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LPara hablar del ejercicio de la medicina, llámese
oficio, profesión, o simplemente actividad médica,
resulta necesario relacionar la ciencia con sus
prácticas, es decir, en este caso particular, la
medicina con la profesión médica, sabiendo que la
ciencia ha estado precedida por la práctica, fuera ésta
empírica o mágica, ya que la ciencia nació,
precisamente, a partir de las necesidades prácticas. Sin
embargo, debemos subrayar que, aunque haya sido ese su
origen, la ciencia se ha constituido a condición de
trascender sus propias necesidades. De ahí que se impone
la articulación entre la Educación Médica (con sus
requerimientos esenciales) con la Organización Formal de
la Práctica Médica: el oficio médico en sí mismo en un
contexto dado por la condición asistencial y el ámbito
sanitario.
Necesitamos hacer uso de todas las ciencias y
disciplinas (desde la biología y la química, hasta la
sociología y antropología, pasando por la ingeniería,
administración y gestión informática) para sistematizar
normas y procedimientos, pero sin caer en los peligros y
falacias del biopoder y del cientificismo. Es decir que
la planificación debe estar al servicio de la salud y de
la libertad humana, de manera de dar consistencia a una
vida soberana.
Para ilustrar esto, propongo caracterizar dos palabras
que considero básicas para comprender esta confluencia,
así como sus fallas a rectificar. Me refiero, por un
lado, a ensamble. Por tal entendemos la unión de las
piezas que conforman un producto. En este caso el
ensamble está dado por la relación del médico y el
paciente-usuario, y su finalidad resultante: la Salud.
De la cual deriva el concepto de empatía, que
interpretamos como la capacidad de percibir y comprender
con la finalidad de ayudar. Como vemos, se trata de un
valor humano básico.
El segundo término es plexo, es decir, la red
constituida por el entrelazamiento de distintos
componentes, tales como el conocimiento, la reflexión y
el arte médico. En virtud de la necesaria
interdisciplinariedad que debe acompañar a la medicina,
se trata del plexo correspondiente, por caso, a la
antropología, biología, química, sociología, entre
otros, y por su puesto al propio plexo médico. Estos
pueden estar en equilibrio, deformados, lesionados o
intoxicados por el contexto.
Las instituciones funcionan dentro de una estructura
social y un determinado comportamiento carece
prácticamente de significado si se la separa del
referido contexto, lo que es indispensable para
comprender nada menos que los orígenes de la desigualdad
social, la pobreza y el subdesarrollo que constituyen el
contexto de nuestra práctica médica actual. Reconocer
esta realidad es indispensable para arribar a un
diagnóstico que, de ser válido -al decir de Paracelso-,
contiene su terapéutica a fin de alcanzar la justicia.
El panorama actual del campo sanitario argentino nos
muestra una fragmentación de autoridades, planes y
jurisdicciones. Cual un conjunto de piezas dispersas, se
imposibilita cualquier atención digna y en los tiempos
adecuados. Esta situación favorece la autonomización de
ciertos sectores que, como si fueran castas, consideran
que deben darse sus propios ordenamientos y no acatar
ninguna autoridad constituida. Esta conducta corporativa
implica que esa clase de grupos se emancipa de cualquier
responsabilidad directa de su accionar y no rinde
cuentas ante nadie. De esa manera, esa “casta” se
considera independiente de cualquier reglamentación y
privilegia sus propios códigos, objetivos e intereses.
Lejos quedaron los años de profesión liberal. La
“proletarización” de los médicos con el auge de las
prepagas y el corporativismo que no cuenta con un
control estatal adecuado dejan a la medicina dependiendo
de empresas e intereses del mercado. Tampoco se trata de
construir sujetos presos de una medicalización estatal,
sino portadores de su potencia vital por poseer el
derecho individual y social de una atención sanitaria
integral, adecuada, y oportuna.
