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Los chinos expresan el concepto de
crisis como “oportunidad”, ya que la
persona debe optar entre lo bueno y
lo malo, de modo que se encuentra
ante la oportunidad de mejorar su
situación. Para ello sólo debe optar
del modo correcto, es decir
siguiendo la verdad y el bien.
Éste es, precisamente el ámbito de
la bioética: tomar decisiones
objetivas, científicamente ciertas y
éticamente correctas -inspiradas por
el tradicional principio de “hacer
el bien y evitar el mal” que
trasciende toda cultura, tiempo o
religión. Así las cosas, la pandemia
de Covid-19, se presenta como una
crisis (oportunidad para los chinos)
que nos exige opciones correctas
frente a una población expuesta a
este flagelo.
Las crisis dejan ver, por su misma
naturaleza, los grandes aciertos…y
las grandes fallas de quienes tienen
en sus manos la responsabilidad de
decidir. El efecto se agiganta en
este caso, porque la consecuencia no
se deja sentir sólo sobre la persona
en cuestión, sino en la salud
pública de una ciudad, provincia,
Estado Nacional o región.
Fueron desfilando delante de todos
los yerros y aciertos de diversos
problemas que el Covid-19 nos trajo:
la asignación de la última cama, el
burnout del personal sanitario, la
inversión en salud pública de cada
país, la xenofobia sanitaria, la
utilidad de las cuarentenas
prolongadas y los pasaportes
sanitarios. La falsedad de los datos
epidemiológicos para ocultar
problemas políticos. El
cuestionamiento de la ética de los
procesos de investigación de la
vacuna, el origen de las células con
las cuales se hace la investigación
y la técnica en la cual basa sus
principios, los métodos alternativos
como el dióxido de cloro y tantos
otros recursos… en fin, la lista
parece interminable.
A todo esto, se sumó en los últimos
días, el tema de la ética en la
asignación de las vacunas: ¿A quién
vacunar? ¿Con qué urgencia y
prelación? ¿Quiénes se consideran
“personal estratégico” para darles
las primeras dosis disponibles? La
necesidad de transparentar el
proceso de vacunación, etc.
La realidad nos muestra que, si bien
la mayoría de la población respondió
de modo altruista, (tantos en los
cuidados para evitar contagios, como
en la conciencia de dar prioridad a
los grupos de riesgo); algunos pocos
han dejado al descubierto su lado
más miserable y egoísta. En varios
países, políticos de 3er o 4to nivel
-burócratas totalmente prescindibles
para el funcionamiento de una
nación- militares y hasta
eclesiásticos, han transgredido el
necesariamente estricto orden de
prioridades, para protegerse ellos
mismos. Se trata de otro tipo de
virus oportunista, el virus del
egoísmo desmedido y la falta de
empatía con sus iguales, que
deshumaniza a quien lleva adelante
este tipo de acciones.
Como ustedes comprenderán, NINGUNA
ESCUELA BIOÉTICA PUEDE APROBAR ESTE
TIPO DE ACTOS CORRUPTOS. Por el lado
del Principialismo, se transgrede el
principio de justicia que se
entiende como dar a cada uno lo que
le corresponde. Nunca puede ser
justo, vacunar a alguien de bajísimo
riesgo de contagio desprotegiendo
así a personal de salud que está en
la primera línea de contagio o a
ancianos con enfermedades
concurrentes, donde la enfermedad se
vuelve en muchos casos, mortal.
En caso del análisis desde la
bioética Personalista, el juicio
negativo de este tipo de acciones es
más notorio aún, porque presenta un
principio exclusivo que se llama
principio de sociabilidad y
subsidiaridad, por el cual se
rescata la relación de mutuo cuidado
entre el individuo y la sociedad. La
segunda parte del principio, la
subsidiaridad, establece
responsabilidades y obligaciones en
cada uno de los niveles en los que
se organiza la salud pública y es en
este punto donde se evidencia con
mayor crudeza la responsabilidad de
los agentes de salud, -desde
ministros a enfermeros- de
distribuir equitativamente los
recursos, del modo más eficiente,
despojado de toda cuestión social,
económica, política y por supuesto
de toda corruptela y amiguismo.
La bioética, sea la escuela que
fuere, no puede sino señalar la mala
opción que supone un vacunatorio
para unos pocos, en tiempo de
pandemia y escasez de vacunas. Este
es el tipo de acciones que la
sociedad condena. En el documento
específico para estos tiempos de
pandemia del Papa Francisco, se nos
recuerda “El “querer el bien” del
Samaritano, que se hace prójimo del
hombre herido no con palabras ni con
la lengua, sino con los hechos y en
la verdad, toma la forma de cuidado,
con el ejemplo de Cristo que pasó
haciendo el bien y sanando a todos”
Samaritanus Bonus, conclusión.
14-julio-2020.
Esta pandemia muestra la profunda
interrelación de los seres humanos,
de allí que todos somos necesarios y
cada uno de nosotros cuenta para la
solución. La correcta coordinación
de esas pequeñas acciones en favor
de la amistad social, son
imprescindibles y le corresponde al
Estado llevarlas adelante con
transparencia y justicia.
(*)
Director del Instituto de Bioética -
Facultad de Cs. Médicas – UCA
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