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El proyecto de reforma laboral incluía (insólitamente)
la creación de la Agencia Nacional de Evaluación de
Tecnologías Sanitarias (AGNET), en la desacertada
creencia de que la disminución de la litigiosidad contra
OO.SS. y prepagas, es su objetivo central.
Si bien deseable, el principal es mejorar la equidad y
eficiencia de nuestro sistema de salud.
Objetivos, que no se solucionan tampoco con las
decisiones de la Justicia, que cuando resuelve que debe
cubrirse determinado tratamiento al que recurre a ella
incurre en una discrecionalidad ignorando que el costo
de esa decisión equivale a otros miles de tratamientos
que se dejan de cubrir, si no se toma en cuenta la
efectividad de los mismos. Estas decisiones deben ser
tomadas de manera racional para evitar esta
discrecionalidad, y ése es uno de los objetivos
centrales de una agencia.
También se ha mencionado que la Agencia podría limitar
la posibilidad de que el Congreso incorpore por ley
nuevas prestaciones al PMO. Mas allá de la conveniencia
de esta práctica, ausente en países desarrollados (lo
cual habla además de la debilidad de rectoría de nuestro
ministerio de salud); la Agencia constituirá un aporte
de racionalidad a decisiones parlamentarias que muchas
veces ignoran el impacto presupuestario y prioridad
epidemiológica y sanitaria de muchas de las prácticas
legisladas; la ETS (Evaluación de Tecnologías
Sanitarias) como análisis sistemático podrá ayudar a los
legisladores para que la respuesta sea una decisión
sustentada en evidencia (a muchos de ellos les
sorprendería descubrir a través de la epidemiologia, la
escasa fracción de mejoría en salud poblacional
atribuible a intervenciones por ellos propuestas que
diariamente pagamos).
Esto nos aproximaría a una sociedad madura, justa y
confiable, especialmente cuando se afectan presupuestos
públicos sin control ni evidencias, con el estandarte de
un facilismo que llevó al país a vivir desde hace
décadas por encima de nuestras posibilidades, y pagarlo
con una desigualdad creciente. Hace algunos días, miles
de jóvenes despertaron a la política con la discusión
sobre el aborto - más allá de su convicción “verde o
celeste”- con la sesión del Senado, y se asomaron por
primera vez al oportunismo, mediocridad y en muchos
casos, ignorancia profunda de una dirigencia que
espanta.
Hoy en todo el mundo, incluyendo América latina, hay
agencias nacionales de ETS, y preocupación por mejorar
efectividad y eficiencia de los tratamientos, a la vez
de hacer sustentables y equitativos los sistemas de
salud poniendo criterios claros sobre como incorporar
nuevas tecnologías para hacer que lleguen a todos los
que las necesitan sin que el sistema de salud se haga
insustentable.
En un país que desde su origen, confunde lo que
verdaderamente es con sus deseos, y el desfase entre
vivir como “deseamos” y “podemos “cristalizó 2
sociedades: una pequeña que vive con estándares del
primer mundo y otra cada vez más amplia que se empobrece
hasta el límite de la civilización, el rol más
importante de una agencia, no es la ETS sino el poder de
convocar actores, con intereses contrapuestos de un
sistema heterogéneo y fragmentado para definir juntos
qué es excelencia clínica en cada caso, amalgamar
intereses y orientar el sistema en la dirección correcta
más allá de circunstanciales políticas de cobertura.
La Agencia se necesita para tener un sistema de salud
más justo; es una herramienta necesaria para hacer
política pública en salud integrada y transparente; para
ayudar a quien tiene la amarga tarea de juzgar entre
alternativas con presupuestos limitados y bajo presiones
varias, a tomar las decisiones más fundadas y justas,
cuando requiere priorizar, y llegar a una solución
frente a problemas distributivos complejos, donde no es
posible lograr un acuerdo que convenza a todas las
partes.
De todos modos, conviene recordar que es sólo una
herramienta: una evaluación, aun basada en datos de
calidad, y hecha por los mejores profesionales, deberá
vincularse con la verificación de qué sucede realmente
en el terreno y si está llegando a todos los pacientes
cuando lo necesitan. Así, en algunos casos incorporar la
última quimioterapia para cáncer avanzado no contribuye
a resultados si no aumentamos antes la posibilidad de
acceder a diagnóstico temprano, y en otros, el uso
racional de una tecnología implica tener acceso oportuno
a servicios en una red bien integrada y gestionada.
La evaluación debe aumentar la posibilidad de que sea
para todos más allá de que cueste más: nada debe
considerarse caro, si excelencia clínica y calidad de
atención están garantizadas para todos, pero no se puede
pagar por todo, sin considerar costo y excelencia, que
como clara y yema van juntos, pero no son lo mismo.
Lograr equilibrio entre quienes, en un extremo, no
consideran costos y deciden pagar por todo (situación
imposible y además contraproducente), y quienes piensan
que la calidad está muy bien, pero es demasiado cara
para la Argentina necesita ser económicamente
sustentable y políticamente viable: la verdadera
innovación debe alcanzar a todos los que la necesitan, y
deberá definirse claramente cuáles son las condiciones
de cobertura para que se aplique en aquellos que puedan
beneficiarse.
Hubo también propuestas de que “la filosofía que guíe a
esta agencia debe ser incomodar a los grandes
laboratorios multinacionales”. Tan absurdo, como las
decisiones de aquellos que han aprobado por ley
coberturas que no tienen ningún respaldo de efectividad,
garantizándolas para aquellos que tienen obras sociales
y prepagas, ignorando al tercio de argentinos de la peor
condición que siguen sin poder acceder a servicios
mínimos.
Solo una Agencia, construida de manera impecable con
personal idóneo y libre de presiones, será capaz de
lograr el respeto necesario para llegar a acuerdos que
beneficien a todos, y no será sólo la probada capacidad
técnica de sus investigadores ni su metodología avanzada
lo que la sostendrá ante las inevitables tempestades que
siguen a algunas decisiones, sino su impronta de
excelencia y su capacidad de inspirar confianza. Y este
no es principalmente un problema técnico. La ETS es un
proceso técnico; la priorización uno político. Si la
Agencia no logra representar esto no gozará del poder
para convocar diversos intereses, corroborar si tienen
compromiso genuino con la salud para todos, y lograr
precios responsables donde todas las partes se
benefician y el acceso a tecnología innovativa no se ve
demorado innecesariamente y es accesible para todos.
Sería bueno, además, que ayude a que la salud esté en
los medios, la agenda pública y política: discutir
porque, si gastamos cerca de 10% del PBI en salud, parte
de la población sobreconsume servicios muchas veces
innecesarios y otra no accede a los indispensables; o
porqué 1/3 del gasto se va en medicamentos sin
resultados sanitarios. Que se genere definitivamente un
impulso de cambio que fortalezca la endeble constitución
moral de la sociedad, orientando las costumbres hacia el
bien general.
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