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Las consecutivas secuencias de aparición de linajes
derivados del virus original salvaje de Wuhan por
cambios en la proteína Spike han ido diseminándose tan
velozmente como lo han hecho las dudas respecto de la
inmunidad generada por las vacunas actuales para lograr
prevenir la enfermedad.
En un mundo distópico, el virus muta a la vez que
aumenta su resistencia a desaparecer y también su
tendencia a exacerbar tanto transmisibilidad como
virulencia. Poniendo el acento respecto de la inmunidad
efectivamente lograda por medio de las vacunas
disponibles en el mercado sanitario.
Un reciente artículo del NEJM menciona la necesidad de
responder a varios interrogantes asociados a esto. Por
ejemplo. ¿Están realmente las vacunas hoy existentes
perdiendo eficacia contra las nuevas variantes?, ¿Será
necesario advertir la posibilidad de buscar vacunas
modificadas o nuevas para restaurar la eficacia en duda?
¿Cabe la posibilidad que surjan nuevos linajes aún más
preocupantes en tanto se retrase la cobertura de
vacunación a nivel mundial y esto obligue a coordinar
los dispersos esfuerzos científicos a nivel
internacional para hacerles frente?
Hasta hoy, el tema de las vacunas ha sido más parecido a
una guerra de marketing que a una necesidad estratégica
que supere fronteras, políticas y políticos. Los
distintos linajes vienen haciendo caso omiso a las
buenas expectativas que pretenden transmitir los
gobiernos, como si eso fuera un incentivo al virus para
transformarse y lograr hacerse más escurridizo.
La replicación viral prolongada en individuos con
inmunidad parcial (inmunodeprimidos) o frente a
circunstancias en que se produce transmisión rápida de
títulos altos de virus –como en el caso de condiciones
de vida vulnerables y hacinamiento– son factores que
pueden haber contribuido al desarrollo de mutaciones que
logren escapar al menos parcialmente a la inmunidad
natural.
De esta forma, hoy hay ocho variantes de Covid-19
definidas por la OMS como “de interés” (VOI) y
denominadas épsilon (dos variantes), zeta, eta, theta,
iota, kappa y lambda, más otras cuatro calificadas “de
preocupación” (VOC) y particularmente peligrosas.
De estas, la B.1.1.7 (alfa) de origen británico es la
que ha emergido como una de las formas más comunes de
alta transmisibilidad (entre 43% y 90% más contagiosa
que el tipo nativo o salvaje). No le va en zaga la
variante P.1 (gamma) originada en Manaos, capaz de
aumentar la gravedad de los casos aun en personas que
estuvieron previamente infectadas o vacunadas. Por su
parte, la B.1.351 (beta) o sudafricana es más común
entre individuos jóvenes sin antecedentes de
enfermedades agudas y presenta un mayor riesgo de
gravedad en dicho grupo etareo.
Ya hay laboratorios trabajando en una vacuna específica.
La evidencia preliminar respecto de este linaje (datos
de ensayos controlados con placebo) sugiere una eficacia
reducida para las vacunas de Johnson & Johnson,
Pfizer-BioNTech, AstraZeneca, Sinopharm y Moderna, y la
posibilidad de desarrollar resistencia contra los
anticuerpos generados.
Finalmente, la que suma mayor preocupación y anticipa la
posibilidad de una tercera ola complicada (la Gripe
española de 1918 tuvo su máxima agresividad en la
segunda) es la denominada B.1.617.2 (delta). Originaria
de la India, no solo es su agresiva transmisibilidad el
problema (60% más que la alfa y 40% que la gamma) sino
su eventual escape a las vacunas, dado que contiene
múltiples mutaciones en la proteína Spike, y al menos
cuatro de ellas son importantes por las consecuencias
que conllevan.
Si bien hasta el momento se carece de pruebas sólidas
que indiquen que las variantes de preocupación
identificadas actualmente –principalmente la delta–
puedan evitar el impacto de las vacunas, el Servicio de
Salud Pública del Reino Unido ha publicado recientemente
en The Lancet que la protección con Pfizer-BioNTech y
AstraZeneca resulta 36% y 33% efectiva después de la
primera dosis contra este linaje, mientras que con
segunda dosis tal protección sube a 88% y 60%
respectivamente. Lo cual requeriría completar los
esquemas en forma acelerada.
Por su parte, en hospitalizaciones, la vacunación
ofrecería una protección similar contra ambas variantes,
de 94% con una dosis de Pfizer-BioNTech y 96% con dos, y
con AstraZeneca de 71% y 92%. Sobre Janssen y Moderna no
existen aún estudios. La mala noticia es que en abril de
este año, las autoridades sanitarias indias han dado
aviso sobre la aparición de una nueva mutación derivada
de la variante delta, denominada AY.1 (delta plus) que
ha hecho que el virus se propague más fácilmente aún y
cuente con una mutación que le podría permitir escapar a
las vacunas conocidas.
¿Cuándo llegará la variante delta a América latina –hoy
transformada en el foco de la pandemia– lo suficiente
como para desarrollar circulación comunitaria? Es la
tradicional pregunta del millón. Lo cierto es que pese a
la ilusión que genera el avance de la vacunación –aunque
su complexión venga retrasada y hasta estancada como lo
señala la propia directora de la OPS (“sólo una de cada
diez personas en América latina y el Caribe está
completamente vacunada contra el Covid-19” afirma)– la
transmisión de cualquiera de las variantes persiste
fuera de control.
Las sostenidas oleadas ocurridas en Paraguay, Argentina,
Uruguay, Colombia, Brasil, Perú y Chile –en orden al
número de casos diarios– no sólo pueden favorecer la
posibilidad que surjan linajes más peligrosos, sino que
la facilidad con que pueden cruzar las fronteras origina
un riesgo constante y aún mayor en el tiempo.
Las vacunas per se no pueden bajar los casos si no se
testea más y se rastrean mejor los contactos,
aislándolos rápidamente. Más aun en conglomerados urbano
–marginales donde existen mutiles determinantes de
vulnerabilidad y riesgo socio– sanitario que favorecen
la difusión del virus, llevando a que la pandemia no se
ralentize lo suficiente y mantenga en la región cifras
de mortalidad tan elevadas como dolorosas.
Nueve de diez países con más muertes en relación con su
población total se encuentran hoy en la particular
geografía económica y social de América latina,
enmarcada en la informalidad laboral creciente, la
pobreza y la crisis sanitaria.
Se trata de una suerte de silenciosa tragedia, después
de la cual –como lo afirma una nota de The New York
Times– habrá tres tipos de países que emergerán del
fenómeno pandémico: las naciones ricas que usaron sus
recursos para asegurarse la amplia disponibilidad de las
innovadoras vacunas basadas en plataformas ARNm, los
países más pobres que están lejos de poder inmunizar a
la mayoría de sus habitantes si el Fondo COVAX no los
asiste lo más rápido posible, y aquellos que podrán
tener a su población completamente inoculada con
variantes de plataformas de adenovirus, pero sólo
parcialmente protegida. Un drama sanitario que puede
adquirir visos de inequidad catastrófica.
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(*) Titular de Análisis de Mercados de Salud. Universidad ISALUD. |
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