La pandemia de Covid-19 ha servido como un catalizador para una
transformación inevitable, un cambio de paradigma que desafía
las rigideces de los modelos asistenciales tradicionales.
Nos encontramos ante un escenario donde los hospitales, otrora
sólidos baluartes de la atención médica, comienzan a desintegrar
sus fronteras físicas, diluyéndose en un entorno líquido,
maleable y accesible.
Este “hospital líquido” no es un simple avance tecnológico; es
una manifestación de la modernidad líquida, donde las viejas
certezas de la atención médica fija y jerárquica son sustituidas
por una fluidez que permea los límites entre el espacio del
paciente y el del profesional sanitario.
La digitalización de los procesos asistenciales refleja esta
disolución. Ya no es necesario estar confinado en los muros del
hospital para recibir atención.
Las consultas online, las plataformas de telemonitorización y
telerehabilitación son ahora las herramientas que permiten que
el cuidado de la salud fluya más allá de las barreras
geográficas.
En un mundo líquido, las relaciones entre los individuos y las
instituciones se redefinen: el paciente, anteriormente pasivo,
ahora se convierte en un actor activo, copartícipe del proceso
de sanación, al tiempo que las tecnologías facilitan este nuevo
diálogo.
Este modelo favorece la continuidad asistencial y que el
paciente se corresponsabilice aún más, si cabe, sobre su salud,
ya que permite que se implique en las decisiones y
procedimientos.
Aquí las herramientas digitales cumplen un papel muy importante
porque no solo brindan ese importante canal de información, sino
que representan una vía de acceso al profesional sanitario más
eficaz y una forma de fidelizar y de establecer relaciones en el
largo plazo entre el profesional sanitario y los pacientes.
El “hospital líquido” se configura como un espacio multimedia,
interactivo y desmaterializado, donde la medicina colaborativa
toma el centro del escenario.
Las conexiones que antes estaban ancladas en un espacio físico
fijo, ahora se despliegan en redes virtuales, en las que el
conocimiento médico y la asistencia sanitaria se comparten sin
fricciones, y donde el tiempo y el espacio son maleables.
Por otro lado, también permite una gestión de recursos centrado
en mejores tiempos de calidad de atención a menor costo, ya que,
al desatarse de los rígidos tiempos de hospitalización, el
tratamiento de los problemas de salud puede resolverse antes,
más rápido, en este ámbito fluido.
Sin embargo, como Bauman sugirió en sus reflexiones sobre la
modernidad líquida, la flexibilidad trae consigo inseguridades.
No todos los pacientes, especialmente los de mayor edad o los
más vulnerables, pueden adaptarse fácilmente a estas
tecnologías.
En cuanto a los retos, hay que tener en cuenta que las nuevas
tecnologías suelen ser inaccesibles para las personas de edades
más avanzadas, muchas de ellas enfermas crónicas o con algún
tipo de discapacidad.
Por eso, es importante una formación adecuada de la población en
competencias digitales básicas, así como poner los medios
necesarios para su implementación.
De esta forma, la “liquidez” de este modelo asistencial presenta
nuevas barreras: aquellas relacionadas con la alfabetización
digital y el acceso a las herramientas tecnológicas.
El hospital líquido también favorece la formación de los
pacientes a través de portales temáticos o de las redes
sociales, donde publicar información de interés para el
paciente, así como determinadas iniciativas de los centros
hospitalarios.
De este modo, pueden acceder a información contrastada y fiable
sobre una determinada enfermedad, así como conocer a otras
personas afectadas con su misma patología.
Así, mientras algunos flotan con facilidad en esta nueva
realidad líquida, otros pueden quedar atrapados en sus márgenes.
La transición hacia un modelo de
hospitales líquidos
Una transformación de los centros sanitarios líquidos solo puede
conseguirse mediante un impulso a la innovación y la
humanización de los mismos.
Para ello, se necesitan líderes que estén formados y cuenten con
conocimientos en la materia, como los que se obtienen a través
del Máster en Gestión Sanitaria online de UNIR, que prepara para
ser un experto en la planificación y administración de un centro
sanitario, o bien con el Máster en Seguridad del Paciente online
de UNIR, único título oficial en medicina preventiva y calidad
de la atención sanitaria, el cual pretende aportar los mejores
conocimientos para la aplicación de prácticas seguras en el
ámbito sanitario.
En definitiva, el hospital líquido representa el presente y el
futuro de la sanidad, pero también una profunda transformación
en la manera en que la sociedad aborda la salud y el cuidado.
En este espacio de constante flujo y cambio, es necesario que
los líderes sanitarios abracen la innovación y, a la vez,
humanicen sus prácticas.
Los hospitales líquidos representan una oportunidad hacia un
nuevo modelo de cuidados en salud y una medicina colaborativa
donde el paciente es el pilar principal del proceso y un
protagonista más de ese nuevo diálogo en salud.
De esta manera, podrán guiar a la sociedad hacia una medicina
donde el paciente no es solo un receptor, sino un actor
fundamental en la construcción de su propio bienestar.
En la modernidad líquida de la salud, todos somos
responsables de mantener a flote este nuevo orden
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