El año pasado un caso en Salta mostró la cartelización
de sanatorios privados. La Comisión Nacional de Defensa
de la Competencia (CNDC) multó por $22.768.860 a 15
clínicas de la provincia norteña y a la Asociación de
Clínicas y Sanatorios Privados (Aclisasa) del mismo
distrito por “cartelización de precios”. Asimismo, son
recurrentes los aumentos sincronizados y similares de
medicamentos de la mayor parte de los laboratorios que
ofertan en el país.
Pero no se trata “solamente” de que los oligopolios
impongan los precios de los medicamentos, sino de que
intervienen en el propio oficio médico, tergiversando la
atención, imponiendo ritmos, protocolos y demás
cuestiones que buscan la celeridad, la tecnocracia, la
burocratización, la despersonalización, el
encarecimiento y la sobremedicación. Vale advertir que
en esta dinámica inciden no sólo las corporaciones
financieras, sino también las propias corporaciones
médicas y las obras sociales, entre otras.
¿Cómo superar estadios en los que los gobiernos han
cedido a los colegios profesionales la matriculación sin
integrarlos a la gestión asistencial como miembros
activos? ¿Cómo demandarle al Estado actitudes a
concertar con las universidades y las escuelas médicas,
para que agreguen a sus currículos los requisitos
médicos nacionales, regionales y locales que respondan a
las pautas que surjan de un observatorio de salud?
Finalmente, ¿cómo lograr que el Estado asuma su rol de
garante-responsable del derecho a la salud?
Por otro lado, así como existen los oligopolios, también
existe el menos conocido concepto de monopsonio. Se
trata de un demandante cuasi-monopólico en vez de
oferentes. En este caso es el propio Estado quien
detenta esta privilegiada posición que no aprovecha. Ya
sólo el PAMI podría fijar en buena medida un nivel de
precios de sus compras a los laboratorios. O compras
coordinadas de los 34 hospitales de la Ciudad de Buenos
Aires, por dar otro ejemplo.
El foco del tema pasa por cómo enhebrar necesidades,
problemas y demandas en el campo de la Salud Pública, a
fin de plantear un plano de concordia en la comunicación
que articule en forma armónica la antropología de la
medicina con la atención de la salud y así potenciar su
finalidad: producir salud y consumir asistencia médica
en el ámbito cotidiano y en contingencias reales.
Sólo mediante una articulación dinámica y armónica de lo
que resumimos con los términos de ensamble y plexo, el
desarrollo de la práctica médica será eficiente desde el
punto de vista equitativo, moral y ético, respetando
para cada población su biodiversidad, tecno-diversidad,
y diversidad cultural.
En definitiva, se trata de fortalecer la organización
formal de la práctica frente a la anomia que rige en
esta área sanitaria. El aglomerado (la adición) de
criterios aislados en acreditación, habilitación,
categorización y registro de eventualidades adversas,
entre otros, terminan en un embudo que sólo adquiere
relevancia pública en casos resonantes de mala praxis.
Manifestados habitualmente como hechos aislados y no
como síntomas de un proceso asistencial que requiere ser
monitoreado.
A partir de una genuina interacción entre Estado y
sociedad civil, mediante una planificación estratégica
sanitaria nacional, podremos acercarnos a una
configuración social más justa. Hay que superar falsos
consensos entre la burocracia estatal y las
corporaciones médicas, para volver a poner en el centro
de la escena al verdadero vértice de la acción: el
paciente-usuario
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Ignacio Katz, Doctor en Medicina - UBA. Director
Académico de la Especialización en “Gestión
Estratégica de Organizaciones de Salud”
Universidad Nacional del Centro - UNICEN. Autor
de: “La Fórmula Sanitaria” Eudeba (2003).
“Claves Jurídicas y Asistenciales para la
Conformación de un Sistema Federal Integrado de
Salud” - Editorial Eudeba (2012). “Argentina
hospital. El rostro oscuro de la salud” - Visión
Jurídica Ediciones (2018) |
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