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La solidaridad es uno de los
principios indiscutibles en la
formulación de políticas públicas en
salud. Es incluida como valor
central en la Estrategia de APS, y
adoptada en la Estrategia de Salud
Universal promovida actualmente por
la OMS/OPS. Como tal, constituye “el
esfuerzo intencionado de la sociedad
para que las personas en condiciones
de mayor vulnerabilidad mejoren su
situación a través de la
redistribución de la riqueza desde
los más favorecidos”. (1)
Para que un sistema de salud pueda
ser solidario, debe ser solventado
en mayor proporción por aquellos que
tienen mayores ingresos. Si bien
ningún país del mundo tiene un
sistema absolutamente solidario, ya
que siempre existen coaseguros o
alguna diferenciación económica, hay
países con mayor nivel de
solidaridad en la redistribución
económica en el sistema de salud.
Para ello, la disminución del gasto
de bolsillo es clave, evitando la
dependencia de la capacidad
individual de pago. Por lo tanto,
los sistemas más solidarios son
aquellos que brindan mayor cobertura
financiados desde los impuestos
generales y, dado el contexto
actual, en menor medida, aquellos
financiados por cargas sociales
mientras que los sistemas menos
solidarios son aquellos que dependen
de la capacidad individual de pago.
Antes de continuar el razonamiento,
vale recordar que otro concepto
central muy relacionado que es la
equidad. Este concepto se
complementa con solidaridad, y se
relaciona directamente con la
respuesta que da el sistema, que
debería ser en función de la
necesidad y no la capacidad de pago.
Es decir, debemos lograr solidaridad
en el financiamiento y equidad en la
prestación.
En definitiva, el análisis de
solidaridad de un sistema se realiza
por el gasto de bolsillo y su
impacto. Según lo estimado por la
OMS el 51% del gasto sanitario de un
país está a cargo de los gobiernos,
a la vez que el 35% del gasto en
salud se sustenta de pagos directos.
Consecuentemente cada año 100
millones de personas caen en la
pobreza extrema para pagar los
gastos de salud. Los sistemas más
solidarios, no superan el 15% el
gasto de bolsillo, además de tener
mayor impacto sobre las clases más
pudientes.
EL
GASTO DE BOLSILLO EN LA ARGENTINA
No hay una medición actualizada para
medir el gasto de bolsillo en la
Argentina siendo que, según lo
publicado por el Ministerio de Salud
de la Nación, el gasto privado en la
Argentina ronda en el 30% del gasto
total en salud. El mismo incluye el
gasto destinado al pago de seguros
privados y el gasto directo de los
hogares. De todos modos, algunos
indicadores sobre el gasto en
hogares muestran indicios sobre el
gasto de bolsillo y quienes soportan
más las cargas.
Este gasto en salud representó el
6,4% del gasto de consumo de hogares
en el total del país, según surge de
la Encuesta Nacional de Gastos de
los Hogares 2017-2018. Desglosado
este gasto según el nivel educativo
(directamente relacionados con los
ingresos en los hogares) en los
hogares con clima educativo alto y
muy alto, el gasto en salud estuvo
principalmente determinado por las
prepagas mientras que en los hogares
con clima educativo bajo y muy bajo,
el gasto en salud estuvo
principalmente determinado por la
compra de medicamentos. Por otro
lado, de la misma encuesta se
confirma que en los hogares
unipersonales conformados por
adultos de 65 años y más, se observó
una mayor proporción del gasto en
salud. Mientras que los hogares sin
adultos mayores destinaron el 5,1%
de su gasto de consumo a salud, los
hogares con un adulto mayor
asignaron el 9,5% de su presupuesto
y los hogares con dos y más adultos
mayores emplearon el 14,0% de su
presupuesto en gastos de salud.
Cabe destacar el impacto del uso de
medicamentos, siendo que las
prepagas y las obras sociales cubren
entre el 40% y 70% para medicamentos
ambulatorios (aunque algunos casos
especiales contemplan el 100%)
mientras que los personas sin
afiliación no tienen descuentos
formales. Esto impacta directamente
en que los hogares con menos
recursos deban incurrir en un mayor
gasto de bolsillo. Cabe destacar que
el aumento de precios de los
medicamentos en los últimos años
acompañó o superó la inflación
mientras que los subsidios
familiares y los asalariados
informales han perdido capacidad de
compra, siendo un impacto aún mayor.
En resumen, si bien la Argentina
está por debajo de la media mundial
en cuanto al gasto de bolsillo,
sigue siendo muy alto
comparativamente con los países con
los sistemas más solidarios. Como se
puede apreciar, además de ser un
gasto importante, afecta más a
aquellos que menos tienen.
LA NO
SOLIDARIDAD
Como bien exprese al comienzo, el
gasto en salud financiado por rentas
generales y cargas sociales hacen a
la solidaridad del sistema. Sin
embargo, hay un punto más en el
análisis del verdadero efecto
redistributivo. Aunque excede las
decisiones del sistema de salud, la
redistribución, y consecuentemente
la solidaridad del sistema,
dependerá de la progresividad o
regresividad de los impuestos. En
otras palabras, cuanto recarga el
sistema impositivo a aquellos que
menos tienen y cuanto aportan los
que más ganan.
Los impuestos al consumo son
aquellos más regresivos, ya que
proporcionalmente afectan más a
quienes menos ingresos tienen, ya
que destinarán todo su ingreso al
consumo, mientras que los de mayores
ingresos una parte de estos lo
destinarán a la inversión y el
ahorro. En la Argentina los
impuestos al consumo representan el
mayor ingreso en la renta nacional,
representando un 44% aproximadamente
de la recaudación. El sistema
impositivo argentino es muy
regresivo, siendo necesaria una
profunda reforma.
Como conclusión, el sistema de salud
debe repensar su financiamiento,
especialmente el gasto de bolsillo,
y a la vez, si queremos lograr una
verdadera solidaridad en el sistema
de salud, debemos aportar argumentos
para lograr la mencionada reforma
impositiva.
(1) OPS/OMS. VALORES Y PRINCIPIOS DE
LA SALUD UNIVERSAL. Consultado en
https://www.paho.org/salud-en-las-americas-2017/?post_type=post_t_es&p=286&lang=es.
(*) Asociación de Economía de la
Salud.
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