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Año de elecciones y nuevamente Salud sigue sin aparecer
en la agenda de los partidos políticos y de la sociedad.
Hay algo que no estamos escuchando o no se está diciendo
o el sistema de salud funciona mejor de lo que pensamos.
La parte de la sociedad que se expresa a través de sus
representantes (trabajadores formales, discapacitados,
jubilados y pensionados, personal en relación de
dependencia en la administración pública nacional,
provincial y municipal, autónomos, monotributistas,
pequeños, medianos y grandes empresarios de manera
conjunta con sus respectivas familias) si bien critican
y utilizan las justicia para reclamar no ponen salud
entre los problemas más relevantes. Son las personas que
están protegidas por obras sociales, medicina prepaga,
institutos provinciales, PAMI, incluir salud y otros
seguros.
Pero los invisibles son aproximadamente 15 millones de
personas, algunos con planes y otros no, con trabajos
informales, con una ciudadanía muy débil que suelen
tener un voto condicionado por las necesidades y las
condiciones de vida.
Con escasa conciencia y conocimiento de lo que es el
derecho a la salud, percibido mucho más como la
recuperación de la salud perdida antes que los cuidados
personales y la prevención este colectivo no reclama por
el derecho a la salud. Un sector ignorado al momento de
ejecutar políticas concretas y que los funcionarios con
las cuales poder llegar a la medula de este colectivo
que suele vivir en entornos con fuertes
condicionamientos de los determinantes de la salud.
Ambiente insano (aire y agua), dificultades para acceder
a médicos y otros actores de la salud colectiva, bajo
nivel educativo como para comprender e internalizar el
riesgo, descomposición familiar, presencia de droga y
otras adicciones, violencia e inseguridad en el entorno,
mala alimentación, etc.
Este colectivo no puede estar atendido por un programa
médico obligatorio construido para una carga de
enfermedad, morbilidad y mortalidad más parecida a la de
un país europeo que para un país africano como es lo que
debería enfrentar. Esta es una población bajo riesgos
muy altos con la cual la estrategia de cobertura
universal no puede convivir fácilmente y fracasa. Es una
población que está en malas condiciones de partida, con
determinantes por debajo del promedio y en consecuencia
la única forma de enfrentar esta problemática es una
estrategia especial que sin dejar de estar integrada
para no aumentar la fragmentación ponga la nota sobre
aquellos factores condicionantes.
Actualmente los sistemas de salud están demostrando un
creciente interés por investigar sobre el resultado de
las intervenciones sanitarias motivado por la necesidad
de priorizar las inversiones en aquellas intervenciones
que logren demostrar una eficacia relevante.
La Política Basada en la Evidencia busca que las
políticas públicas estén (más) informadas por evidencias
fruto de investigaciones rigurosas. En la práctica, esto
pasa por incorporar conocimiento empírico en todas las
etapas del proceso, desde que se identifica el problema,
hasta el momento que se formula y se implementa una
política que lo enfrente. Supone también verificar el
éxito o fracaso de acciones en funcionamiento, e incluso
llevar a cabo ensayos para evaluar un programa antes de
su puesta en marcha.
Se trata entonces de tener la mayor cantidad de
información analizada disponible que nos permita, cada
vez más, tomar decisiones de política pública basados en
la evidencia. Solo mediante acciones planificadas e
intencionadas, que reconozcan y utilicen las métricas
disponibles podremos avanzar en la construcción de una
apuesta conceptualmente sólida y empíricamente validada.
A través de los planes de beneficios (Programa médico
Obligatorio o Canasta de Prestaciones Garantizadas) se
determinan las responsabilidades y obligaciones de los
financiadores, se hace más previsible el gasto y los
criterios de asignación son más claros. Un Plan de
Beneficios bien diseñado puede ser una herramienta para
la planificación, seguimiento y evaluación de
resultados. Además, el Plan de Beneficios que se defina
actuará como una señal de importancia para los agentes
del sector salud, es decir que modela, de alguna manera,
la oferta de servicios.
