:: REVISTA MEDICOS | Medicina Global | La Revista de Salud y Calidad de Vida
 
Sumario
Institucional
Números Anteriores
Congresos
Opinión
Suscríbase a la Revista
Contáctenos

 


 

 

 

 

 

 

 

 

Federación Farmacéutica

 

 

 

 

 
 

 

:: Infórmese con REVISTA MEDICOS - Suscríbase llamando a los teléfonos (5411) 4362-2024 /  (5411) 4300-6119 ::
  

Informe Especial


Pobreza y Salud
“No puede haber política sanitaria sin política social”. Dr. Ramón Carrillo

Por el Dr. Ernesto Van der Kooy Prosanity Consulting


La salud, integra el grupo de derechos humanos inherentes a la naturaleza del hombre. En la Argentina, esta prerrogativa está garantizada por la Constitución Nacional.
Hay dos indicadores sanitarios que se usan clásicamente para medir la condición de salud de las poblaciones. A) Esperanza de vida al nacer: para el 2.016 (OMS) 76,58 años (72,78 años para los varones y 80,31 para las mujeres). Los valores difieren según las regiones y del tipo de expectativa de vida, saludable o no. B) Mortalidad infantil: ha existido una disminución muy acentuada en todo el país en las últimas décadas (del 59,4 por mil en 1.970 al 9,7 por mil en 2.016). Si se analiza por jurisdicción se observa un 6,4 por mil en Ciudad de Buenos Aires contrastando con el 14,5 de la Provincia de Corrientes, y el más del 12% de Formosa y Tucumán.
O sea que los resultados en salud contrastan en las diferentes jurisdicciones, y muchas veces dentro de ellas. Muestran grandes brechas de equidad sanitaria.
Los últimos datos conocidos (OMS, Banco Mundial 2017) siguen ubicando a la Argentina entre los países de la región con mejores indicadores de salud. Lo que claramente se nota es una pérdida de dinamismo en la mejora y un retroceso relativo con relación a otros países de la región.
Si nos remontamos a 1950, salvo Uruguay, ningún país de Latinoamérica tenía mejores indicadores de expectativa de vida al nacer y de mortalidad infantil que la Argentina. En el año 2017, según lo recabado estamos en quinto lugar luego de Cuba, Chile, Costa Rica y Uruguay.
¿Esa pérdida de dinamismo es el resultado de un sistema sanitario en crisis? Los buenos indicadores de los años 50 tuvieron que ver con la calidad del acceso a la educación, la mejor alimentación, el saneamiento ambiental y el acceso al agua potable, políticas características de esa época, más sociales que específicas de salud. Son los malos indicadores sociales actuales los que nos han hecho perder posicionamiento dentro del continente y en relación con los países europeos. Siguiendo el modelo de Lalonde (1974) y de Dever de 1976, los factores condicionantes de la salud en las poblaciones abarcan cuatro campos: la biología humana, el ambiente (entorno, factores sociales etc.), los estilos de vida y la organización de los sistemas de salud. Según los mismos la contribución potencial a la reducción de la mortalidad en la población en el caso de los sistemas de salud es de sólo un 11%.

