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En los próximos 24 meses se espera que salgan al mercado
cerca de 50 medicamentos con precios que superaran el
millón de dólares. Hace pocos días la FDA, la agencia
responsable de la regulación de medicamentos y alimentos
de los Estados Unidos; aprobó para su comercialización
un medicamento llamado Zolgensma, que representa la
primera y única terapia génica que promete curar la
Atrofia Muscular Espinal (AME). La Unión Europea y
Japón, probablemente sigan el mismo camino y lo aprueben
durante el año en curso.
Esta noticia, que representa una luz de esperanza para
los pacientes que sufren esta enfermedad devastadora;
provoca al mismo tiempo una fuerte inquietud en el
ámbito sanitario internacional. La razón es contundente:
el precio del tratamiento con este medicamento se estima
que rondará los 2,1 millones de dólares.
Ya en diciembre de 2016, la FDA había autorizado la
primera droga destinada a esta enfermedad. Se trata del
Nusinersen, cuyo nombre comercial es Spinraza. Es la
droga que se está utilizando en la actualidad en la
mayor parte del mundo. Hasta ese momento, los pacientes
en nuestro país debían recurrir a la importación del
medicamento por el régimen de excepción dispuesto por la
ANMAT (disposición 10.401/16) que permitía el acceso a
un medicamento no disponible en el mercado farmacéutico
argentino. Finalmente, la ANMAT lo autorizó en marzo de
este año.
Pero el problema mayor que debían enfrentar estos
pacientes era la negativa de cobertura de parte de los
financiadores del sistema sanitario, tanto públicos,
privados como de la seguridad social. Esta negativa
estaba ligada al precio de este medicamento que oscila
entre los 600 y 700 mil dólares por paciente y que el
mismo no estaba contemplado en el Programa Médico
Obligatorio.
Por este motivo para muchos pacientes la única vía para
obtener la cobertura fue la judicial, mediante recursos
de amparo. Actualmente hay cerca de 100 en curso en
diferentes estadios.
Hasta aquí estuvimos hablando de la problemática que
plantea la cobertura de un par de medicamentos, pero si
tomamos en cuenta que durante los próximos dos años
aparecerán cerca de 50 nuevas drogas para el tratamiento
de otras enfermedades y que en su mayoría saldrán al
mercado con precios astronómicos, cercano al millón de
dólares; el problema adquiere otra dimensión.
No estamos preparados como país para afrontar el dilema
que plantean las nuevas tecnologías de altísimo costo.
Desde hace 4 años hemos tenido idas y vueltas para
aprobar en el Congreso una Agencia de Evaluación de
Tecnologías, que es uno de los pilares para empezar a
dar respuestas racionales a estas cuestiones. El último
intento de discusión sobre la Agencia está a punto de
naufragar, presumiblemente por estar incluido en el
proyecto de ley de blanqueo laboral, con el cual nada
tiene que ver.
Es muy difícil encarar estos temas con seriedad si no se
tiene en cuenta el concepto de “costo de oportunidad”
que supone que, con un presupuesto finito, los recursos
que utilizamos para financiar una prestación
desfinancian o le quitan la cobertura a otra. Desde el
Congreso Nacional se han sancionado cerca de una docena
de leyes de cobertura por enfermedad sin especificar de
dónde se obtendría el financiamiento y mucho menos qué
se debería dejar de cubrir para obtener los recursos que
insuman estas normas.
Y esta discusión no es menor en el marco de la situación
socioeconómica de la Argentina con un 30% de la
población por debajo de la línea de la pobreza. Porque
justamente, las enfermedades que van de la mano de la
pobreza como la mortalidad infantil, la desnutrición, el
bajo peso, la mortalidad materna y tantas otras; son
poco visibles a la hora de discutir presupuestos. No
tienen Lobby.
No tengo ninguna duda que las nuevas tecnologías de alto
costo deben ser cubiertas por el Estado, Nacional o
Provincial, al menos durante los primeros tres años a
partir del momento de su aprobación en el país. Tiempo
durante el cual la experiencia indica que el precio de
las mismas va decayendo.
De esta manera lo resuelven la mayor parte de los países
desarrollados. Tal es el caso de Canadá, que tiene un
sistema político Federal o bien España, que tiene
comunidades autónomas que discuten su independencia pero
que a la hora de asegurar equidad en la provisión de
estos tratamientos se ponen de acuerdo.
Ni la seguridad social ni los prestadores privados están
en condiciones de afrontar por sí solos la
responsabilidad del financiamiento de este tipo de
coberturas. El Estado, como garante Constitucional de la
Salud, no puede mirar para otro lado. Y así lo han
entendido algunos magistrados, que en el caso del
Nusinersen obligaron con sus fallos al Estado Nacional a
cubrir el 70% del valor del tratamiento.
El mecanismo de “compra centralizada” desde el Estado ha
sido una experiencia exitosa de la actual administración
para asegurar los mejores precios de compra de las
drogas que se utilizan para el tratamiento de la
Hemofilia. Creemos que este mecanismo puede replicarse
para otras enfermedades que requieren tratamientos de
alto costo. De igual modo, el seguro para la cobertura
de enfermedades catastróficas para toda la población; es
una herramienta que debe ser tenida en cuenta a la luz
de los desafíos que deberemos afrontar los próximos
años.
Será responsabilidad del Estado definir las políticas
que aseguren el acceso y la cobertura de estas
tecnologías. Además de inclusivas y equitativas, deberán
mantener un justo equilibrio entre el derecho individual
y el derecho colectivo de toda la población.
Los recursos que se destinen para tal fin tendrían que
explicitarse en el presupuesto de salud y discutirse
cada año cuando se trate la ley de presupuesto en el
ámbito del Congreso Nacional.
Nuestros legisladores, como representantes del pueblo;
deberán resolver el viejo dilema de la “frazada corta”
cuando los recursos no alcancen para cubrir las
expectativas de toda la población.
(*) Ex Superintendente de Servicios de
Salud.
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