Una de las políticas centrales de esta nueva gestión en el
ámbito de la salud nacional es la descentralización de las
políticas públicas hacia las provincias. Esta política puede
convertirse en una verdadera reforma sanitaria si tanto la
Nación como las provincias cumpliesen con algunos aspectos a mi
entender importantes.
En primer lugar, debe existir inexorablemente una decisión
política y presupuestaria de las provincias de asumir el rol
rector de la salud pública en cada una de sus jurisdicciones. En
la actualidad existe un límite borroso sobre las
responsabilidades de cada jurisdicción. Si sumamos a los
municipios que en muchas provincias tienen funciones importantes
en salud tenemos un mapa fragmentado, segmentado y con reglas de
juego muy difusas.
Si bien el sistema público siempre fue federal, hoy está claro
que la Nación ve con buenos ojos la asunción por parte de las
provincias del rol rector, no solo de los efectores públicos,
sino también de una rectoría provincial sobre todo el sector.
Estas decisiones políticas deben ser las primeras en tomarse
desde cada provincia.
Una segunda instancia debe ser imperiosamente la creación de un
espacio de diálogo y acuerdos Nación – Provincia. Hace ya más de
12 años un grupo de sanitaristas propusimos la concreción de un
Pacto de Salud entre estas jurisdicciones. Allí nació el Grupo
PAIS el cual tengo el honor de presidir en estos momentos. Desde
allí bregamos por una reforma con eje en la salud pública en
acuerdo de la Nación con las provincias.
En estos acuerdos interjurisdiccionales se deben establecer
pautas mínimas para el desarrollo de Sistemas Provinciales de
salud o Seguros Públicos Provinciales según sea el modelo que
quiera adoptar cada provincia. La iniciativa fallida de Seguro
Público de Jujuy es un claro ejemplo de la necesidad de
coordinación entre las jurisdicciones. La decisión política de
avanzar debe partir de las provincias, pero la rectoría del
diseño general del sistema debe estar coordinada con la Nación.
El tercer aspecto debe ser la descentralización total desde
Nación hacia la provincia. En este sentido la gestión de los
programas financiados desde Nación debería ser transferida a las
provincias. En este punto resultará clave para la consolidación
de este modelo la transferencia del PAMI a las provincias. La
suma de los presupuestos públicos, de las obras sociales
provinciales y del PAMI darían sustento financiero a la reforma,
además de una gestión coherente y menos fragmentada y
segmentada.
Un cuarto aspecto tiene que ver con la cuestión regulatoria.
Como bien dice el Dr. Hugo Arce en su artículo publicado en esta
misma revista la edición pasada: “Para que las autoridades de
salud provinciales ejerzan la conducción del sistema local de
salud, deberían concentrar la regulación y contralor del
conjunto de las actividades sanitarias que ocurren en su
territorio, así como los resultados epidemiológicos en la
población que las recibe”.
El marco regulatorio debería ser modificado en un contexto de
federalización total. Las provincias deben asumir el rol
regulatorio del sector de la seguridad social y del privado en
sus provincias, caso contrario el sistema seguirá fragmentado y
segmentado y esto seguirá afectando fuertemente a la eficacia,
la eficiencia, la calidad del sistema y fundamentalmente a la
equidad al acceso, tal como viene sucediendo crónicamente.
Se deberá establecer límites concretos sobre que hace cada
jurisdicción y cuáles son los alcances. Mientras el sector de la
seguridad social y el privado no respondan a la estrategia
provincial será una descentralización sin poder sobre todo el
sistema.
El quinto aspecto es la generación de gobernanza a nivel del
Ministerio de Salud de la Nación. En la edición Nº 110 de esta
misma revista (Mayo 2019) publicamos un artículo junto al
Profesor Carlos Vassallo Sella sobre la necesidad de generar
gobernanza. Decíamos allí. “... se denomina gobernanza al
conjunto de reglas, instituciones y políticas a través de las
cuales se dirige su funcionamiento, se regula la participación
de los diversos actores y se utilizan los recursos disponibles
para garantizar a toda la población cuidados de salud de
calidad.
A menudo la palabra gobernanza está vinculada con la rectoría.
En este caso nos referimos a la capacidad de liderazgo de las
autoridades de salud para conformar y apoyar una acción
colectiva que permita la creación, el fortalecimiento o el
cambio de las estructuras de gobernanza del sistema de salud. La
construcción de gobernanza requiere como condición sine qua non
de una rectoría que colabore para su construcción.
La descentralización, diversidad y pluralismo del sistema de
salud argentino exige más que ningún otro la construcción de un
esquema de gobernanza y rectoría por parte de las autoridades
políticas. El sistema de salud fue perdiendo progresivamente su
capacidad a nivel nacional como consecuencia de algunas
carencias en materia de información y financiamiento que
limitaron su accionar”.
Esta descentralización debería implicar una gobernanza nueva
entre la Nación y las provincias en donde la primera deberá
fortalecer algunas políticas centrales, entre ellas la política
de medicamentos, con la generación de un verdadero mercado de
genéricos, con un seguro de enfermedades catastróficas y una
agencia de evaluación de tecnología. También la creación de un
nuevo PMO que suscriban todas las provincias, una vigilancia
epidemiológica fortalecida y un sistema de información acorde a
las necesidades actuales y futuras.
Las condiciones están dadas. La reforma es posible.
(*)
Médico
Especialista en Salud Pública. Presidente Grupo PAIS |
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