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La calidad y
seguridad médica ya no son, por sí solas, garantías de
éxito, reconocimiento y prestigio. Los prestadores de
servicios de salud buscan cada vez más, crear vínculos
con los pacientes, porque la obsesión por la mejor
experiencia de los pacientes y familiares, así como por
el resto de sus “stakeholders” (médicos, enfermeros,
resto del personal, financiadores etc.) resulta la única
fuente de ventaja competitiva que pueda sobrevivir a las
disrupciones creadas por la tecnología.
De todas las opciones que tienen las organizaciones para
diferenciarse unas de otras, seguramente ninguna es más
relevante que la generación de una experiencia superior
a la que puedan ofrecer sus competidores.
¿Qué es una experiencia? Las experiencias son sucesos
privados que se producen como respuesta a un estímulo.
En general las experiencias son inducidas.
Los descriptores de las experiencias, como por ejemplo
“agradable” o “decepcionante”, se refieren siempre al
estímulo que la provocó y no a quien vivió la
experiencia.
Esto nos hace tomar conciencia de la importancia de
diseñar una gran experiencia del paciente,
de comprender no sólo los aspectos medibles de nuestros
servicios, sino la percepción de éste que tiene el
paciente, de entender realmente al paciente y empatizar
con él, porque como personas lo que recordamos son las
emociones, no los aspectos objetivos, sino la visión
subjetiva de cómo nos han hecho sentir.
“La empatía no sólo se trata de caminar con los zapatos
de otro. Primero tienes que quitarte los tuyos” Scoot
Cook, Intuit.
Hay diferentes tipos de experiencias del paciente (ver
cuadro).
¿CÓMO MEJORAR LA EXPERIENCIA DE LOS PACIENTES EN
NUESTRA ORGANIZACIÓN?
Básicamente, colocando al paciente en el centro de la
organización y a partir de esto modificando procesos,
cambiando hábitos etc.
¿Pero para realizar cambios las personas necesitamos un
porqué?
El storytelling es una metodología muy poderosa para
ayudar a la organización a generar compromiso con los
pacientes (engagement), porque las historias mueven al
mundo y además porque son una fuente de conocimiento muy
importante para entender el comportamiento de los
pacientes.
En general, los datos objetivos con los que contamos en
las organizaciones son insuficientes puesto que no nos
informan sobre las emociones, sentimientos o impresiones
de nuestros pacientes.
Por tal motivo, una historia, puede resultar sumamente
útil para entender las motivaciones profundas de ellos (insights).
Si las necesidades de los pacientes y el resto de los “stakeholders”
son las que motivan el uso del servicio, deben ser
precisamente estas necesidades las que motivan y
condicionan el diseño de éstos.
La forma más directa de investigar estas necesidades es
investigar al paciente, es decir de la actividad, el
entorno y el contexto en los que tendrá lugar la
utilización de nuestros servicios.
Una de las mejores herramientas que nos puede ayudar a
comprender la experiencia de paciente, heredada del
Design Thinking, es el Mapa de Experiencia del Paciente
(patient journey map) también llamado mapa del ciclo de
vida del cliente.
Se trata de un diagrama que muestra los pasos que sigue
el paciente, de extremo a extremo, al relacionarse con
su organización.
Pero lo que lo hace único es que este análisis no se
basa en un diagrama que describe de forma fría y
racional qué hacemos nosotros para relacionarnos con él,
sino justo lo contrario: cómo se relaciona él con
nosotros y, sobre todo, cómo se siente.
Porque las mejores organizaciones son aquellas que,
desde el punto de vista del cliente actúan como un solo
ente, fácil de entender e integrado, y no como silos o
sectores no integrados.
¿CÓMO DISEÑAR UN MAPA DE EXPERIENCIA DEL
PACIENTE?
En primer lugar, deberemos aclarar que no existe una
única forma de realzar un Mapa de Experiencia del
paciente. Pero sin dudas, el primer paso para construir
el mapa es el definir el servicio que queremos analizar
y luego realizar las siguientes acciones:
a. IDENTIFICAR AL PACIENTE OBJETIVO
Lo que primero deberemos hacer es una descripción del
paciente ¿Quién es?, ¿a qué se dedica?, ¿por qué
requiere nuestros servicios?, algo que podemos hacer
utilizando por ejemplo la herramienta llamada mapa de
empatía, complementado por la herramienta “Persona” que
consiste en una simplificación de la realidad basada en
un perfil que resume los rasgos más importantes del
mismo.
Esta herramienta Paciente-Persona se basa en un
formulario que suele contener la siguiente información:
a. Nombre (Real o ficticio).
b. Descripción resumida acerca de la necesidad que lo
lleva a utilizar nuestros servicios.
c. Datos personales.
d. Foto.
e. Factores motivadores.
f. Obstáculos y problemas que encuentra el paciente al
utilizar nuestro servicio.
g. Conocimiento que tiene de nuestros servicios.
h. Preferencias de canal: Ej. digital (página web,
Facebook, LinkedIn etc.), físico, telefónico.
Una buena definición de nuestros clientes es fundamental
para construir el Mapa de Experiencia del Paciente.
Para ello deberemos “meternos en los zapatos” del
paciente precisamente para saber de quién estamos
hablando. La percepción de un mismo “viaje” va a cambiar
mucho en función de quien lo haga.
