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En el número anterior
nos referíamos a la aceptabilidad del riesgo en medicina
por los médicos, los pacientes y la población en
general. Una de las cuestiones sobre las que más se ha
venido trabajando en los últimos años en materia de
prevención de dicho riesgo, es en el reconocimiento de
la existencia del error. Las fallas de los sistemas
complejos como es el cuidado de la salud de las personas
estimulan a interesarse en el rol del error humano para
que se produzcan esas fallas. La literatura médica,
jurídica y de otras actividades humanas productivas,
muestra la importancia del error humano. Es así como en
el análisis de los accidentes en general, se imputaba un
65 a 80% de las causas inmediatas a los operadores de
primera línea en la industria en general, y la de los
transportes públicos (Woods y al., 1994; Hollnagel,
1993). Para mejorar la seguridad de los sistemas fue y
es necesario tener en cuenta varias nociones. “El error
es inseparable de la inteligencia humana” se decía.
Reason, J. (1990). L’erreur humaine. Paris: Presses
Universitaires de France. Reason, J. (2009). El error
humano. España: Editorial Modus Laborandis “Errare
humanun est” JAMA, Journal of American Medical
Association, abril 2001.
El hombre debe desarrollar estrategias efectivas para
evitar las limitaciones de sus capacidades. El operador
humano está limitado en sus recursos, limitado en su
racionalidad, pero no se somete a esa limitación. Su
amor propio se lo impide.
En consecuencia, qué debe hacer: organizar su
conocimiento para afrontarla: reducción de la
complejidad, conducta proactiva, funcionamiento por
ensayo/error, realización en paralelo de varias tareas,
economía de los recursos que llevan a preferir un nivel
de conducta automático a un nivel de conducta
controlado, entre otros.
Esa manera de proceder va acompañada de una toma de
riesgos pues privilegia el resultado a expensas del
análisis exhaustivo de las situaciones o de la
concentración en una sola tarea. La elección de dicha
“estrategia” por parte del cerebro humano tiene en
cuenta (aunque a veces la sobreestima) la capacidad de
recuperación en caso de error. A mi modo de ver, vuelve
a equivocarse. El error es la consecuencia natural de
ese funcionamiento y no puede ser suprimido. Por esa
razón, los errores son frecuentes en las actividades
humanas, a veces se producen varios por hora, pero su
índice de detección y de recuperación por parte de su
autor es muy elevado, del orden del 80% (Reason, 1993),
y riesgoso.
¿CUÁLES SON ESOS
DIFERENTES MECANISMOS DE ERRORES?
·
Los errores de rutina.
Corresponden al funcionamiento que se basa en la
costumbre. Se trata de fallas en la vigilancia de la
ejecución. La acción se desarrolla sin un control
consciente, dentro del marco de problemas cotidianos. El
sujeto no ha tomado conciencia de la existencia del
problema. Se trata de los errores más frecuentes.
·
Los errores de
activación de conocimiento.
El sujeto se encuentra frente a una dificultad que no
puede resolver de una manera rutinaria. Tiene conciencia
de tener un problema y busca una solución. El error va a
resultar de una mala solución la que resulta a su vez de
la activación de una mala regla. Este error no es
contradictorio con la idea que el sujeto cree poseer el
conocimiento de la solución correcta; pero no ha sabido
activarla, recuperarla en la memoria, o no ha podido,
por falta de tiempo saber utilizarla; otra solución
-menos válida pero inmediatamente disponible- se ha
impuesto a su lógica de acción.
·
Los errores de
posesión de conocimiento.
El sujeto ignora la solución del problema que debe
resolver. Moviliza toda su cognición, lentamente, paso a
paso, para producir una nueva solución. El error puede
entonces revestir diferentes formas: solución correcta
fuera del plazo normal, mala solución, solución
incorrecta.
Teniendo en cuenta lo que antecede, la prevención de las
fallas humanas se basa en la construcción de sistemas
capaces de limitar y que el resultado tolere ciertos
tipos de errores.
