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“En
salud, la innovación tiene que ser
una mejora significativa”
Así se desprende del encuentro
“Aspectos técnicos y evaluación de
la tecnología médica”, realizado en
la Fundación Femeba, el pasado 15 de
agosto.
Organizado por la Comisión de
Bioética del Hospital de Clínicas de
la Ciudad de Buenos Aires y la
Comisión de Bioética y Foro de la
Salud y la Cuestión Social de la
Fundación Femeba, el debate estuvo
puesto en las nuevas tecnologías
sanitarias y los desafíos que ellas
implican: su evaluación científica,
el cúmulo de intereses corporativos
que dificultan su uso para el bien
común, la equidad en su aplicación,
el marco legal que viabiliza los
reclamos y el cumplimiento del
derecho a la salud y el peso que
tienen en los presupuestos de las
instituciones de salud. Todos
problemas que tienen que ser
encarados en conjunto para un mejor
servicio.
El tema central del encuentro fue la
judicialización del derecho a la
salud y, en relación con esto, el
papel de las tecnologías y las
distintas concepciones de la
justicia distributiva en la
definición de prioridades para la
asignación de recursos y en las
decisiones judiciales sobre los
amparos. La disyuntiva entre el
reconocimiento de derechos
individuales, como la cobertura de
ciertas intervenciones, y el derecho
colectivo, además del rol del Estado
como garante de derechos.
De la charla participaron varios
expertos que trataron de analizar en
conjunto la cuestión de las
tecnologías sanitarias no como
mejora significativa en la sobrevida
de los pacientes sino como
herramienta de equidad en los
distintos actores sociales que hacen
al sistema de salud.
“Lo primero es entender que las
tecnologías sanitarias son un
problema, no sólo en lo económico.
Es necesario dimensionarlo e
identificar las herramientas que nos
ayudarán a reducir su impacto.
Tenemos que entender que la
situación de los sistemas de salud
es gravísima. Lo nuevo no
necesariamente es innovador y no
siempre es mejor. La innovación, en
salud, tiene que ser una mejora
clínicamente significativa a un
costo aceptable” profundizó Esteban
Lifschitz, investigador del
Instituto de Medicina para la
Seguridad Social y Evaluación
Tecnológica. (Facultad de Medicina,
UBA)
“El sistema tiene dos problemas:
pacientes que acceden a tecnologías
que no necesitan y pacientes que no
acceden a prestaciones efectivas y
seguras. Algo no está bien: hay
mucha gente disconforme con lo que
se paga y no se cubre. Los pacientes
se enojan porque no hay turnos,
porque no cubren determinados
tratamientos, los prestadores están
disconformes por lo poco que les
pagan, los financiadores también
están enojados porque hoy se paga
muchísimo en tecnología que antes no
necesitaban. Todos están enojados.
Se paga más y los resultados hay que
buscarlos con lupa, es decir, no han
aumentado en relación a los aumentos
y la inclusión de nuevas
tecnologías” agregó.
“Es mentira que los costos en salud
han aumentado de manera similar al
aumento de otros costos” afirmó.
Según el especialista, el gasto en
salud aumentó 3 veces más que lo que
creció la economía mundial y el
gasto en tecnología creció más que
el gasto en salud, lo que generó
mayor gasto es la tecnología
sanitaria.
“Debemos tener bien en claro qué
impacto tiene flexibilizar el acceso
de nuevas tecnologías. No debemos
perder de vista que el único
irremplazable es el paciente. Ni los
financiadores, ni la industria
sirven sin ellos”, concluyó
Lifschitz.
Marcelo Alegre, el segundo expositor
de la jornada, abogado y Doctor en
Leyes de la New York University,
puso el foco en la igualdad en la
distribución de los recursos y el
acceso a ellos. “La salud es un bien
público; como sociedad, definimos
cuánto vamos a invertir en salud sin
saber cómo se va a distribuir ya que
no sabemos quién se enfermará de qué
cosa”, expuso Alegre.
“No sabemos quién sufre o quién
tiene una carga genética que derive
en enfermedades. Como sociedad,
entonces, debemos definir cuánto
vamos a poner para atender esas
problemáticas de salud, que nos
afectan a todos, pero no sabemos
bien a quién. Sabiendo que existe un
compromiso con aquellos que están
peor, con los desfavorecidos,
tenemos la responsabilidad de actuar
con solidaridad y tratar de darle a
las personas iguales recursos para
enfrentar las contingencias de la
vida”, sintetizó.
Finalmente, fue el turno de Marisa
Aizenberg, abogada y especialista en
Derecho Civil, quien expuso sobre la
protección de la salud desde el
punto de vista normativo. “Tenemos
normas para proteger la salud, pero
primero tenemos que definir cómo
entendemos la salud: como la
ausencia de enfermedades o la salud
como asunto social”, comentó
Aizenberg.
“En nuestro país el marco normativo
es tan amplio y tan fragmentado como
la salud misma. Hay que establecer
planes de priorización distintos a
los que tenemos ahora, donde se
quiere incluir al albinismo, por
ejemplo, dentro del Programa Médico
Obligatorio, por nombrar alguno. Hoy
pedimos diagnósticos a enfermedades
que no existen: convertimos
problemas personales en problemas
médicos”, enfatizó.
“Empeoramos lo bueno, cada
inequidad, cada injusticia, tienen
nombre y apellido y eso se traduce
en el sufrimiento y la muerte de una
persona. Tenemos que recrear nuevas
respuestas; no podemos seguir
mirando con el espejo retrovisor los
problemas que se nos presentan hoy,
en el futuro inmediato. Este es el
mayor reto, el de crear nuevas
categorías de derecho que permitan
dar respuesta a problemas graves”
concluyó la especialista en Derecho
Civil
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