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La presente pandemia
global del Covid-19 ha provocado un
interés importante en el impacto de
las enfermedades transmisibles,
particularmente las de carácter
epidémico, en la humanidad.
La salud no es sólo un valor en sí
mismo, es también, un ecosistema
productivo con valor social, un
impulsor fundacional de la sociedad
del futuro, con la amplitud que el
término abarca y esto, con el
sistema actual no funcionará, obliga
a una gobernanza clínica diferente,
profesional, técnica, fundamentada
por los datos. Incluyendo los
determinantes sociales, la
cronicidad y la libertad de las
personas para expresarse en
decisiones compartidas. Para tener
un ecosistema social del futuro es
necesario pensar en salud, cobertura
universal, empleo formal, equidad,
infraestructura, hábitat, medio
ambiente, disminuir la desigualdad,
mejorar el ingreso de los más pobres
no solo en magnitud, sino
fundamentalmente en formalidad.
Las necesidades en salud de la
población ya antes de la pandemia
habían cambiado por la prevalencia
de las enfermedades crónicas. En
este tiempo, como agravante esos
requerimientos se postergaron y
pospusieron, (sin fechas ciertas) o
sea que luego que disminuyan los
casos el sistema deberá tener una
conducta proactiva sobre la demanda
no atendida, sobre las patologías
crónicas, la epidemia silenciosa de
este nuevo siglo en constante
crecimiento.
El modelo asistencial debido a la
característica de nuestro sistema de
salud fragmentado es episódico,
basado en la atención de pacientes
agudos, le cuesta mucho adoptar
modalidades proactivas, de gestión
de enfermedad, de cuidado
progresivo, de continuidad y longitudinalidad de cuidados, que no
están incentivadas en el sector
público, porque sus estructuras se
financian sobre la base de
presupuestos históricos, por lo
tanto, el aumento de la demanda
afecta directamente el
financiamiento, no tienen programas
ni población asignada. Un modelo
pasivo, de atención de la enfermedad
en tanto se generen complicaciones
agudas.
En el sector de la seguridad social,
los contratos prestadores no
involucran aspectos de prevención,
promoción de la salud, control de la
enfermedad crónica o disease
management, o programas de gestión
de casos, no están alineados los
intereses para generar un modelo
prestacional integral y las redes no
tienen gestión, son una sucesión de
contratos con prestadores aislados y
sin objetivos o compromisos de
gestión.
Los prepagos han desarrollado un
marketing orientado al consumerismo
de cartillas o listados de
especialistas y prestadores, con un
esquema de libre elección y acceso a
las especialidades, un modelo
caracterizado por la elección
ineficiente de los “socios”, no
llevándolos por un plan de salud,
que, para gente de clase media,
sería un abordaje muy interesante y
atractivo. Además, han fallado en la
planificación de sus camas y sus
estructuras, que no tenían, ni
tendrán características de áreas de
gestión clínica, sino de servicios
receptores de la demanda generada
por los clientes internos, que son
los médicos de cartilla. Es un
modelo gasto expansivo no eficiente.
Que tiende a generar la salud como
un bien de lujo. Incentivado por las
características de sus
establecimientos y las áreas de
atención de consultas, oficinas
administrativas y conspicuas figuras
del deporte que se constituyen en su
imagen.
LA SEGUNDA OLA ES OTRA ENFERMEDAD:
Hacia el comienzo del año 2021 se
cambió de ministro en plena
pandemia, sin entender qué estaba
pasando ni explicando algo que
estuvo mal, pero que debía ser
contenido y trasparentado. Eso fue
un retroceso para el sistema de
salud por la falta de efectividad de
respuesta. Dejando como alternativa
un equipo de gobernanza
fundamentalmente orientado a
resolver un solo problema: las
vacunas y las campañas de
vacunación. Parece un ministerio con
menor capacidad de influencia para
la generación de políticas
articuladas.
Esta segunda ola, es una enfermedad
más grave y mortal, las nuevas cepas
del Covid-19 y especialmente la cepa
Manaos son más contagiosas y tienen
capacidad de generar reinfecciones.
