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La pandemia ha tenido la virtud de colocar la salud en
el centro de interés social y político, haciendo
evidente los problemas del sistema de atención médica,
que hace años vienen diagnosticando los expertos y los
protagonistas del sector.
El sistema entró en una crisis, al igual que en otros
países, profundizada por los suministros sanitarios
demorados y los RR.HH. exigidos al máximo de su
capacidad.
Sin embargo, logró una respuesta satisfactoria en la
atención de los pacientes afectados por el Covid-19, con
el hospital público ubicado en el centro de la escena e
integrado al sistema como prestador de servicios de la
población, cualquiera fuese su cobertura, con o sin
convenios formales.
No obstante, la atención de los casos afectados por
otras patologías se vio obstaculizada por la escasa
accesibilidad a los profesionales y servicios médicos, a
causa de la prolongada cuarentena.
Cabe preguntarse si esta situación benefició el
presupuesto económico del subsector de O.S.N. que es el
centro de las mayores críticas, al dar una respuesta
insuficiente para la solución de este problema. Al mismo
tiempo se afectaron los ingresos de profesionales y
sanatorios que además soportaban el incremento de sus
costos en medicamentos y material sanitario.
Este escenario y las preocupaciones con las medidas de
control, los informes de afectados y fallecidos,
cantidad de testeos, comienza a ser reemplazado por la
incertidumbre en la provisión de vacunas y por la
gravedad de la situación económica. Es en esta
oportunidad cuando irrumpe la vicepresidenta, Cristina
Fernández de Kirchner, formulando la necesidad de una
reforma del sistema de salud.
Ello sorprende, porque durante décadas los gobiernos no
manifestaron tal necesidad, respecto de un modelo que
surgió y se desarrolló como subproducto de otras
políticas. Pero ocurrieron cambios que suponen que
existió una reforma orientada al mercado, que sucedió de
manera solapada y silenciosa, que se consolida con la
creación de la SSSalud y la desregulación de las Obras
Sociales cuyos gremios fueron asumiendo el rol de
empresarios prestadores.
Entre la intención y la acción hay un trecho a
transitar. ¿Se trata de una propuesta oportunista
haciéndose eco de las manifestaciones del sector? ¿Es un
elemento de contención ante otros reclamos? ¿Se quiere
avanzar sobre el control político marcando diferencias
con el Ministerio de Salud de la Nación? ¿Es una manera
de disciplinar a los gremios que los obligue a consensos
y acuerdos? ¿Es un puente al control de los fondos?
Tanto en el Gobierno, como en los dirigentes,
funcionarios y expertos, se pueden apreciar dos
posiciones. Una es ir hacia un “Sistema Integrado de
Salud” o a una reforma del Sector Público de alguna
manera expuestos por el Ministerio de Salud de la
Provincia de Buenos Aires. Más allá de llevar a cabo una
reforma de estas características, cabe preguntarse, a
quién va dirigido el mensaje, ya que como propuesta
puede llevarla a cabo en su jurisdicción.
La otra posición vería posible producir cambios con la
permanencia de los subsectores, utilizando los
instrumentos existentes en procura de mejorar los
resultados a través de un proceso de integración o de
articulación de las organizaciones involucradas,
alternativa en la que se inscribirían los ejes
estratégicos presentados por el Ministerio de Salud.
Estos mecanismos presentan algunas diferencias. La
articulación es una alternativa que permite potenciar el
desempeño de las organizaciones con responsabilidad en
la atención de la salud. Conformarían una suerte de
redes de organizaciones cuyo centro de interés se sitúa
en cómo resolver problemas. Sin embargo, no pueden
esperarse cambios relevantes, aunque se introduzcan
elementos tecnológicos.
En cambio, la integración que es lo opuesto a la
fragmentación, consiste en incorporar partes para
construir un todo, lo que incluye al PAMI y a todos los
componentes del “Sistema de Atención Médica” cualquiera
fuese su dependencia y propiedad.
Cualquiera fuese el rumbo que se tome no hay que dejar
pasar la oportunidad, hay que entrar en la acción. Es
obvio que cambios y reformas requieren acuerdos y
estrategias que demandarán un extenso proceso en etapas
de transición, donde lo importante es no desviar el
rumbo.
También es de considerar tomar algún atajo como serían
aquellos problemas cuyas soluciones son de interés común
en los que el trabajo de colaboración no tiene mayores
dificultades en alcanzarse: el precio de los
medicamentos; la formación de los RR.HH.; la creación de
un Fondo Nacional de Garantía para la tecnología de alto
precio; el reconocimiento del Hospital Público como una
empresa de salud que requiere cierta autonomía para
ejercer su responsabilidad.
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(*) Especialista en Salud
Pública y Sistemas de Salud - Profesor Emérito de la
Universidad ISALUD - Miembro del Grupo PAÍS. |
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