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Con esa “amigable” pregunta de
inicio me recibió un CEO de una
corporación internacional cuando fui
a tener una primera reunión
exploratoria. En general los
recibimientos de los clientes son
mucho menos complicados que ése,
pero uno debe adaptarse a todo y
saber asimilar la “brutal franqueza”
de algunos interlocutores. Es más,
para que me quedara claro que él no
creía en absoluto en la Consultoría,
su segunda frase -muy sonriente,
claro- fue peor aún: “un Consultor
es el que te cobra por decirte lo
que ya sabes”.
En realidad, esos inicios significan
básicamente un gran desafío como es
el de poder transformar la
desconfianza en confianza plena. Por
cierto no es una tarea sencilla,
pero como dicen los millennials: es
divertido.
Digamos que muchas veces no es fácil
tratar con personas que alcanzan
posiciones de dirección en una
organización y que son -en líneas
generales- individuos exitosos.
Divido a los ejecutivos en tres
grupos: Los que saben que no saben
específicamente del tema -y por ende
buscan alguien que les ayude a
comprenderlo y resolverlo- que son
la gran mayoría; los que no saben
que no saben, en donde naturalmente
el trabajo no es sencillo, pero que
-gracias a Dios- son una pequeña
minoría- y finalmente los que tienen
cierto nivel de conocimiento pero un
nivel de inteligencia superior a la
normal, con quienes interactuar es
un verdadero placer, ya que uno
también crece con la experiencia.
Nuestro mercado cuenta con un
excelente plantel de Consultores
(algunos de los cuales también
escriben desde estas páginas como
Patricio Pasman y Oscar Cochlar) y,
en honor a ellos, no voy a describir
mis tareas de Consultoría ya que el
propósito de este artículo no es
comentar sobre el producto en sí
mismo.
Cuando conozco a alguien por primera
vez, luego de escuchar atentamente
el problema que presenta, suelo
presentarme con una frase: “Le
confieso que mi inteligencia es
baja, más aún...muy baja, lo que he
aprendido en estos 35 años de
Consultoría es a saber lo que no hay
que hacer”. Más allá de romper el
hielo, la “confesión” tiene la gran
virtud de que alineamos intereses en
forma inmediata ya que eso significa
que él y yo vamos a encontrar
soluciones y, sobre todas las cosas,
a no cometer errores que impacten
sobre su gestión.
Y es verdad. A lo largo de tantos
años de trabajo uno se ha equivocado
y ha visto también equivocarse a
otros, lo cual brinda una
herramienta de trabajo fantástica.
Recuerdo una vez en que un Banco
internacional nos contrató para
rediseñar la política de cobertura
médica que le brindaban a sus 4.000
empleados y unificar los 17 Planes
Médicos que tenían en tres empresas
diferentes del grupo, los que a su
vez eran brindados por tres empresas
Prepagas diferentes. Una tarea
compleja. Lo cierto es que iba
analizando Plan por Plan y tratando
de unificar “hacia arriba” el
beneficio, ya que siendo la salud un
tema sensible, nunca falta alguien
que si ve alguna mínima cosa
reducida diga: “me bajaron los
beneficios”. Se trataban de unos
cuarenta ítems de los cinco Planes
que asignaban a los diferentes
niveles, en las tres Prepagas, lo
que hacía que se generaran 600
posiciones diferentes. En un momento
me encontré con el rubro reintegros
del “Galeno de Práctica”. Un rubro
por cierto que es muy poco utilizado
para el cálculo de reintegros ya que
como usted sabe amigo lector,
prácticamente nadie se hace un
estudio por fuera del sistema: Aun
usando médicos particulares los
estudios se hacen en instituciones
de Cartilla.
Allí encontramos que uno de los tres
Planes el valor del comentado Galeno
de Prácticas, era exactamente la
mitad que en los otros dos. Miré
seguidamente cuántos afiliados
estaban en esa Prepaga y en ese Plan
y encontré solo 5. Los otros 300 se
encontraban en los otros dos
prestadores. Naturalmente me pareció
innecesario impulsar un incremento
de costos en un rubro prácticamente
sin uso alguno y con menos del 2% de
los beneficiarios.
