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El 10 de octubre de cada año se
celebra el “Día Mundial de la Salud
Mental”, una iniciativa que tiene
por objetivo reflexionar sobre el
tema con el fin de contribuir al
bienestar de las personas a través
de una mejor salud mental.
Naturalmente la Argentina es un país
original -o peculiar- en muchos
aspectos. Como no podía ser de otra
forma, la Salud Mental es uno de
ellos y presenta grandes
contradicciones. Por una parte, el
sistema estatal argentino pretende
atender todo tipo de problemáticas.
Así, el Programa Médico Obligatorio
estipula una cobertura bastante más
generosa que la vigente en otros
países (30 sesiones de psicoterapia
al año, un mes de internación
psiquiátrica u hospital de día,
etc.). Al mismo tiempo, los recursos
que se dedican a esta problemática
son francamente escasos: La
Argentina es el país que menos
invierte en salud en general, y en
salud mental en particular, como
porcentaje de su PBI en América
latina (1).
Para entender más la problemática,
consultamos a un reconocido
especialista en el área, el Dr.
Pablo Hirsch, médico especialista en
Psiquiatría, gerente general del
Centro Privado de Psicoterapias,
autor de numerosos trabajos y de los
libros, “Arte y Oficio del
Psicoterapeuta” y el muy interesante
-y exitoso en ventas- “Inteligencia
para el Bienestar”.
Si centramos nuestro análisis en lo
que ocurre en el mundo de la
medicina prepaga y de las obras
sociales, nos explica Hirsch,
podemos ver que la tasa de consulta
se ha incrementado en un porcentaje
altísimo en los últimos años, en la
medida en que se incorporaron nuevas
patologías (diversas problemáticas
de la niñez que ahora son
consideradas tratables, patologías
asociadas al envejecimiento
poblacional, adicciones, entre
otras.). La tasa de uso en muchas
prepagas u obras sociales de
dirección ha pasado del 3 al 7 por
ciento anual en quince años. Al
mismo tiempo, continúa explicando,
el gasto, medido en proporción al
gasto total en su plan de cobertura,
ha bajado a menos de la mitad. Dicho
de otra manera, la obra social o
prepaga promedio atiende hoy el
doble de casos con la mitad
-proporcionalmente hablando- de la
plata.
La disminución del dinero real
aplicado a salud mental deriva de
que, ante la relativa falta de
recursos, el sector de obras
sociales y prepagas ha ido
destinando una proporción creciente
de su ingreso a la renovación de
infraestructura y tecnología en
detrimento de los ingresos
profesionales. Al ser la de salud
mental una especialidad con bajo
empleo de tecnología y amplia oferta
de profesionales, los recursos
destinados a ella van disminuyendo
en proporción, aunque el marco legal
y los cambios culturales llevan a
que la prevalencia de trastornos
mentales y la demanda de
tratamientos sea cada vez mayor.
Sólo a título de ejemplo, y con
relación al comentario realizado
respecto de la sobreoferta de mano
de obra profesional que posibilita
esto, nos señala Hirsch que un
informe realizado por el referente
en el tema el Dr. Modesto Alonso
actualmente hay en nuestro país
101.217 psicólogos egresados,
resultando la tasa más alta del
mundo, duplicando la del siguiente
país que es Dinamarca. Es decir que
tenemos un psicólogo cada 400
habitantes...o sea, en promedio, un
Psicólogo prácticamente cada 130
familias...
Esto posibilita, dice el Dr. Pablo
Hirsch, que la Argentina se
encuentra hoy probablemente en el
piso de los honorarios que perciben
los profesionales de salud mental en
el campo de la medicina prepaga.
Oscilan entre u$s 5/7 y los u$s 14,
encontrándose -en líneas generales-
las empresas prepagas en la banda
inferior y las Obras Sociales de
Dirección en la banda superior.
Como usted ve amigo lector, la tan
comentada percepción de calidad
superior de las Obras Sociales de
Dirección por sobre las prepagas
tiene un fundamento en una clara
diferencia en los honorarios que
abonan las entidades y por lo tanto
en el nivel de los profesionales que
contratan unos y otros. De hecho,
cuando en Willis Towers Watson
realizamos encuestas de percepción
de calidad sobre los planes de
cobertura médica, en promedio un 35%
de los consultados nos dice que la
cobertura en Salud Mental que le
brindan es regular o mala.
Naturalmente, cuando se ve la
“inversión” que se realiza en el
área en materia de honorarios y
gastos, se comprende perfectamente
el porqué de los resultados.
Aquí la pregunta importante que
debemos hacernos, continúa Pablo
Hirsch, es muy simple ¿es posible
lograr un nivel de calidad aceptable
si los profesionales cobran
honorarios cada vez más bajos?
Numerosos estudios indican que no,
porque las personas capaces migran
hacia actividades mejor remuneradas.
Para expresarlo de otra manera,
niveles altos de honorarios no
aseguran prestaciones de calidad,
pero niveles bajos de honorarios
hacen extremadamente difícil hacer
que se pueda mantener un nivel de
calidad aceptable. El profesional
tiende a tener cada vez menor
preparación y dar la mayor cantidad
de prestaciones posibles para
sobrevivir.
