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Espero con estas breves reflexiones aportar verdades
científicas a las mentes abiertas a la razón,
fundamentos éticos a los que luchan por la vida
priorizando a los más débiles, visión holística a los
que sienten el dolor de la pobreza y su impacto social.
Los fundamentos científico-técnicos difícilmente
modifiquen la forma de pensar de los fanáticos
ideologizados ni la de los que se mueven por intereses
meramente políticos o económicos, pero intentaré que
revisen críticamente sus posiciones dentro del marco del
debate impulsado por el gobierno nacional.
Abordemos el problema del aborto y la mortalidad materna
en cuatro dimensiones: Biológica, Bioética, Salud
Pública y Política Demográfica.
DESDE LA BIOLOGÍA
El óvulo fecundado por el espermatozoide forma el cigoto
que por mitosis comienza a multiplicarse; cuando alcanza
las 32 células se convierte en mórula, después en
blástula que se adhiere a la pared del endometrio. Entre
los días 7 y 14 después de la fecundación se completa la
implantación de la blástula en la pared uterina. El
cigoto es un ser vivo unicelular que contiene 23
cromosomas de la madre y 23 del padre. Estos cromosomas
definen que a partir de ese cigoto se desarrollará un
ser humano y no un perro o gato, también si será hombre
o mujer, de ojos claros u oscuros, alto o bajo, y aun
sus posibles enfermedades. Ese primer ser vivo
unicelular es ya un ser humano. Afirmamos que es un ser
vivo ya que cumple con los requisitos esenciales que lo
diferencian de la materia inerte (responde frente a
estímulos y se reproduce formando células que mantienen
el código genético original).
DESDE LA GENÉTICA
Podemos afirmar que el óvulo recién fecundado tiene la
misma secuencia de ADN que tendrá ese ser humano adulto,
que a su vez no es la misma que tiene la madre. El
embrión entonces no es un órgano de la madre (como el
hígado, el pulmón o el riñón), aunque dependa de ella
para alimentarse, es biológicamente un ser distinto de
sus padres (y esencialmente distinto del óvulo sin
fecundar), singular y único, con una vida tan respetable
e inviolable como la de cualquiera de nosotros. Ese ADN
y sus secuencias –aun con posibles variaciones– se
mantendrán al nacer y durante toda su vida.
Sobre estas afirmaciones hay poco margen de debate,
basta con recorrer publicaciones y textos de embriología
y genética humana.
DESDE LA BIOÉTICA
La defensa de la vida –principal derecho humano– y en
especial de los más débiles, requiere fundamentos muy
sólidos y no sujetos a discusión. Defensa que debe
extenderse desde la gestación hasta la muerte natural.
No existe diferencia sustancial entre una vida humana en
el tercer mes, en el sexto, o después del parto.
¿Qué le agrega el hecho de salir del vientre? ¿No es
acaso el mismo ser humano, con la misma identidad única
e irrepetible, aunque todavía no esté plenamente
desarrollado? El nacimiento no establece una diferencia
que trace una línea clara entre ser no humano y un ser
humano ni tampoco desarrollado y no desarrollado. La
finalidad del genoma del embrión es alcanzar el
desarrollo del individuo adulto comenzando desde el
momento de la gestación y extendiéndose este proceso
durante toda la vida. El ser humano transita un proceso
de desarrollo permanente y continuo desde la gestación
hasta su muerte. Algunos se atreven a afirmar que existe
un punto en la vida en que se alcanza el desarrollo para
justificar el aborto. Con este mismo razonamiento: ¿Está
un recién nacido desarrollado? ¿Podemos incluir a los
discapacitados aplicando esta lógica ilógica? El embrión
es un ser humano en desarrollo, ¿podríamos considerarlo
discapacitado?
El no respetar la vida del embrión sólo porque no está
plenamente desarrollado, sentaría sutilmente las bases
para una doctrina peligrosa.
Es el antihumanismo que sólo piensa la realidad desde el
punto de vista del desarrollo o “no desarrollo”, y por
lo tanto otorga plenos poderes a los más fuertes.
Provoca temor pensar en ciertas teorías que invitan a
eliminar a los más débiles, justamente por no estar
plenamente “desarrollados”, o por no ser plenamente
conscientes o plenamente productivos. ¿Son menos persona
humana por eso? ¿Tienen derecho las sociedades y los
pueblos más fuertes a destruir o someter a los menos
desarrollados? Las organizaciones de derechos humanos y
la justicia, que siempre protegieron a los más frágiles,
deben entender lo que estamos defendiendo. Recordemos
que “los pueblos se diferencian según la actitud que
asumen frente a las personas más débiles”.
