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La empresa sanitaria
como organización compleja de servicios se encuentra
inmersa en un proceso de innovación continua que está
propiciando el desarrollo de una transición desde
estructuras sanitarias integradas verticalmente hacia
modelos más horizontales, descentralizados,
orientados hacia el usuario y comprometidos con
la calidad y eficiencia en los resultados.
Cada organización ha de crear su propia visión y patrón
de rediseño, así como el modelo para gestionar e
implementar una estrategia de cambio. En este contexto
se vienen promoviendo en el sector sanitario diferentes
formas de gestión, como la integración vertical entre
instituciones financiadoras y proveedoras de servicios,
de distintos dueños. Esta mirada abre un escenario
colaborativo y de mayor eficiencia productiva que
merecen ser evaluados desde diferentes perspectivas:
económica, organizativa, profesional y social, ya que
refuerza la pertenencia territorial.
Desde que la empresa moderna nace en el siglo XVIII con
la revolución industrial, su evolución e influencia ha
marcado el estilo de vida y todos los aspectos de la
economía, la sociedad y la moral hasta nuestros días. En
el presente, las dinámicas del cambio van transformando
a las empresas centradas en su presupuesto hacia
empresas más humanistas, que se complacen en ser
facilitadoras de la expresión plena del talento humano y
fomentar una sociedad inclinada a exaltar el valor de la
persona y su potencialidad creadora.
Luego del cambio de siglo y con la llegada de los
procesos de transición adaptativos, las
decisiones estratégicas de las empresas han tenido en
cuenta tres factores críticos: a) ubicación dentro del
sector salud, b) el grado de integración de los procesos
productivos y de servicios, y c) el desarrollo de
competencias laborales especialmente centradas en el
conocimiento y en las personas que los poseen como
ventaja competitiva y sustento de la calidad de la
marca. Sin embargo, luego de la gran recesión de 2008 y
la crisis financiera posterior, las empresas de salud,
públicas y privadas, del mundo occidental han visto caer
sus financiamientos como parte de un reacomodamiento de
su estado de bienestar, que dirigió el esfuerzo hacia el
gasto social.
En el actual contexto del 2021, debemos conocer que los
nuevos imperativos estratégicos para las empresas de
salud contemporáneas vienen condicionados por la
variabilidad, diversidad, discontinuidad e
incertidumbre de los factores cambiantes del
entorno, lo cual exige una sinapsis empresarial
distinta, que lleve a organizaciones lentas hacia
modelos más flexibles que permitan modular y gestionar
eficazmente los procesos esenciales de su cadena de
valor.
En términos de Gabriel Novick, Director Médico
Corporativo de Swiss Medical Group, “pensamos en lineal
porque pensamos que el cambio será siempre gradual, pero
hoy nos damos cuenta que hacemos cosas que están a
destiempo y llegamos tarde”; por esto es preciso
gestionar con el “reloj estratégico” para identificar
los factores disruptivos del entorno:
1. Recomponer la cadena de valor con nuevas formas de
cooperación competitiva entre servicios y también con
los proveedores externos.
2. Reconocer la variabilidad de los procesos
organizativos de gestión y controlar los desvíos.
3. Estar atentos al acortamiento de los ciclos de vida
estratégicos (tecnología e innovación).
4. Adaptar con flexibilidad el mix de productos y
servicios sanitarios a las demandas emergentes (ajustes
a la variabilidad de las nuevas necesidades y
expectativas).
5. Moderar las tensiones organizativas producto del
cambio tecnológico y de la innovación en los procesos y
expectativas de calidad.
6. Proyectar los impactos futuros de las acciones y
medir los objetivos estratégicos en períodos más breves
vinculándolos a los planes de acción.
7. Establecer un gobierno institucional con liderazgo,
visión e inteligencia abierta.
Las nuevas estructuras organizativas de las empresas de
salud, desde las unidades horizontales a los prototipos
más flexibles en red, están no sólo orientadas a
procesos sino enfocadas en la medición de los productos
al final de los mismos; los equipos de trabajo
multidisciplinarios y los liderazgos medios se vuelven
cada vez más autónomos; se prioriza la visión
transversal; la cooperación múltiple y el
aprendizaje organizativo son características
primordiales al igual que las relaciones informales,
tanto externas como internas y las tecnologías de la
información son un apoyo esencial para definir la
descentralización de las decisiones conservando la
centralización de la información estratégica global.
En las estructuras en red, el cambio llega a ser
radical, tanto en las bases de autoridad como en la
división del trabajo y en las demarcaciones
organizativas internas. En la experiencia del Banco de
Galicia, aún siendo una organización exitosa, dice
Guadalupe González Menichelli, Culture Manager,
relatando el proceso de cambio orientado al cliente:
“Si seguíamos haciendo más de lo mismo corríamos
muchos riesgos: íbamos a convertirnos en un dinosaurio.
