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La cadena de valor del medicamento en nuestro país
exhibe particularidades dignas de ser consideradas, como
paso previo a cualquier intento de explicar y
eventualmente modificar la realidad de este mercado.
La columna vertebral de esta cadena de valor está
constituida por:
•
Producción: 250 laboratorios, con alta participación de
nacionales. Los 10 primeros facturan el 45% del total.
•
Distribución: solo 4
distribuidoras, todas de propiedad de la Industria y 400
droguerías, de las cuales 3 pertenecen a la industria y
concentran el 70% del mercado.
•
Prescripción y Dispensa: 120.000
médicos y 13.000 farmacias, de las cuales unas 800
forman parte de cadenas.
•
Financiación: 290 Obras Sociales
Sindicales y Provinciales, además de PAMI y 30 Prepagas.
•
Mandatarias: Colegios e
instituciones del sector, pero, fundamentalmente,
empresas de propiedad de la industria farmacéutica que
administran PAMI, la mayor parte de las OS provinciales
y las prepagas más grandes.
•
Consumo: los 40 millones de
habitantes del país, de los cuales el 40% carece de
cobertura en la seguridad social y, por ello, asisten al
Hospital Público.
•
Regulación: Estado Nacional dando
el marco general y los Estados provinciales tomando a su
cargo el control sanitario en sus jurisdicciones.
DESDE EL PASADO AL
PRESENTE
Hay que retroceder bastante en nuestra historia para
encontrar un momento en el cual el Estado toma la
estratégica decisión de regular el mercado del
medicamento. En tal sentido, los picos salientes
resultan ser el gobierno de Juan D. Perón en la década
del 40 del siglo pasado y el de Arturo U. Illia en la
década del 60.
En las antípodas de ellos, y con resultados más
duraderos, tenemos que recordar lo hecho por los
gobiernos de Juan C. Onganía en la segunda mitad de los
´60 y el de Carlos S. Menem en los 90, los cuales no
sólo abandonaron el camino trazado por aquellos sino que
lograron instalar en la sociedad una doctrina que
esencialmente se caracteriza por evitar a toda costa la
intervención del Estado en el funcionamiento del
mercado, aunque (como en este caso) estuviera en juego
la salud de la población.
El presente parece traernos una novedad en tal sentido,
la cual se encuentra en total sintonía con los anhelos y
pretensiones que nuestra FEFARA tiene desde el inicio
mismo de su vida institucional. En un tema central para
la sociedad en su conjunto, como lo es el del mercado
del medicamento y su cadena de valor, parecería ser que
después de muchos años estamos ante la posibilidad de
actuar como un país de primer mundo: establecer desde el
Gobierno una política de medicamentos.
Los últimos acontecimientos parecen mostrar que hay una
firme decisión del gobierno actual por tomar el centro
de la escena en este tema, lo cual se puede inferir al
considerar algunas medidas concretas que en tal sentido
se han venido tomando.
Para algunos (pocos) esto obedece a sólidas convicciones
políticas, mientras que para otros (los mas) el rumbo
tomado sólo apunta a satisfacer intereses personales de
algunos funcionarios en este mercado.
Por nuestra parte, consideramos que:
•
Es muy bueno lo que hace el
Gobierno al poner sobre el tapete cuestiones
relacionadas con la equidad y accesibilidad de los
medicamentos, propiciando la discusión acerca de quien
fija o establece los precios de los medicamentos en
nuestro país.
•
Como también nos apresuramos a
afirmar que todo esto resultará finalmente inútil e
intrascendente, si no decide ir a fondo con esta
cuestión y sólo se contenta con transitar por la ancha
avenida del medio.
Estamos totalmente convencidos que no hay lugar para la
opción gatopardista de “cambiar algo las cosas para que
nada cambie”. La encrucijada que se presenta solo tiene
dos salidas:
1) Profundizar y/o aplicar una
verdadera política de medicamentos sobre estos cuatro
pilares:
•
Establecer la obligatoria
prescripción por Denominación Común Internacional en
todo el territorio nacional, sin opciones para la
sugerencia de marcas comerciales.
• Poner operativo un sistema de precios de referencia
para toda la seguridad social.
•
Establecer un listado de productos
pensado para atender la salud de la población y no los
intereses comerciales de los laboratorios.
•
Acordar pautas de financiamiento,
para que todos los actores participantes puedan
encuadrar sus compromisos financieros dentro de los
treinta días de realizadas cada una de las operaciones
que se generen en el sistema de la seguridad social.
Ahora bien, si por razones de profesar convicciones
diferentes o, aun compartiendo éstas, por considerar de
imposible implementación las estrategias y políticas
enunciadas, lo mejor y más sano para el conjunto será
evitar caer en tentación de “hacer como que hacemos un
cambio”, siendo preferible…
2) Dejar que el mercado siga manejando
todo como siempre, regulando su funcionamiento con las
consecuencias que están a la vista: acentuada y
constante destrucción de la verdadera red sanitaria de
farmacias que necesita la población, para el acceso a su
básico y constitucional derecho de atención de su salud.
Como antes se dijo, las políticas de estos años (con las
honrosas excepciones que se destacaron) han delineado
una realidad como la que hoy vivimos, en la cual la
concentración es el rasgo central: el 30% de las
farmacias concentra la atención del 80% de la seguridad
social.
El momento es hoy y no hay espacio para dilaciones. El
Gobierno tiene que avanzar seriamente y con firmeza en
la implementación de políticas y estrategias que le
permitan regular el mercado del medicamento,
estableciendo las condiciones que permitan la
optimización de las prestaciones farmacéuticas,
brindando servicios de calidad sin incrementar los
costos; acceso generalizado a prestaciones farmacéuticas
basadas en criterios científicos, epidemiológicos y de
evaluación económica, con equidad en el acceso para toda
la población.
La opción de hierro es: regular en serio o dejar que
todo siga como hasta hoy.
El medio no es una opción. Al medio pierden los
afiliados, la salud pública y la red profesional de
farmacias. El medio solo será la expresión de una nueva
oportunidad perdida y el camino sin regreso hacia una
realidad que ya sufren varios países de la región.
Estamos ante la puerta de entrada de una nueva realidad.
Entremos de una vez.
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