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Debate 

Pandemia
y futuro

Por el Dr. Rubén Torres Rector - Universidad ISALUD.

 
La pandemia causó el mayor daño económico, político y social desde la 2da Guerra Mundial, en un mundo convulsionado por la inequidad. La vida comunitaria se deterioró a partir de la segregación producto de la inequidad, la delincuencia que reduce la confianza entre personas, el creciente individualismo que comenzó en la década del 80, y el encierro en mundos digitales.
Con el debilitamiento de las comunidades parece haber un recambio en los valores, somos una sociedad más abierta, pluralista y que rechaza los extremos, lo cual es muy positivo. Los viejos valores del honor y la palabra van quedando atrás. Hace un siglo la gente llegaba a suicidarse o batirse a duelo por cuestiones de honor. La palabra era compromiso inquebrantable.
Hoy todo debe quedar por escrito y rubricado por abogados para garantizar que nadie falte a la verdad. La degradación de la confianza crece proporcionalmente al debilitamiento de las comunidades y al aumento de la complejidad del mundo.
Antes de la pandemia a nivel global los indicadores económicos y sociales nunca fueron tan buenos, nunca tantas personas fueron parte de las clases medias, la pobreza extrema estaba en mínimos históricos y la esperanza de vida nunca fue tan alta.
América latina fue la región en desarrollo más afectada por la pandemia. Con el 8,4% de la población mundial concentra 30% de las muertes por Covid-19. Sufre su peor contracción del PIB que cayó 7,7% en 2020, se han cerrado 2,7 millones de empresas, con dramática destrucción de empleo principalmente de jóvenes y mujeres y un desplome drástico del comercio, la inversión extranjera y las remesas.
Se incrementó la desigualdad y la pobreza que se había logrado reducir de un 45,2% en 2001 a un 30,3% en 2019, aumentará en 28,7 millones de personas alcanzando un 33% de su población. El impacto ha sido brutal y magnífico en las brechas en materia de desigualdad afectando, en particular a los sectores más vulnerables de la sociedad.
El mundo en general se enfrenta a una pandemia amplificada por la desigualdad, que requiere profundizar no sólo en las causas estructurales profundas que en cada sociedad han conducido a este impacto desparejo sino también en los diversos efectos de la transición que vive el sistema internacional.
La desigualdad que caracteriza a América latina y propicia la propagación de la pandemia por la falta de insumos médicos y vacunas que contribuyan a una respuesta sanitaria consistente, no es una particularidad de la región. La asimetría entre naciones en su acceso a estos elementos marca la dinámica global actual. Las naciones con economía más poderosas acumulan insumos médicos en exceso agravando la escasez de vacunas entre naciones marginadas y la brecha entre el mundo desarrollado y en desarrollo.
Los países ricos con 14% de la población mundial compraron más de la mitad de las dosis de vacunas disponibles. En una región asolada por la desigualdad y la ausencia de recursos sanitarios, la “diplomacia de las vacunas” genera una lucha por proveer un bien público global para reforzar el “poder blando” de algunas potencias.
El vacío dejado por las naciones occidentales y algunas grandes corporaciones farmacéuticas en asistir a la región es ocupado por la creciente presencia e influencia de Rusia y China, en un proceso de desplazamiento del dinamismo económico mundial y la influencia y proyección política desde Occidente a Oriente.
En medio de la gran transformación histórica que atraviesa la humanidad en la era del coronavirus el desafío intelectual que se impone es poder imaginar hoy una utopía post-pandemia. Los expertos vaticinan que en el post-covid se producirán reformas tecnológicas que permitirán acceder a verdaderas mejoras en condiciones de salud y educación, el ámbito social y laboral.
La medicina se verá altamente favorecida, con sensores y dispositivos que permitirán nuevos tipos de monitoreo online, en tiempo real y permanente de la salud del paciente, y máquinas inteligentes para diagnosticar enfermedades en forma más rápida y segura.
Pero podría empeorar la desigualdad entre “conectados” y “desconectados”, se crearán condiciones oligopólicas para grandes empresas de tecnología y la inteligencia artificial podría erosionar aún más la privacidad, la libertad individual, y la formulación de políticas públicas basada en evidencias.
Se mejorará considerablemente la calidad de vida porque se crearán sistemas más inteligentes para la administración de servicios públicos y el home office reducirá el hacinamiento urbano y la contaminación ambiental derivando en un mejor entorno para la vida familiar y social.
A nivel global otra víctima de la pandemia ha sido la cooperación internacional y su capacidad de proveer los necesarios bienes públicos globales. Las desigualdades persisten tanto al interior de las sociedades como en el marco del sistema internacional mientras que, la salud pública global pareciera pasar a ser la continuación de la política por otros medios.
La batalla de la pandemia ha generado resultados muy dolorosos, pero hay un futuro por delante, cuyas batallas no disputarán fuentes de energía no renovables, sino propiedad de datos, a partir de los cuales se construirán la mayoría de los bienes, y sobre la base de cada click cada elección, cada consumo, la inteligencia artificial aprenderá nuestras preferencias y patrones de comportamiento ordenando desde el tránsito hasta las inversiones, pasando por la política y la comida, el chequeo de la salud y el diseño de la mejor estrategia de prevención para cuando llegue la próxima pandemia.
¿Qué le propone la política a la gente para entonces? ¿Cuál es el sueño, la meta, la ilusión con la que imagina contener a una sociedad tan golpeada? ¿Lo que se ve en estos días?: aduaneros del Estado revisando documentos y valijas, mientras la importación del virus quedó en manos privadas y con tarifa obligatoria.
Cabría recordar los factores que M. Gandhi mencionaba como destructores del ser humano y el Estado: “La política sin principios, la riqueza sin trabajo, los negocios sin moral, la ciencia sin humanidad y la oración sin caridad”

 

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