La asistencia sanitaria encaminada a diagnosticar y tratar a la persona individualmente no tiene demasiado efecto sobre la salud de la población, y sin embargo es la que más recursos económicos recibe (los gastos en salud están afectados en un 90% para los sistemas de atención y sólo un 10% para los otros determinantes).
Los múltiples factores que determinan el estado de salud y la enfermedad en la población trascienden la esfera individual y se proyectan al colectivo social. Los determinantes sociales de la salud y sus indicadores explican la mayor parte de las inequidades sanitarias en nuestro país, y explican los resultados de los indicadores sanitarios.
La Argentina fue durante muchos años un país en crecimiento, dotado de una clase media activa, y con escasos problemas de desigualdad y pobreza extrema. Pero poco a poco nuestra historia ha ido cambiando. Cada vez la clase media es menor y los indicadores de pobreza han oscilado desde hace alrededor de 40 años entre el 16 y el 28% con picos (89/90 40%) y la máxima expresión en 2001, cuando la pobreza superó el 50%. El país no ha logrado vencer la pobreza y si bien hasta el 2010 algo se recuperó, hoy nos encuentra en valores de alrededor del 32%.
La pobreza es un fenómeno multicausal, que abarca diversos aspectos de la vida de las personas, y por lo tanto muy difícil de definir. No es sólo un núcleo básico de necesidades no satisfechas (alimentación, educación, vivienda, agua potable etc.) sino que también incorpora otras carencias indispensables para un correcto desarrollo. No es de extrañar entonces que su medición ofrezca diversas alternativas.
En la Argentina primero se establece el valor de una Canasta Básica de Alimentos (CBA), que estima el ingreso mensual que debe alcanzar una persona para cubrir sus necesidades alimenticias. La CBA marca la línea de indigencia, y a partir de ella se elabora la Canasta Básica Total (CBT), que incluye todos los bienes y servicios que una persona necesita consumir para no ser pobre.
Examinando la alimentación, la Argentina es un país que produce alimentos para 400 millones de personas y donde solo viven poco más de 40 millones. Sin embargo, aún existen casos de desnutrición extrema en las provincias del norte más pobres como son Formosa o Chaco. Asistimos ahora a otro tipo de malnutrición referida a la pobreza, que se denomina “inseguridad alimentaria” (UCA) observada en áreas urbanas (lo padecen uno de cada cinco chicos) que es la necesidad de reducir la alimentación por problemas económicos (en el 7,7% de ellos en forma severa). Un 27% de los niños recibe alimentación escolar que sirve para paliar estas carencias. Otra alteración es el sobrepeso por alimentación mal equilibrada, con preponderancia de harinas y/o grasas. Hay carencia de nutrientes, observándose menor talla y muchos retrasos madurativos. En el nordeste el 40% de la población vive en hogares con necesidades básicas insatisfechas, cifra que se eleva casi al 50% en los niños y niñas menores de cinco años. En muchas provincias, especialmente en las del noroeste y noreste, se observa un porcentaje cercano o superior al 20% de niños y niñas nacidos de madres adolescentes sin primario completo. En la mayoría de los países de Latinoamérica la forma de medir la pobreza se basa también en los ingresos. Los que hoy prevalecen han conseguido descender los indicadores de pobreza en forma importante. En el caso de Costa Rica en el período 1980/95 de más del 50% al 25% amesetándose hasta la fecha.
Si bien, como hemos dicho y visto, hay factores o campos esenciales en los resultados de salud poblacional (sobre todo la pobreza), también debe fortalecerse el sistema sanitario, aumentando su equidad y haciéndolos más costo-efectivos.

Nuestro sistema sanitario es fragmentado, poco armónico y con grandes brechas de equidad sanitaria. De estructura federal, sufre los altos costos incrementales de la medicina y se encuentra crónicamente en crisis. Si bien ha conseguido algunos buenos resultados (indicadores de vacunación por encima del 85%) y mejorar los indicadores sanitarios, es regresivo (el gasto de bolsillo en relación con el gasto total en salud representa alrededor de un 22% e impacta proporcionalmente más en los sectores más desprotegidos.) La cobertura de prestaciones de salud es muy diferente en accesibilidad, oportunidad y calidad entre los beneficiarios formalmente cubiertos (Obras Sociales y Prepagos) y los informalmente cubiertos o “sin cobertura”. El PMO no se asegura a los informalmente cubiertos (38%), que son las personas que en general tienen el nivel socioeconómico más bajo y por lo tanto mayor riesgo de enfermar. Se necesita un estado afianzado en su capacidad reguladora, cumpliendo sus roles de gobernanza y rectoría y formulando políticas saludables, orientadas a erradicar enfermedades o reducir su incidencia.
Se espera a futuro un progreso científico y desarrollo tecnológico de complejidad creciente, aumento de la prevalencia de enfermedades crónicas, mayor longevidad. En la Argentina con un perfil epidemiológico dual, se seguirán observando problemas de salud típicos de países en desarrollo, y, por otro lado, aumento de situaciones de salud características de países desarrollados (aumento de la prevalencia de enfermedades no transmisibles, enfermedades mentales, adicciones, etc.). Además, modificaciones epidemiológicas paulatinas pero consistentes, tanto genéticas, medioambientales, nutricionales, y conductuales. Sin embargo, disponer de más y mejores médicos y medicamentos no necesariamente se traduce en más y mejor salud. La mayoría de los abordajes sobre el futuro de la salud caen en el reduccionismo de suponer que el mismo sólo es función de la innovación tecnológica. Ya está demostrado de forma contundente que por sobre todo la salud es una cuestión social y que la organización social influye mucho más sobre la cantidad y calidad de vida de las personas que cualquier dispositivo tecnológico.
Es por eso que se debe priorizar el abordaje social de la salud a la par que mejorar al sistema sanitario con nuevas acciones articuladas para perfeccionarlo, tales como la Cobertura Universal en Salud, abordaje del Gasto Catastrófico en Salud, la construcción de Redes Integradas de Servicios de Salud de tipo público-privadas, basadas en la Atención Primaria de Salud (APS) de la población, orientar la formación de los RR.HH. en esa dirección, acceso bio-psico-social de los Modelos de Atención ,etc. Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) mejorarán los procesos, la información y la integración, a la par de apoyar a los profesionales a cambiar la práctica clínica y hacerla más segura, facilitando la información al paciente y colaborando en su atención a distancia.

 

SUMARIO

 

Copyright 2000-2019- Todos los derechos reservados, Revista Médicos