Naturalmente el panorama que nos
presenta el Dr. Hirsch no resulta
para nada fantástico. Sobre todo, si
tenemos en cuenta el pasado
reciente, el presente y el futuro
próximo: según el primer Estudio
Argentino de Epidemiología en Salud
Mental, publicado en la revista
científica Social Psychiatry and
Psychiatric Epidemiology uno de cada
tres argentinos mayores de 18 años
presentó un trastorno de salud
mental en algún momento de su vida.
“Los más frecuentes fueron el
episodio depresivo mayor, seguido
por el abuso de sustancias y las
fobias específicas. Para 2020 se
considera que la depresión va a ser
uno de los trastornos más frecuentes
en la población en general”, explicó
el médico psiquiatra Juan Carlos
Stagnaro, profesor titular del
Departamento de Psiquiatría y Salud
Mental de la Facultad de Medicina de
la UBA y uno de los autores del
trabajo.
Con este panorama, la pregunta es si
podemos hacer mucho para realizar
las cosas mejor con la plata que se
destina hoy. Al respecto Hirsch
expresa que, si se implementaran
programas de mejoramiento de la
calidad, se podrían pagar mejores
honorarios sin aumento del gasto.
Los interrogantes, según Hirsch,
surgen a la hora de analizar si el
programa es el mejor que se podría
brindar con esa cantidad de
recursos. Por ejemplo, nos comenta,
se fijan treinta “visitas” por año,
hasta un máximo de cuatro por mes.
¿Por qué treinta? Nadie parece
saberlo. No tengo registro de
estudios que establezcan ese número
como apropiado o ideal para el
tratamiento de alguna problemática
en particular, nos dice. Se colige
entonces que se fijó un número con
la preocupación de que no fuese muy
limitativo. De esta manera todo el
mundo puede tratarse “un poquito”.
Con este esquema, el paciente grave,
que necesita de una serie compleja
de intervenciones en diferentes
niveles, tiene derecho al mismo
número de prestaciones psicológicas
o psiquiátricas que el paciente
levemente deprimido, que puede
mejorar en diez o doce sesiones.
¿Qué decir de las sesiones
psicopedagógicas, o del tratamiento
grupal o de pareja? Dado que toda
problemática parece tener derecho a
la misma cantidad de intervenciones,
es evidente que la cantidad y
frecuencia de las mismas parece
tener más que ver con la capacidad
de presión del paciente identificado
o su familia que con el esquema de
tratamiento más adecuado para su
padecer. En definitiva, se garantiza
(mejor que en muchos lugares) un
derecho a la atención. Pero en
ninguna parte queda establecida la
calidad de esa atención.
Naturalmente, a uno inmediatamente
le surge la pregunta: ¿a qué se
llama calidad de atención?
Hirsch nos explica que en general,
la efectividad se mide hoy de
acuerdo con cuatro parámetros:
disminución de intensidad de los
síntomas, mejora de la calidad de
vida, disminución del gasto médico
asociado y disminución de
recidivismo. Por ejemplo, es posible
que la persona tenga síntomas
fóbicos menos intensos, o que a
pesar de seguirlos teniendo sea
capaz de hacer algo que antes no
podía, o que concurra a hacerse
estudios por diversos padeceres
menos veces.
En términos de mejora de la calidad,
Pablo Hirsch nos cuenta que es
interesante la experiencia del Reino
Unido. En el año 2008 se puso en
marcha el programa de “Mejora del
Acceso a las Terapias Psicológicas”
(Improving Access to Psychological
Therapies, IAPT), desarrollado por
Richard Layard, ex ministro de
economía y David Clark, con el
objetivo de tratar los trastornos de
ansiedad y depresión mediante
técnicas cognitivo-conductuales en
Atención Primaria, siguiendo las
recomendaciones de las Guías
elaboradas por el Instituto Nacional
de la Excelencia para la Salud y la
Atención del Reino Unido (National
Institute for Health and Care
Excellence, NICE). Este programa,
continúa Pablo Hirsch, proporciona
tratamiento psicológico en todo el
Reino Unido de forma individual y
grupal. Comienza por una evaluación
inicial (habitualmente telefónica)
donde se determina si un paciente es
adecuado para el programa y donde se
evalúa la intensidad de tratamiento
que requiere el paciente (baja
intensidad, alta intensidad o
servicios especializados de salud
mental). Las características
principales del programa son:
-
Se trabaja con protocolos de
intervención basados en la evidencia
y una supervisión clínica intensiva.
-
Se monitorean los resultados de
todas las sesiones clínicas,
recopilando la información del
personal y de los consultantes.
-
El programa busca alcanzar tasas de
acceso y recuperación cuantificadas.
El éxito del programa es notable nos
comenta Pablo Hirsch. Según los
últimos datos cerca de 950.000
personas al año acceden para una
evaluación inicial y asesoramiento,
de los cuales más de 537.000 reciben
terapia psicológica.
Es decir que se pueden hacer las
cosas de manera diferente. La gran
pregunta es si hay alguien
interesado en eso... o si tendremos
malos servicios garantizados.
(1)
http://www.ms.gba.gov.ar/sitios/congresosaludmentalyadicciones/2017/05/13/gasto-en-servicios-de-salud-mental-estudio-en-un-grupo-de-paises-y-comparacion-con-el-caso-argentino/
(*) Director de Salud Corporativa de
Willis - Towers Watson.
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