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Columna


Dos muertes en busca de una razón:
de los hechos a las esencias

“Un hecho es como un saco: vacío, no se mantiene en pie.
Para que se sostenga, hace falta en primer lugar llenarlo de razón”
Luigi Pirandello
(Seis personajes en busca de un autor)

Por el Doctor Ignacio Katz


No hay nada más viejo que el diario de ayer”, reza el refrán popular y, efectivamente, ya han comenzado a olvidarse las lamentables muertes del cadete Emmanuel Garay y la periodista Débora Pérez Volpin. El estupor del momento da paso al olvido hasta que otro hecho gana la atención del público y de los medios. Pero si en lugar de saltar de hecho en hecho, de noticia en noticia, hilvanáramos el sentido que une a distintos episodios, con el coraje de llegar hasta la última puntada, entonces la realidad dejaría de ser una colección de anécdotas para convertirse en un mapa inteligible, y podríamos pasar de la mera indignación a la acción transformadora. Al decir de Jean Paul Sartre: “Quien empiece su indagación por los hechos no logrará nunca hallar las esencias”.
Si utilizáramos un enfoque médico para evaluar los trágicos acontecimientos de Garay y Pérez Volpin, podríamos encauzar el relato desde los determinantes, los condicionantes y, finalmente, los predisponentes. Tendríamos entonces, para uno y otro caso: “deshidratación” y “paro cardio-respiratorio”; baquetas de sometimiento e impericia o mala praxis; y por último, el estado de la institución policial y la ausencia de un sistema de salud.
De esta manera, el reduccionismo de la falsa conciencia enfoca en “la sartén” (como llaman al lugar de “entrenamiento” de los cadetes que alcanza los 50 grados) y en la histología de la anatomía patológica, cuando en verdad habría que pasar de la mirada microscópica a una más amplia, que permita ver el conjunto del sistema que integra a las partes. Un análisis crítico debería seguir la máxima de Elías Canetti: “los hechos nunca son datos que permiten estructurar una historia, son sucesos, episodios, que ayudan a imaginar la panorámica del conflicto”, y así revelar el núcleo esencial: la ausencia de una atención médica en red según especialidades y niveles de complejidad, la categorización médica periódica, y el registro nacional de resultados adversos.
Con el registro nacional de casos adversos y la categorización médica periódica se apunta a capacitar al personal médico, actualizando las pericias propias de la incorporación de nueva tecnología, disminuyendo así la cantidad de casos de mala praxis a la vez que generando un corpus de nuevo aprendizaje a partir de los casos anómalos. Para ello, debiera existir un cuerpo de expertos específicos para cada especialidad, y que la categorización no sea solamente optativa. La atención en red debe respaldarse en un ordenamiento territorial que concentre la atención médica de prácticas de diagnóstico en centros especializados con profesionales capacitados, a los cuales se deriven los casos que requieran determinada intervención.
Resulta llamativo, en el caso que se cobró la vida del joven de 18 años (y que dejó en terapia intensiva a otros once cadetes), la omisión a la responsabilidad de los servicios médico-policial. ¿Dónde estuvieron los médicos mientras se “bailó” a generaciones de conscriptos y cadetes? Vale la pena retrotraerse hacia 1803 cuando, según documenta un archivo, se informa al protomédico Miguel Gorman que “se suspenda por ahora en América el castigo por baquetas que se aplica con motivo de ‘reincidencia de deserción’, hasta conocer certeramente si peligra o no la vida de quienes sufren esta pena. Se procede a estudiar todos los casos posibles para determinar la cuestión. Deberá informarse de esto a los Virreyes y Capitanes Generales de los dominios de Indias. Propone también efectuar una Junta Facultativa para resolver si se continúa con esta pena o si debe modificarse”.
La triste verdad es que no hemos superado el Protomedicato colonial. Y que aún la realidad sanitaria de las más avanzadas clínicas privadas tampoco escapa a la ausencia de un sólido sistema de salud. Hemos destruido los “nidos de maestros”, hemos privilegiado la tecnología descuidando la formación profesional de aquellos que la instrumentan, quienes requieren conocimientos, destrezas y, sobre todo, moral y ética. Las escuelas médicas permiten traducir los conocimientos de la ciencia básica médica en experiencias clínicas y habilidades, siendo sobre todo espacios de reflexión, núcleo esencial para discernir conocimientos, conductas habituales, errores y valores éticos profesionales. En estas escuelas se desarrolla la experiencia basada en la educación médica continua. No hace mucho tiempo, estas escuelas estaban representadas por los hospitales públicos, verdaderos nidos de maestros.
Hoy, pasamos de “la sartén” de la escuela de cadetes, al sanatorio de la Trinidad, sin conciencia ciudadana, y sin la responsabilidad específica que le cabe a los funcionarios y profesionales que desempeñan una función, sean policías, periodistas o médicos. Reafirmar el compromiso social en un tema prioritario como la salud resulta literalmente vital, pues lo que está en juego es la vida que atraviesa a ricos y pobres. Nunca la responsabilidad es exclusiva de una persona o sector social, pero justamente por ello, cada quien debe asumir su lugar y no eludir la oportunidad de dar un paso al frente y aportar desde su especificidad.
La doxa, la catarata de opiniones, cae en la banalidad del mal, el “don Pirulero” y el “Cuento de la buena pipa”. El caso de Pérez Volpin no es el primero de su clase, y la recurrencia muestra que las responsabilidades se terminan diluyendo en una cadena de delegaciones hasta llegar a la ausencia de los registros necesarios para evaluar lo sucedido. En el caso de Garay, los médicos no podemos ser ajenos a una sistemática vulneración de la integridad física ejercida en el marco de una institución pública. Si hace más de doscientos años el Protomedicato colonial intimó a desistir del castigo por baquetas, el cuerpo médico policial actual tendría que ponerse a la altura de la época y preservar los Derechos Humanos de los cadetes.
Como decía el personaje de Pirandello en Seis personajes en busca de un autor: un hecho es como un saco, no se tiene en pie más que si le metemos algo dentro. Se impone entonces pasar de la mirada microscópica, que profundiza en los detalles intentando desentrañar allí la explicación última, a la mirada fractal, donde la anécdota o hecho puntual constituye una parte de un todo, pero que concentra la totalidad y puede expresarla si enfocamos bien la lente. Miradas con perspectiva, ambas lamentables muertes muestran la articulación de fenómenos comunes y no únicos e irrepetibles. Irresponsabilidad, ausencia de control y desentendimiento, entre otras características sistémicas, confluyen en estos tristes episodios, y nos develan fallas esenciales que resulta imperioso superar.

Director Académico de la Especialización en “Gestión Estratégica de Organizaciones de Salud” Universidad Nacional del Centro (UNICEN).
Autor de: “Claves Jurídicas y Asistenciales para la Conformación de un Sistema Federal Integrado de Salud” - Editorial Eudeba (2012) - “Salud y políticas públicas” - Editorial UNICEN (2016)
 

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