Los requisitos previos son por supuesto la adecuación de
la capacitación de los operadores con las actividades
médicas que les son confiadas, por el paciente y su
entorno y por la Organización, habida cuenta de que su
error arrastra a él y a todos al reclamo.
Esta capacitación permite en especial reducir los
errores de posesión y de activación de conocimiento sin
suprimirlos totalmente. Ese mecanismo da origen a los
procesos de selección, de formación y de calificación de
los profesionales. No obstante, este enfoque no es
suficiente.
Se debe insistir en un ejercicio: el error es evitable
porque es relativamente previsible en función de lo que
está en juego en el momento, las condiciones de trabajo,
las competencias, si se tiene el conocimiento, la
capacitación y la actitud para evitarlo.
Lejos de ser una constatación inquietante para la
seguridad, ese resultado pone el acento sobre la
necesidad de darle un tratamiento a las circunstancias
favorecedoras de los errores o sus consecuencias,
(prevención) más que procurar suprimir todo error. Esto
último no es posible.
Lo que hay que considerar en realidad es todo el vínculo
entre el accidente y el error.
Un sistema seguro no es aquél en el cual no se comete
errores, sino un sistema que se protege mediante una
serie de defensas en profundidad contra el desarrollo de
“historias de accidentes” a partir de los errores
cometidos. Ninguna de esas defensas puede garantizar la
seguridad, pero su acumulación termina por conferir una
confiabilidad aceptable al sistema. La detección y la
recuperación de los errores debe ocupar un lugar
importante dentro del sistema.
La gestión de los errores y del riesgo médico, de lo que
tanto se habla, pero todavía se hace poco, se basará en
la implementación de defensas en profundidad adaptadas.
Para desarrollar una cultura de gestión de los riesgos,
conviene disociar las nociones de falta y de error. El
error humano siempre se presentó como una falla culpable
ligada a la inconstancia del ser humano, capaz de lo
mejor y de lo peor. Es a la vez un obstáculo para la
obtención de una performance regular y repetitiva, y la
fuente de fallas más graves que ponen en peligro la
permanencia del sistema (accidentes, eventos adversos).
Para desarrollar una cultura de gestión de los riesgos,
una acción que se aparte de la norma debe ser examinada
independientemente de la responsabilidad del individuo.
Se trata de determinar las causas y el contexto del
error. Esto supone liberarse de la búsqueda del
responsable.
En efecto, todo sistema lleva en sí mismo condiciones
que favorecen el error: defectos de concepción de la
tarea, inexistencia de concepto de trabajo en equipo,
defectos de capacitación, defectos de comunicación,
defectos de reglamentación, carencias de gerenciamiento.
Se trata de errores latentes. El operador de primera
línea (médico tratante) revela esos errores latentes
mediante errores patentes con motivo de circunstancias
particulares. El análisis de los accidentes ya no está
centrado únicamente en los errores de los operadores.
También lo está en la búsqueda de las insuficiencias en
las defensas del sistema que permitieron que el error
del operador, la falla o una combinación de ambos,
degeneraran en accidente.
Para hacer progresar la seguridad, conviene considerar
que el accidente no está ligado únicamente al error del
operador.
El accidente está más bien ligado a las situaciones en
las cuales un error humano ha podido ocurrir, y,
mediante una “cadena de circunstancias”, conducir al
accidente por falta de protección del sistema. El
accidente no es más que el revelador de una o varias
defensas defectuosas del sistema en su conjunto. Un
sistema seguro debe permitir resistir a los errores y a
las fallas, y protegerse contra sus consecuencias: se
trata del enfoque sistémico de la gestión de riesgos.
Sin embargo, en ciertos casos, el error humano será
considerado como una falta susceptible de comprometer
una responsabilidad. La ley y la jurisprudencia definen
el régimen de responsabilidad aplicable a esas
situaciones de varias formas y con distintos argumentos.
Con el nuevo Código Civil y Comercial, una diversa y
específica legislación en vigencia y los Tratados y
Pactos incorporados a la Constitución Nacional, sería
bueno que la Comunidad Médica se decidiera en forma
individual a desarrollar sistemas de protección.
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