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Los constantes avances en los sistemas de producción
contemporáneos son el resultado de la evolución de las
técnicas y de la visión de sus operadores. Ellas
permiten la creación de productos o de servicios
novedosos (automóviles sofisticados, transporte aéreo
seguro y cada vez más confortable, puesta en órbita de
un satélite para satisfacer distintos usos, nuevas
metodologías para la producción de energía, cuidado de
la salud).
Los sistemas de producción han sido objeto de
perfeccionamientos permanentes al integrarse los
progresos científicos a las innovaciones técnicas y
organizacionales, interrelacionadas con el respeto de
las imposiciones del medio ambiente y las leyes de
defensa del consumidor.
En el campo del servicio del cuidado de la salud, la
legislación sanitaria comprensiva de los derechos de los
pacientes, historia clínica, consentimiento informado y
voluntades anticipadas, las leyes que regulan las
distintas actividades de la medicina y sus actividades
auxiliares o del “equipo de salud”, el derecho a la
salud en la Constitución de todos los países de la
región y en el Derecho Internacional de los Derechos
Humanos, ha recogido paulatinamente la impronta de los
cambios culturales producidos en la sociedad, por ello
los operadores del servicio, deberán establecer
metodologías de trabajo, que les permitan adecuarse a
dichos cambios.
Hace unos años atrás hablar de “La industria al servicio
del cuidado de la salud” parecía una blasfemia. Las
habilidades de las organizaciones productoras de bienes
y servicios se acrecentaron progresivamente y se
estructuraron en torno a ciertas profesiones
especializadas y complementarias para procurar un buen
resultado, confiabilidad, eficiencia, eficacia y
seguridad.
Los sistemas resultantes de dicha evolución son sistemas
complejos.
Cualquier intento de prestar un buen servicio a la
comunidad de usuarios requiere la realización de
numerosas actividades diferentes pero interrelacionadas,
así como el buen funcionamiento de múltiples procesos.
En una producción estandarizada, todo cambio, aunque sea
mínimo puede tener consecuencias sobre el resultado
final.
En una producción poco estandarizada –tal el caso de lo
concerniente a la industria del cuidado de la salud– se
agrega la necesidad de adaptarse en forma permanente a
la variabilidad de las situaciones y realizar la ardua y
paradójica tarea de capacitar a los actores, para
producir mejores y más seguros resultados sobre el
paciente, aunque jurídicamente se interprete que sólo es
necesario tratar de curarlo. Hay un doble mensaje.
Por momentos –cada vez más– se habla de estándares y por
el otro sigue siendo un “arte”. Sin embargo, la Ley de
Defensa de los Derechos del Consumidor denomina a los
médicos y a los sanatorios cuando están organizados bajo
una forma de empresa, como “proveedores”.
Los resultados adversos a las expectativas del
consumidor, del usuario, generan quejas.
La complejidad y sofisticación en materia de salud es
universalmente requerida cada vez más por los usuarios,
aunque es muy costosa su obtención, máxime en los países
de nuestra región.
La actividad médica es una actividad de servicio muy
particular y los operadores de dicho servicio también lo
son. En la etapa que estamos atravesando del cuidado de
la salud, la persona humana es el centro de la
legislación de salud.
Ello torna altamente riesgoso para el empresario de la
salud, cualquier desvío en la prestación del servicio,
que pueda generar daños en los pacientes.
El servicio del cuidado de la salud se corresponde con
una variable cualitativa disímil y que cuantitativamente
requiere capacidades de adaptación considerables.
En efecto, el sistema debe adaptarse a la variabilidad
de los flujos estacionales, a la urgencia, a la
emergencia, a la zona geográfica y a cada diferente
situación, puesto que el caso de cada paciente puede
requerir competencias múltiples, y especialidades
distintas, que es necesario identificar, evaluar y
reunir en un lugar y dentro de un plazo imperativo.
Hoy en día se trata de prestar un sistema efectivo en
cuanto a las posibilidades diagnósticas y terapéuticas y
a la rapidez de investigación y de tratamiento. Se basa
sobre múltiples procesos, técnicas, competencias y
conocimientos muy sofisticados.
Cualquier demora es interpretada por el usuario como
impericia, negligencia, abandono de persona, error o
retardo diagnóstico, pérdida de chance de curación, en
definitiva, conductas que no coincidan con la
expectativa del paciente o sus familiares.
En materia de salud, igual que en otros campos de
distintas actividades, las profesiones y las
especialidades, deben organizarse para desarrollar e
implementar sus actividades, confiriéndoles eficacia,
confiabilidad y seguridad.