En RR.HH., se cambió hacia un modelo de autoliderazgo y
autoaprendizaje. Salir de la mirada de líder
convencional nos complejizó, pero pasamos de ser
RR.HH. centric a people centric”.
Cuando una organización rediseña sus procesos crea un
nuevo marco funcional operativo porque cambia:
1. La organización del trabajo: los
departamentos funcionales se convierten en equipos de
procesos; las tareas múltiples y repetitivas se
transforman en trabajos multidimensionales donde todos
los miembros del equipo hacen aportes sustantivos ya que
tienen conocimientos básicos de todas las acciones del
proceso.
2. El modelo de roles y puestos: el
aprendizaje continuo pasa a ser a norma en el
funcionamiento organizativo; los empleados adquieren la
posibilidad de tomar decisiones en forma autónoma y los
directivos y mandos intermedios se convierten en
integradores y facilitadores.
3. La cultura interna: pone de relieve
los talentos y la capacidad de generar respuestas
acertadas en menor tiempo desde los profesionales del
equipo de salud, siendo todos ahora copropietarios de
los problemas de sus pacientes.
La valorización del talento humano exige una adecuación
de las estructuras organizativas pasando de niveles
jerárquicos a instancias horizontales más flexibles y
oportunas. Subsiste, sin embargo, el dilema
centralización vs. descentralización, por ejemplo, las
organizaciones deberán integrar las funciones
horizontales/transversales orientadas a procesos con las
líneas jerárquicas verticales del servicio/gerencia, y,
por otro lado, deberán descentralizar las decisiones
operativas a los colaboradores que ejecutan los
procesos, desde la aceptación de nuevas formas de
cooperación y de riesgo compartido.
Reconocer y medir el valor que tienen
para los usuarios los productos y servicios que se
entregan constituye una mirada nueva, impactante y
muchas veces desconcertante para los profesionales,
gerentes y directivos de la salud acostumbrados a la
comunicación en una sola dirección. Este también es un
nuevo dilema, el de la visión, que parte de la
cosmovisión de lo que la organización produce o cree
producir y la conformidad, valoración y
aprecio de los usuarios acerca de esos servicios;
usuarios ahora muchos más libres de elegir entre muchas
opciones.
En la nueva organización del trabajo, el equipo
que integra la unidad organizativa básica se configura
como un elemento esencial de la estructura horizontal.
Denominar como tal a un equipo de trabajo significa que
quienes lo integran están en condiciones reales de
cooperar interna y externamente, de coordinar
actividades, expresar y compartir capacidades y
conocimientos esenciales y, muy especialmente, de
comprometerse con una misión común y unos objetivos
específicos y medibles.
Estos equipos de alto desempeño deben
disponer de herramientas para la práctica de la
autogestión, fijando objetivos e indicadores propios,
integrando las actividades de producción, desarrollando
líneas de aprendizaje y autoevaluación en relación con
la calidad, el costo operativo, el uso de la tecnología,
el diseño organizativo flexible y la capacidad de
respuesta frente a las necesidades del servicio. Las
organizaciones que son conducidas hacía la mejora de los
procesos y el cumplimiento de estándares de calidad para
fortalecer un posicionamiento positivo y el aprecio de
los usuarios y clientes, deben asimilar los nuevos
conceptos de rediseño, haciendo énfasis en la visión
estratégica, entendiendo que el liderazgo educativo, la
cultura interna y el empowerment en los equipos de
trabajo son esenciales para comprender la complejidad y
simultaneidad de los cambios estructurales en un
contexto cambiante.
El rediseño organizativo lleva implícito el compromiso:
de aprender a predecir el resultado de las actividades
para mejorar su eficacia y eficiencia, de mejorar la
calidad y composición de los recursos; de desarrollar
herramientas de medición que permitan monitorear y
controlar los ciclos de innovación; de comprender mejor
el ámbito de las decisiones desde una lógica de acciones
continuas y por lo tanto, de identificar, inventariar y
desarrollar las competencias organizacionales en clave
competitiva, enfocando estos activos estratégicos en el
desarrollo de un mapa de procesos virtuoso que añada
valor y capacidades distintivas a los servicios.
Para todo ello es imprescindible el liderazgo en
la función directiva y profesional. El
liderazgo institucional acompaña a las funciones de buen
gobierno, así como a los procesos estratégicos de cambio
desde una visión de futuro realista y transformadora; el
liderazgo profesional y operativo, están más focalizados
en dinamizar la cooperación y la gestión del
conocimiento, así como en la capacitación para la
evaluación de procesos y resultados dirigidos hacia la
mejora continua. Una cultura de retroalimentación que
ayuda a cuestionarse siempre y a desarrollarse uno mismo
y al entorno.
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