Lo estamos viendo hoy, batiendo un
récord de 41.070 casos en un día,
con 78% de ocupación de las unidades
de terapia intensiva.
Un estudio de donantes de sangre en
la ciudad de Manaos ha encontrado
que 1 de cada 6 de los infectados
con el coronavirus fueron
reinfectados con la variante P.1.
Los resultados fueron más altos de
lo que los investigadores
anticiparon y los encontrados en
estudios de reinfecciones realizados
en otros lugares.
La transmisibilidad de esta cepa es
mayor, la carga viral en los más
graves también, y parecería ser que
se necesitan más anticuerpos para
enfrentar la enfermedad.
La asociación combinada de obesidad,
diabetes y/o enfermedad
cardio-vascular con resultados
graves de Covid-Manaos puede ser más
fuerte en adultos que en personas
mayores. La obesidad sola y
combinada con Diabetes M y/o CVD
tuvo más impacto en el riesgo de
gravedad Covid-19 que DM y/ o ECV en
ambos grupos de edad.
El estudio también apoya una
relación independiente de obesidad
con resultados graves, incluyendo
una asociación de respuesta dosis
entre los grados de obesidad y la
muerte en adultos. Obesidad tiene
más peso en personas más jóvenes.
Por ello alerto que tenemos que
observar más cerca a los pacientes
jóvenes con BMI entre 27-29.
Tengo algunas certezas, que las
cosas no volverán a ser como antes,
que tampoco ésas, merecían llamarse
normalidad. Porque lo vivido no era
una normalidad. Era una locura
segmentada y fragmentada, en la cual
estábamos embarcados, sobrevivientes
de la epidemia que había matado a
todos los tontos.
Vimos y veremos cambiar algunos
hábitos: la pandemia fue la más
fenomenal campaña planetaria de
lavado de manos. Fue la más
formidable carrera por descifrar el
genoma viral. Por el
desarrollo de
vacunas, que acortó los tiempos de
diez años a meses, mayor higiene
personal, manejo de la calidad del
aire en los hospitales, evitar
aglomeraciones y lugares cerrados
mal ventilados.
Con un despliegue de la
digitalización exponencial en el
sistema de salud. Debiendo despertar
un notorio crecimiento de la
colaboración público – privada en
ese orden (salarios, equipamientos,
recaudación, etc.) pero no se
considera en políticas de estado,
sino en intenciones de sometimiento
y apropiación. Moderna tardó 42 días
en tener un ARN mensajero candidato
a vacuna después de que China
publicase la secuencia genética
completa del SARS-CoV-2. En
comparación, se tarda una media de
10 años en desarrollar una vacuna
convencional. Esto hace que el ARN
mensajero sea ideal para desarrollar
una inmunización rápida contra
futuros virus pandémicos de rápida
expansión.
Esta segunda ola además modificó el
cuadro clínico, que está requiriendo
primero más atención o internaciones
de pacientes moderados (más tiempos
internados y sin respuestas
inflamatorias definidas, sino que
tienden a aparecer terminada la
segunda semana), la inflamación
pulmonar más tardía, más
complicaciones, más shock, más
insuficiencia renal aguda, que
extiende el período de observación
activa y el distress respiratorio
con una tendencia a la cronicidad
frustrante y que no responde como lo
hiciera en la primera etapa.
Los hospitales públicos y los
sanatorios este año están nuevamente
en tensión por el Covid-19, sin
remanente de camas no Covid para
responder a esa demanda retenida, lo
que agrava progresivamente la
situación, que se extenderá en el
contexto más optimista hasta fin de
agosto (que se vacune el 70% de los
adultos susceptibles), pero más
realista sería hasta fin de
setiembre.
SINDEMIA/PANDEMIA
Desde fines del año anterior, el
término pandemia, se simbolizó como
el de sindemia, para señalar
claramente que el problema no es
solamente sanitario, o médico, sino
social, económico, político y
cultural. El Covid-19 afectó más a
los obesos (pandemia de
sobrepeso-obesidad-Covid). Tuvo
peores resultados en los individuos
marginales, personas con problemas
de vivienda, empleo, etc. Generó una
crisis de demanda y productividad.