Lanzamos los nuevos Planes con un
éxito fantástico. Cinco días después
me llama el Gerente de Recursos
Humanos para decirme que una
empleada había llamado para
reclamar: “Me reintegraron la mitad
de lo que me reintegraban antes!!
¡¡Bramaba...me redujeron mi
beneficio!!”. Fue terrible el
aprendizaje: nunca más en los
siguientes 20 años de trabajo
cometería de vuelta el mismo
error...lo que podríamos denominar
-siendo indulgente conmigo mismo-:
desarrollo del expertise.
Volviendo al eje de la cuestión,
digamos que hay dos situaciones que
un buen Consultor debe evitar: nunca
debe hacerse una labor de
Consultoría si hay dudas que el
trabajo final puede ser exitoso para
el cliente. Y más aún, se debe
decididamente evitar la Consultoría
si se sabe que va a ser perjudicial
para quien nos contrata. Aquí es de
aplicación aquella frase de un
estupendo Médico Cirujano: “Tardé
veinte años en aprender a operar y
otros veinte años en saber cuándo no
operar”. Maravilloso.
Es decir que la ética es un valor
fundamental de la Consultoría y
seguramente uno de los pilares del
prestigio que todo Consultor debe
contar. Porque ese prestigio es la
llave que abre las puertas y genera
la confianza en el cliente. No es
casual que el Capítulo I de un
estupendo libro sobre marketing que
lleva de título “Haciendo llover”
(“Rain making” en el original) fuera
“Construye tu propio podio”, desde
allí todo es más fácil...fantástico.
También digamos que trabajar con los
mejores Directores de RRHH es un
aprendizaje maravilloso. Rafael
Berges en el Banco de Galicia,
Fernando Dasso en YPF, Eduardo
Laporte en Renault Argentina,
Guillermo Willi en Globant, Diego
Serantes en Shell, son ejemplos de
“jugadores de grandes ligas”. Jamás
les vi discutir una idea cuando
veían que era mejor o más práctica
que una que habían tenido ellos.
Nunca los vi “defender”
posiciones...siempre buscando lo
mejor, el mejor resultado...un
aprendizaje para uno sin dudas.
Más difícil sin embargo es a veces
trabajar con pares de nuestra propia
corporación. No nos olvidemos que
una corporación trabaja cuentas
globales, de forma tal que muchas
veces me he encontrado que nuestra
oficina de Chicago o de Washington
le facturaba a un cliente veinte
millones de dólares anuales. Eso
hace que el Director General de la
cuenta se preocupe fuertemente de
los resultados que le brindamos al
cliente aquí… en el fin del mundo.
Naturalmente ellos trabajan con otro
modelo. Allí el deducible -lo que
llamamos la franquicia en seguros-
es parte básica de cualquier seguro
de salud, lo mismo con los coseguros.
Convencerlos que un buen diseño
local y regional no debe tener
ninguna de las dos cosas es una
tarea ciclópea. Pasa lo mismo con
las casas matrices de nuestros
clientes locales. Actualmente
estamos rediseñando la política de
un Banco internacional, en donde
además de los Ejecutivos locales
participan del análisis los número
uno del mundo de RRHH y de
Beneficios. Naturalmente, ser claro
con el interlocutor al explicar el
modelo argentino no es una tarea
sencilla.
¿Cuál es entonces en la gran
diferencia entre el Ejecutivo y el
Consultor? Básicamente que este
último cuenta con un elemento clave:
Mayor información y más experiencia
específica.
Ya sabe que es lo que puede alcanzar
con el proveedor porque ya lo ha
negociado antes en otros clientes,
en general sabe su costo y sobre
todo sabe quién está dispuesto a
hacerlo de una forma distinta… y
también sabe lo que no hay que
hacer, expertise como señalábamos
antes.
Digamos que el objetivo, al final
del camino, es que el cliente se
sienta satisfecho de haber
contratado la Consultoría al
comprobar que no hubiese alcanzado
los resultados sin ella. ¿No es poco
verdad?
(*) Director de Salud Corporativa de
Willis - Towers Watson.
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