La Convención Internacional sobre los Derechos de las
Personas con Discapacidad, es muy clara en relación con
la importancia de respetar el derecho a la vida. En su
artículo 3° inciso d) puede leerse una contundente
afirmación sobre “el respeto por la diferencia y la
aceptación de las personas con discapacidad, como parte
de la diversidad y la condición humanas”.
DESDE LA SALUD PÚBLICA
En 2016 hubo 245 muertes maternas, de ellas 43 (17,5 %)
fueron por aborto, el 82,5 % restante fue por causas
obstétricas directas e indirectas (diabetes,
hipertensión y otras enfermedades previas de la mujer,
sepsis, hemorragias y otras complicaciones del embarazo
y parto). ¿Quién se preocupa por estas otras 202
muertes? Más aún, teniendo en cuenta la responsabilidad
que tiene el Estado y su sistema de salud sobre ellas
(falta de control del embarazo, maternidades inseguras
por falta de sangre, de insumos, áreas quirúrgicas
deficientes, incapacidad de resolver procedimientos
anestésicos en un sistema de salud fragmentado
ineficiente e injusto).
En ese mismo 2016 murieron en la Argentina 525 mujeres
por deficiencias de la nutrición y anemias
nutricionales. No se registraron ni marchas ni debates
legislativos por este problema que se resuelve en
algunos casos con un medicamento muy barato: “comida”.
¡Siguen en este repertorio de muertes femeninas 233 por
tuberculosis, 194 por Chagas y 3 mujeres muertas por
tétanos!!!
La otra falacia la constituye la afirmación de que una
ley de aborto no punible reduce la mortalidad materna.
Los hechos concretos demuestran que el aborto es legal
en los Estados Unidos, desde 1973 y, sin embargo, su
tasa de mortalidad materna es de 26,5 por 100.000.
Irlanda en donde el aborto está prohibido tiene una tasa
de 1 por 100.000. ¿Dónde está la diferencia? EE. UU.
posee un sistema de salud mercantilizado con alto gasto,
sectores excluidos y sin acceso al sistema. Irlanda
tiene un Sistema Nacional de Salud público con menor
gasto y mejores indicadores sanitarios. Las evidencias
desmienten las afirmaciones ideológicas.
La OMS afirma que la mortalidad materna es una tragedia
global, “585.000 mujeres en edad fértil, en plena etapa
productiva y creativa de sus vidas, fallecen por año. El
99% de ellas ‘viven en el mundo en desarrollo’ y menos
del 1% en los países desarrollados”. ¿Qué tienen en
común estas mujeres que mueren en regiones con
legislación dispar? Tienen en común la pobreza.
Las evidencias demuestran que la pobreza es el mayor
factor de riesgo de mortalidad materna, el aborto es
sólo un factor de confusión.
Siempre se asoció la mortalidad infantil con la pobreza,
la exclusión social y las barreras para acceder al
sistema de salud. Si las regiones con altas tasas de
mortalidad infantil tienen también elevadas tasas de
mortalidad materna ¿por qué no vincular esta última al
mismo factor causal? El problema es la pobreza, en
cualquiera de sus expresiones: económica, social,
educacional, de salud pública y también espiritual. Las
evidencias demuestran que la legalización del aborto no
reduce la mortalidad materna (E. Koch y otros),
seguramente va a contribuir en reducir la mortalidad
infantil al seleccionar los nacimientos..., pero lo que
estamos seguros es que este debate eclipsará la
discusión de fondo sobre la pobreza y sus consecuencias
que, hoy por hoy, afecta al 28% de nuestra población.
DESDE LAS POLÍTICAS
DEMOGRÁFICAS
En las Cumbres Mundiales sobre población se intenta
permanentemente fomentar el aborto (¿pretenden
reivindicar a Malthus?). Este interés de los países
desarrollados no es filantrópico ni inofensivo. Ellos
promueven que en los países dependientes haya menos
gente, para preservar los recursos no renovables del
planeta. De otra manera, si crece la población mundial,
no podrá sostenerse el altísimo nivel de consumo de los
países poderosos. Este dato no puede ser ingenuamente
ignorado.
A MODO DE CONCLUSIÓN:
Defender la vida no es una cuestión religiosa,
científica, política, filosófica ni de militancia. Es
una cuestión de derechos humanos básica. Nacer es el
primer derecho de toda persona humana.
(*) Rector de la
Universidad Católica Argentina.
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