Por ello, la toma de decisiones
sobre las políticas públicas tiene
que necesariamente tomarse a partir
de datos, no con encuestas.
Información y evidencia sobre
modelos de contagios, mortalidad,
letalidad, transmisibilidad,
efectividad de las vacunas, pero
también tener en cuenta factores
como el empleo, la educación, la
distribución del ingreso, las
cuentas fiscales, la asistencia
económica y la producción.
En cuando a la sindemia de lo
político se acrecentó la crisis de
los partidos políticos y la
representatividad, lo político
siguió por otros carriles, aumentar
impuestos, aplicar inflación para
hacer cosmética de ajuste, más
populismo, no acordar con los
deudores porque sería arrodillarse
frente al capitalismo, votar leyes
para reformar la justicia y tener
impunidad.
El simplismo en la democracia ocurre
con intencionalidad para que las
arenas políticas concurran en
beneficio propio de los aliados y
amigos, ejecutivos y parlamentarios,
nuestros sistemas políticos no están
siendo capaces de gestionar la
creciente complejidad del mundo y
son impotentes ante quienes ofrecen
una simplificación, en ocasiones
falsificando la realidad y no
resulten más que una ilusión
pasajera que nunca llegue a la
realidad.
Las construcciones más simplistas
son las distinciones de izquierda –
derecha, conservador – progresista,
transformación, conservación, y
élite – pueblo, quedarán
absolutamente de lado, de
definiciones nostálgicas superadas
por la complejidad.
Pese a lo cual, la mayoría de los
diagnósticos y propuestas políticas
no renuncian a ello: la derecha
sigue pensando en la comunidad y en
la cohesión de un pueblo homogéneo
que no es tal, los liberales en la
soberanía del individuo y la
infalibilidad de los expertos, la
izquierda en una transformación
política de la sociedad que nunca
llega y es utópica.
Son descripciones politizadas que
sobrevaloran las posibilidades de
acción colectiva por medio de
intervenciones centrales, como si
las personas respondieran
uniformemente. Unos tienen excesiva
confianza en la capacidad del Estado
para intervenir desde afuera y otros
confían demasiado en los
comportamientos individuales y en la
capacidad de autocorrección del
sistema o el MERCADO, que sabemos
que sus manos a los sistemas
universales no llegan.
El programa liberal de resolver
todos los problemas mediante la
austeridad es tan insuficiente y
peligroso como la creencia de que se
pueden solucionar a través de la
participación o moralizándolos.
Esa austeridad luego de la crisis
del sistema financiero y las
hipotecas del 2008 nos llevó a
desinvertir en salud, y parte de lo
que tuvimos que hacer a los apurones
fue por esa razón. Hoy la política
está operando en entornos de elevada
complejidad que no ha encontrado la
teoría democrática que lo contenga,
hay que redescribir el mundo.
No se puede mirar con las
convicciones setentistas, los
problemas del siglo XXI que exigen
visión, competencia, liderazgo y
capacidad para gestionar la
complejidad social, las
interdependencias, las
externalidades negativas, bajo
condiciones de una ignorancia y
calidad de la clase dirigente
impensada. Además, la complejidad de
la pandemia sacó del cauce objetivo,
perpetuarse, no transformar, aunque
las condiciones de la calidad social
de la vida empeoren: empleo,
educación, seguridad, acceso a la
salud. Tiene que recorrer un
tránsito de la representatividad a
la legitimidad transformativa.
El pueblo parece por su pasividad
estar resignado a la pobreza, la
ignorancia y la marginalidad, piensa
que puede ser peor si no vota a
estos gobernantes, que sin estos
representantes sería más menesterosa
su vida, “por lo menos comemos”.
Estamos viviendo una crisis que nos
condicionó decisiones urgentes, sin
datos, ni experiencias, en un
escenario donde las desventajas de
la Argentina se vieron agravadas sin
reservas para afrontar la situación.
