrá estar ajeno a ello.
El sistema de salud en general y el
subsistema de las OOSS en particular
debe actualizarse, pero sin
quebranto de sus principios básicos
de equidad, solidaridad y
universalidad.
Por ejemplo, ningún mercado va a
resolver las externalidades
negativas del enfermo de
tuberculosis que vive modestamente
en una villa de emergencia.
Las EMP, tampoco lo van a hacer,
pero las OOSS sí lo hacen de hecho o
bien lo hace el propio Estado. No
hay casi indicios de como habrán de
ser las políticas en salud para los
años venideros.
Hemos escuchado hablar de pagos por
parte de los individuos, pero la
salud es un bien preferente, es
decir, aquel tipo de bien al que la
sociedad le asigna tal valor que lo
otorga a un costo muy bajo o sin
costo; hemos escuchado acerca de los
váuchers, como subsidio a la demanda
y no a la oferta, lo cual como
concepto en abstracto no parece
discutible.
La incógnita es como se podría
implementar en medio de la variedad
de situaciones clínicas, la
heterogeneidad de la población y de
sus necesidades y de los problemas
de instrumentación en la práctica
dentro de nuestro burocrático modo
de vivir donde cada trámite oficial
puede ser una pesadilla.
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