En este análisis resulta de gran interés incluir a los
“no pacientes”, puesto que los mismos pueden tomar sus
decisiones siguiendo caminos muy diferentes a los que
nosotros habíamos pensado.
Entender el porque alguien no utiliza nuestros servicios
suele ser muy revelador.
Es necesario entender en profundidad quiénes son
nuestros pacientes.
Es peligroso equivocarse de cliente o describir mal el
cliente. Si ello ocurre nuestro diseño no tendrá valor
alguno.
Otra buena herramienta para estudiar a nuestros
pacientes son las entrevistas en profundidad, en
especial el modelo JTBD (Jobs to be done) creado por
Clyton Christensen. Este método parte del supuesto de
que el cliente en realidad no sabe bien lo que quiere y
por lo tanto para entender esto se deberá observar su
comportamiento, ya que es lo más real, donde no se puede
mentir.
b. COMPRENDER LAS FASES DE LA RELACIÓN
Para poder averiguar cómo se siente el cliente debemos
saber primero desde su punto de vista que grandes fases
comprende la interacción con nuestro servicio.
Lo más importante en este punto es olvidar nuestros
procesos y comprender las fases que el cliente percibe.
Habitualmente son:
•
Conectar y atraer al paciente ¿Cómo descubre que
existimos?
•
Orientar
¿Cómo puede evaluar nuestro servicio?
•
Interactuar
En cada caso es diferente.
•
Fidelizar ¿Cómo haremos que el paciente use nuestros
servicios cada vez que lo necesite?
•
Referenciar
¿Cómo le ayudaremos a que nos referencie a nuevos
pacientes?
c. IDENTIFICAR SUS MOTIVACIONES Y DUDAS
Debemos averiguar para cada una de las fases lo que
mueve al paciente (qué motivaciones tiene, o lo que es
lo mismo, qué es lo que espera y por qué) así como qué
dudas que vienen a su cabeza (qué le preocupa, desconoce
o le provoca incertidumbre).
Ambos aspectos resultan claves para poder interpretar
mejor cómo se siente el paciente y sobre todo, qué
oportunidades tenemos para hacer que tenga una mejor
experiencia.
d. MAPEAR LOS PUNTOS DE CONTACTO (TOUCHPOINTS)
Una vez que hayamos entendido las grandes fases que
sigue el paciente al utilizar nuestro servicio (siempre
desde su óptica) y lo que le preocupa, deberíamos
evaluar los puntos concretos donde vamos a interactuar
con él, conocidos como “puntos de contacto” o
touchpoints.
Aunque cada “viaje” pueda ser diferente, deberíamos
pensar en el caso más general para poder tener una
visión global. Cada punto de contacto va a tener varias
“características”:
•
Debemos registrar el medio por el que se produce el
contacto (personal, físico, correo, teléfono, web,
aplicación móvil…etc.), así como los artefactos que
utiliza la organización para cada interacción y el
entorno ambiental en que se desarrolla la misma.
•
Emoción que
sufre el cliente (positiva, neutral, negativa).
Estos puntos los dibujaremos en un diagrama en el que la
parte más alta representa las emociones positivas, la
media las neutras y la baja las negativas (puedes verlo
más adelante). Si unimos los puntos con líneas tendremos
una curva que muestra las emociones que siente el
cliente en cada interacción.
e. EVALUAR LOS MOMENTOS CLAVE Y SUS MÉTRICAS
Durante algunos de esos puntos de contacto se van a
producir “momentos clave”, puntos en los que el paciente
se encuentra perdido, enfadado, o feliz (no todos los
puntos deben ser memorables, sólo los clave). Estos son
puntos determinantes a la hora de que el paciente decida
pasar a la siguiente fase, y por lo tanto es crítico que
no sólo los conozcamos sino que hagamos todo lo posible
por ayudar al paciente y hacer que su experiencia sea la
mejor.
Por todo ello no sólo es importante conocer su
existencia sino crear métricas que nos permitan
identificarlos, medirlos y en consecuencia de su
conocimiento, mejorarlos.
f. AÑADIR LOS PROCESOS INTERNOS DE NUESTRA
ORGANIZACIÓN
Aunque no es en absoluto necesario, ya que estamos
creando un mapa del “viaje” que hace el cliente al usar
nuestro producto o servicio, el añadir en cada uno de
SUS puntos de interacción los procesos internos que
sigue nuestra compañía nos puede ayudar a detectar
ineficiencias, zonas “grises”, problemas de
coordinación… etc.
g. ENTENDER SUS “DOLORES” E IDENTIFICAR LAS
OPORTUNIDADES
Como último punto debemos dar un paso más y comprender
cómo se siente el paciente en cada momento
(desconcertado, interesado, perdido, cómodo…) y, sobre
todo, qué le molesta o incomoda de cada uno de los
“puntos de contacto”, ya que cada dolor es una estupenda
ocasión para rediseñar y mejorar enormemente su
experiencia como cliente. Una técnica útil que podemos
hacer es preguntarnos “¿cómo podríamos hacer esto en el
futuro?”.
Por último, es necesario destacar la necesidad de salir
del cascarón y entrevistar a los pacientes.
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