Deben procurar en especial la formación inicial y
continua, mediante calificaciones, y conocer, adoptar y
aplicar las normas de buena práctica de cada
especialidad, las que generalmente coinciden con el
cumplimiento adecuado de la relación contractual, que
resultará siendo el cumplimiento de la exigencia legal.
Cada institución pública y privada involucrada en el
sistema del cuidado de la salud, debería establecer sus
reglas internas de funcionamiento y el Estado nacional,
provincial o municipal intervenir definiendo la
reglamentación aplicable a cada grado de actividad,
complejidad, recurso humano capacitado y equipamiento,
con un sistema de control periódico.
La seguridad del paciente es una de las dimensiones que
deben tenerse en cuenta en el enfoque profesional, de
cada especialidad según los riesgos evitables e
inevitables.
La performance del sistema del cuidado de la salud de
cada institución pública o privada y la seguridad del
paciente deben mejorar mediante un aumento de la
competencia en la gestión, y la capacitación de los
participantes en el diseño, aplicación y control de
sistemas seguros.
Cuando una tarea es efectuada por una persona que no
tiene la calificación requerida, o la actitud diligente
para evitar lo evitable y documentar esa conducta
diligente, la seguridad del paciente puede verse
afectada.
La seguridad del paciente no sólo pasa por una “Historia
Clínica Informatizada” o por uno o decenas de
“Formularios de Consentimiento Informado”.
La seguridad del paciente está dirigida a la
evitabilidad del daño. El análisis jurídico,
médico-legal y judicial siempre pasará por la evaluación
de la conducta humana diligente en el área geográfica de
América latina.
Una aproximación al sistema de seguridad para el
paciente que se instaure en una institución, centro
médico o consultorio, deberá ser el resultante de la
construcción progresiva de normas dentro de una
organización, que tenga en cuenta para su redacción los
resultados esperados e inesperados, o la epidemiología
de los errores de toda la actividad del cuidado de la
salud prestada en los últimos años, las exigencias
puestas por la organización para la práctica de las
tareas y especialidades ya practicadas, la
reglamentación interna, y su control y la evaluación del
cumplimiento, en caso de que existieran.
Cada institución, servicio, centro médico o consultorio
debería definir las modalidades propias que permiten
integrar esas exigencias.
El archivo de quejas y efectivos reclamos bien podría
ser una forma de empezar.
La historia siniestral, con el análisis crítico de las
conductas empleadas en cada hecho médico que pudo ser
considerado como generador de un reclamo, o que lo fue
efectivamente, es una manera básica de hacer la
epidemiología de los errores.
De acuerdo con ella, podría hacerse elecciones
organizacionales y establecer así sus reglas de
funcionamiento, que deberían ser incluso más ambiciosas
de lo que requiere la reglamentación puesta por el
Estado nacional, provincial o municipal, ya sean
ministerios o secretarías, o sus organizaciones
delegadas para ello.
Dichas reglas podrían estar basadas en numerosas formas
preestablecidas (leyes, decretos, resoluciones,
reglamentos, procedimientos, instrucciones,
prescripciones orales, normas de buena práctica,
consensos), que deberían ser conocidas por cada
organización y por cada especialidad.
Hasta ese momento, podrán haber sido escritas o tácitas,
pero a partir del momento de la toma de decisión, serán
las que rijan el funcionamiento colectivo y serán las
que integren y hagan participar al recurso humano, de la
cultura del establecimiento.
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La experiencia adquirida a
través de éxitos o fracasos es útil para elaborar
modos de organización adaptados a cada realidad.
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La recolección interna de
Incidentes enriquece la historia siniestral e
identifica las reincidencias.
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La gestión de los riesgos a
posteriori se integra dentro de ese contexto y
predispone para la gestión de los riesgos a priori.
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La complejidad de los sistemas
determina la necesidad de instaurar internamente un
“Sistema de Gestión de los Riesgos”.
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El Sistema permitirá gestionar
después sobre las conductas de las personas que se
desempeñan en la organización.
El
objeto de cada obligación ya sea de medios o de
resultados, es un plan de CONDUCTA del prestador, para
satisfacer los intereses del PACIENTE. Esa será la
visión con la que el juez analizará la actuación médica
individual, del equipo o del establecimiento médico.
(*) Abogado- Asesor
Externo de TPC, Compañía de Seguros S.A.
(*) CEO de RiskOut S.A. Consultora especializada en
Responsabilidad Médica, Gestión de Riesgos y Seguridad
del Paciente. |