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Hace algo más de un par de meses
atrás, a través de la Resolución Nº
872/2019, el Gobierno autorizó tres
aumentos -para los meses de julio,
agosto y setiembre- que suman un
17,5% de incremento en las cuotas de
las empresas de Medicina Prepaga y
de las Obras Sociales que prestan y
facturan servicios a sus asociados.
O sea, permítaseme la analogía,
autorizó tres pequeñas transfusiones
de sangre al sistema.
Todos los actores no dudan en decir
que el sistema está complicado... y
efectivamente, está complicado.
Si hiciéramos una mirada
retrospectiva, podemos decir que
resulta muy comprensible que el
Gobierno anterior “estatizara” la
medicina prepaga y le transfiriera
al sector privado las obligaciones
de la salud pública.
Y decimos esto porque la ley de
regulación de la medicina prepaga no
hizo otra cosa que “estatizarla” al
incluir obligatoriamente en el
sistema a las personas con
enfermedades preexistentes,
estableciendo también la
obligatoriedad de asociar a personas
sin límites de edad y fijando la
imposibilidad de las entidades de
establecer períodos de carencias,
tres elementos que conforman, entre
otros elementos, la base de
sustentación técnica de los sistemas
de seguros médicos en todo el mundo.
De hecho, no existe ningún sistema
con estas características en todo el
mundo. No es casual, obviamente.
Decíamos que la “estatización” es
entendible. Es lo que también hizo
el mismo gobierno con Aerolíneas
Argentinas, con YPF, AYSA, TBA y
también, por qué no decirlo, con el
empleo, al sumar masivas
incorporaciones a la administración
pública nacional. Todo eso es
entendible porque forma parte de su
filosofía política, en donde el
Estado es el principal protagonista.
Ahora bien, lo que no resulta
entendible es que el actual Gobierno
mantenga esa línea. Y eso se vio
claramente cuando legisló sobre los
planes de cobertura médica parcial.
Es más, desde esta misma columna
anticipamos que se iba a un fracaso
de la idea, al lanzarla en el marco
de la reglamentación de la “Ley de
regulación de la medicina prepaga”
y, por supuesto, en el marco de un
sistema judicial que genera amparos
iluminados por el mismo haz de luz
de la estatización.
Los jueces también creen que el
sector privado de la salud es parte
de la “cosa pública”.
La pregunta que deberíamos hacernos
-y que fundamentalmente debería
hacerse el Gobierno- es sino llegó
la hora de cambiar y, por lo tanto,
de derogar esa ley.
Derogar la ley de medicina prepaga
sería poner las cosas en su lugar,
lo que es del estado al estado y lo
que es de la actividad privada… a la
actividad privada.
¡No se trata de anular la jornada
laboral de ocho horas, ni de quitar
la media jornada del sábado, ni el
descanso dominical!
Se trata simplemente de volver a
dotar al sistema de un equilibrio
técnico que jamás debió haber
perdido y cuyos resultados están a
la vista. Tenemos un sistema
empobrecido con médicos e
instituciones prestadoras más
empobrecidas aún.
Como ya señalamos, no existe ningún
país en el mundo con una legislación
como la actual. Y no existe porque
simplemente es imposible de
sustentarlo a lo largo del tiempo.
Resulta curioso que el Estado
nacional establezca la
obligatoriedad de aportar durante 30
años para acceder a una jubilación y
nada para obtener una cobertura
médica privada plena sin límites y
sin cargo alguno.
¿Por qué el Estado exige
determinados años de aportes?
Simplemente porque si no el sistema
no sería sustentable. Sin embargo,
la sustentabilidad no está presente
para nada en el sistema de salud.
Inviable.
¿Y qué va a ser de las personas con
enfermedades que nunca financiaron
un seguro de salud? ¿Y qué va a ser
de las personas mayores que nunca
contribuyeron?
Simplemente las atenderá el sistema
público, para eso todos pagamos
impuestos. Así ocurre en todos los
países del mundo en donde existe un
sector privado.
Para tenerlo más claro aún: la gente
en situación de calle puede ir a un
comedor comunitario, pero los
restaurantes no están obligados a
proveerle la comida.
En fin, amigo lector, confiemos que
Dios ilumine a nuestros gobernantes
y sobre todo...que les provea de
valor para hacer los cambios que hay
que hacer.
(*) Director de Salud Corporativa de
Willis - Towers Watson.
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