Es importante destacar que existen dos temas asociados a
la dinámica del sector que impactan en la necesidad de
revisar, permanentemente, los criterios de asignación de
recursos, uno es la tecnología y el otro el perfil
epidemiológico de la población. Se sabe que la
incorporación de tecnología debe tener en cuenta los
resultados esperados ya que se ha observado que una
nueva tecnología puede ser muy eficaz, relativamente
eficaz o incluso de dudosa eficacia en cuanto a los
resultados mencionados. Por otro lado, se menciona que
el cambio en el perfil epidemiológico se refleja en una
mayor frecuencia de patologías asociadas a la vejez, a
la violencia, a los accidentes, a las adicciones y a la
deficiente nutrición. Estos son algunos de los
argumentos que sostienen que el sector ha ido
revalorizando los mecanismos explícitos de racionamiento
en sus sistemas de salud.
No existe un Plan de beneficios explícitos idóneo para
todos los países, los contenidos de los planes
existentes reflejan los valores de cada sociedad y se
han definido a través de una amplia participación social
como en el AUGE de Chile o a través de un proceso
deliberativo del gobierno, basado en el análisis de las
necesidades de la población como en el CAUSES de México
(BID 2014).
Es evidente que las mejoras no se alcanzan sólo por
contar con un plan explícito de beneficios ya que los
resultados de la aplicación de una canasta de servicios
garantizados dependen de la coherencia entre el costo de
ésta y los recursos financieros disponibles, es decir,
de la oferta efectiva de los servicios incorporados en
el plan de beneficios. Los estudios realizados
demuestran que los planes de beneficios explícitos, bien
diseñados, facilitan la definición de las obligaciones
de los aseguradores, los prestadores y los usuarios y al
mismo tiempo, favorecen la elaboración de presupuestos
que, en su formulación, necesitan contar con un orden de
prioridades y una asignación de recursos. Cuando se
difunde esta información se expresa lo que se espera de
la oferta y el plan de beneficios se convierte en una
herramienta para la planificación y desarrollo de la
oferta de servicios.
El impacto general de la aplicación de un plan de
beneficios o programa médico depende también del modo en
que se estructuran las prestaciones contenidas en el
mismo, cuando lo hacen alrededor de problemas de salud,
de patologías o ciclo de vida (agrupados por edad y
género) pueden promover atenciones más integradas y de
mejor calidad si se añaden protocolos o guías de
práctica clínica. La utilización y guías asociados con
las prestaciones incorporadas en el plan de beneficios
se incorporó en el diseño del CAUSES en el marco del
Seguro Popular de México.
Otro elemento para tener en cuenta para la aceptación y
adecuada utilización del plan de beneficios es la
comunicación a los ciudadanos. Es importante la
asociación con metas de política sanitaria como equidad,
eficiencia y calidad. Se reconoce que para cumplir con
estos objetivos es necesario disminuir la brecha entre
los recursos asignados y la demanda, efectiva y
potencial. Además, se debe lograr que la población y los
agentes confíen en los criterios de incorporación de
prestaciones en el plan de beneficios y en los
resultados de la evaluación de tecnologías realizada con
la intención de ordenar prioridades y elaborar
recomendaciones sobre los beneficios y costos de los
servicios a ser adoptados. En general no existe una
receta que indique los criterios y métodos a utilizar
para definir las inclusiones o las exclusiones. De los
múltiples principios disponibles, suele utilizarse la
carga de enfermedad, el costo efectividad o los
principios de Hanlon para determinar prioridades y
establecer un Programa Básico de Salud y, además, como
ya se ha mencionado, es fundamental estimar los recursos
requeridos, económicos, humanos y de estructura.
Generalmente, esta condición se cumple para los
asegurados que suelen contar con financiación
suficiente.
El desafío de la Argentina es plantearlo para los no
contributivos, las personas con trabajos informales y
excluidos. La democracia se completará cuando logremos
asegurar ciudadanía sanitaria a este colectivo excluido
del primer componente del derecho a la salud: prevención
y primer nivel de atención.
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