Esta crisis del Covid-19, requiere
de personas prácticas, que se
desprendan del ego y de las
conveniencias, que organicen,
decidan, lideren, estén visibles, no
se contradigan, cuiden las palabras
y las descripciones, balanceen los
sacrificios, tengo la convicción que
detrás de muchas decisiones que se
tomaron equivocadas hubo más
ignorancia que falta de resolución,
y en otras el sesgo ideológico,
sobreactuar posicionamientos, quedar
bien con alguien que desconfía y que
ostenta la representatividad
verdadera, escuchar lo que quería de
los “expertos” en la pandemia que
eran teóricos que leían lo mismo que
nosotros, que no trataban pacientes,
que no fueron científicos, se
nutrían de las mismas fuentes, sólo
que lo mencionaban como verdades
reveladas por el oráculo y sin tocar
a un paciente.
Observamos, con pocas esperanzas la
crisis profunda que quedará cuando
bajen las oleadas de casos de
Covid-19, y esté la gente
inmunizada. El listado de preguntas
es imposible de responder. ¿Cómo se
reconocerá la sociedad tras el
coronavirus? ¿Olvidará? ¿Cambiará?
¿Modificará sus conductas? ¿Cómo
será el trabajo, el empleo, la
educación? ¿El sistema de salud? ¿A
quién elegirán en las elecciones de
medio término? La democracia. La
representatividad. Las elecciones de
candidatos. ¿Dónde y qué
representarán los partidos, las
coaliciones, los movimientos? ¿La
virtualidad en la salud vino para
quedarse? ¿Qué pacientes se
internarán? ¿Cómo será la inversión
en tecnología? ¿Cómo, cuándo y en
cuánto tiempo nos olvidaremos de los
héroes pandémicos, el personal de
salud? y las secuelas que le
quedarán a ellos quemados por el
ejercicio de su profesión.
Tengo la convicción escéptica que
luego de un pequeño movimiento en
algunas cosas, predominará el statu
quo. Algunos avanzarán un poco. La
sociedad, el conjunto de los
marginados, estarán en peores
condiciones. Las ayudas serán
interesadas y apropiadoras, de los
distintos bloques, y se perderá
soberanía e independencia.
SIEMPRE PONEMOS EL PECHO, LOS
MISMOS, LOS SANITARIOS DE A PIE.
LAS PELEAS SON AJENAS.
No vivimos de los aplausos los
integrantes del equipo de salud,
porque nos moviliza la vocación,
menos los cinco mil o seis mil, que
nunca llegan, pero nos afecta la
falta de reconocimiento real, el
merecido descanso, la mención, el
respeto de los ciudadanos, esto se
refleja en un constante
empeoramiento de las condiciones de
trabajo, nada cambió.
Nada cambió para los políticos en
cuanto a la importancia de la salud,
del factor humano que atiende a los
enfermos, las condiciones de
trabajo, descanso y la remuneración,
son más proclives a escuchar voces
aliadas de los gremios de la
educación y de camioneros, que los
gremios de la sanidad, o de pensar
en los médicos.
Encima quedamos en el frente de otra
pelea ajena, de conflicto de
intereses.
Entre las obras sociales y los
gremios, las prepagas y sus cuotas,
contra la idea de manejar los fondos
de la salud, por parte del ala
bonaerense, en un Gobierno donde los
que lo quieren hacer tienen
antecedentes, que deberían impedirle
ser funcionarios. El zorro, por más
que esté adiestrado, no es
conveniente colocarlo en el
gallinero.
El aumento de las prepagas es un
indicador del índice de precios al
consumidor, utilizado para medir la
inflación. Si se le concede un
aumento a las prepagas. Este se
traduce en aumento del costo de la
salud y por carácter transitivo de
la inflación y su lifting. Es
llamativo, que sobre este mismo
rubro autorizan o no controlan el
aumento del precio de los
medicamentos, totalmente liberado
luego de la salida del ministro. Así
tenemos recaudación disminuida de la
seguridad social por caída del
empleo y de la caída del salario
real con respecto a la inflación que
afecta el financiamiento de
prestadores.
Los representantes profesionales,
los gremios, las sociedades
científicas, los ministerios de
salud, las carreras de
especialistas, los formadores de
médicos residentes están dejando
pasar la oportunidad de mejorar las
condiciones de trabajo, por ejemplo,
que los profesionales tengan una
carrera profesional, beneficios, una
jubilación digna, una protección,
mejorar las horas de trabajo, no
para que sean menos, sino más
repartidas.
Formar los intensivistas, los
emergentólogos, los enfermeros, los
kinesiólogos, que se necesitan. Que
los sistemas de salud aseguren sus
camas, su disponibilidad, se
consoliden redes de atención. Se
solucione el problema de las
empresas de salud, que desde el 2002
están postergando sus quiebras por
una ley de emergencia sanitaria. Las
casas de estudio forman
profesionales para un ámbito que no
existe, topándose con una realidad
que los frustra.
Aparecieron los viejos vicios, las
corrientes especulativas y los
egoísmos, pérdida de valores, con
apariciones de personas que
fracasaron cuando les toco hacer,
colmados de fracasos recientes que
impulsarían silencios respetuosos,
salieron a decir cómo tendrían que
hacerse las cosas, hablando en todos
los canales, sin haber revalidado su
capacidad de gestión, ministros
degradados, y mayoritariamente infectólogos que nunca gestionaron,
que siempre atendieron HIV.
La salud es un bien público, que
mejora la equidad social, a la vez
la eficiencia en la economía, estas
cosas serán los verdaderos
multiplicadores de bienestar en la
sociedad, de esa forma la salud es
una inversión productiva, y
construir ciudadanía en el marco de
la valoración de los esfuerzos.
“La urgencia del largo plazo”
no es
un eslogan vacío o efectista, sino
el llamado a pensar medidas
impostergables que impactarán en el
futuro deseado.
CONCLUSIÓN:
Tenemos una triste virtud de no
aprender de los errores y
enmendarlos, e insistir en dar
peleas por causas perdidas, que nos
conducen al fracaso. Estamos en una
situación peor que otros países, con
un índice de pobreza que empeoraba
la posibilidad de cumplir con los
confinamientos. Son momentos de
alianzas positivas entre todas las
fuerzas sociales, sectoriales,
aumentar la velocidad de
implementación de las decisiones.
Enfrentarnos a la falta de equidad
actual del planeta, con la
asignación desigual del recurso.
Abandonar la tendencia al
aislamiento de la Argentina.
Se vislumbra un futuro muy
esperanzador en cuanto a la
innovación terapéutica para resolver
necesidades no cubiertas, pero ello
exige al sistema de salud una
adaptación muy fuerte, que piense
urgentemente en el largo plazo, los
nuevos encargados de la gestión
deben abandonar los prejuicios con
los recorridos que afectan una
gestión dinámica y flexible,
explorar nuevas soluciones,
encontrar en los ejes de la calidad,
la accesibilidad, y las mejoras
institucionales.
Esta crisis ofrece una gran
oportunidad para resetear el sistema
de salud, disminuir la
fragmentación, de tener un modelo de
atención más integrado. Deben
revisarse los sistemas de compras de
medicamentos e insumos. Lograr que
el factor humano profesional sea
reconocido como estratégico y
mejorar sustancialmente su
remuneración. Disminuir el
multiempleo. Colocar incentivos
hacia carreras y especialidades
donde hay carencias. Profesionalizar
la gestión.
Que exista evaluación objetiva de
las tecnologías sanitarias. Revisar
la cobertura del programa médico
obligatorio. Implementar redes
asistenciales. Impulsar la
colaboración público - privada en un
marco de confianza y transparencia.
Mejorar la accesibilidad a los
tratamientos y las drogas
esenciales. Revisar el pool de
riesgo de las obras sociales.
Impulsar que los prepagos
desarrollen planes asistenciales y
modelos prestacionales.
Cuando el Covid-19 se controle o
desaparezca, seguirán estando los
desafíos históricos de los sistemas
de salud, de una sociedad envejecida
y más demandante, las nuevas
tecnologías costo incrementales, el
tratamiento del cáncer, la
posibilidad de tratar enfermedades
que no tenían terapéutica, y las
enfermedades huérfanas.
(*)
Médico especialista en
Terapia Intensiva - Medio interno,
Salud pública -
diazca@fibertel.com.ar
Blog
saludbydiaz
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