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Josie, de 18 meses de edad, murió el 22 de febrero del 2001, en
el Hospital Johns Hopkins por deshidratación debida a una serie
de errores que sucedieron durante su atención, luego de ser
hospitalizada por quemaduras de segundo grado. Su mamá, Sorrel
King, junto al Johns Hopkins, crearon la Fundación Josie King y
trabajan intensamente para construir una medicina segura. A
partir de ese momento, el Hospital, a través del Comité de
Seguridad del Paciente (liderado por Peter Pronovost), que lleva
el nombre de Josie King, implementó un Programa de Seguridad del
Paciente.
El objetivo principal de la Fundación Josie King es reducir el
daño a los pacientes por errores o complicaciones evitables. La
fundación promovió presentaciones, programas de capacitación en
seguridad de alcance comunitario, inició el Programa de Premios
Josie King Hero, que premia a cualquier miembro del personal del
hospital que reconoció, informó o evitó un error médico entre
otras acciones. Un video de la presentación de Sorrel King como
orador en una reunión del Instituto de Mejoramiento de la Salud
(IHI) se compartió internacionalmente a cientos de hospitales y
organizaciones de atención médica. Estas son algunas de las
tantas iniciativas que llevó adelante Sorrel para
transformar la tragedia vivida por su familia, en Vida.
La historia de Josie, escrita por Sorrel King, se utiliza como
herramienta educativa para los profesionales de la salud.
El libro de memorias sobre Josie: los errores médicos que la
llevaron a la muerte, las luchas de la familia para lidiar con
su dolor, la incursión de Sorrel en la medicina como defensora
de la seguridad del paciente y las mejoras de seguridad que se
han producido en memoria de Josie.
La historia de Josie es una de las tantas historias que, hace ya
más de 20 años, dieron origen, junto a otros acontecimientos,
como la publicación del tratado “Errar es humano”, al movimiento
mundial por la mejora de la calidad y la seguridad de la
atención médica.
Es imposible mencionar los millones de proyectos implementados
en diferentes países, las acciones realizadas desde la OMS con
la creación de la Alianza Mundial para la Seguridad del Paciente
en el 2004, el movimiento de “Pacientes por la seguridad de
pacientes” liderado por Susan Sheridan, que perdió a su esposo y
su hijo por eventos adversos y errores en la atención (a quien
tuve el honor de conocer en una conferencia que brindó en la
Universidad del Salvador hace unos años) y todas las iniciativas
que, incluso en nuestro país, podemos listar. Personalmente en
el año 2001 inicié este camino, en la Academia Nacional de
Medicina, siguiendo a dos grandes pioneros: el Dr. Agrest y la
Dra. Ortiz.
Pero si algo hemos aprendido en estos 20 años, es que la
solución a la dolorosa y seria problemática de los eventos
adversos que sufren los pacientes NO está en la justicia. Creer
que la justicia puede mejorar la calidad de la atención o
reducir los errores, dista enormemente de la realidad. La
bibliografía más seria publicada a nivel internacional afirma lo
contrario. Por eso, el mundo ha buscado otro rumbo para dar
respuesta y lo viene recorriendo hace más de 20 años.
Eso no significa, como veremos más adelante, que no puedan y
deban implementarse programas de acompañamiento, tratamiento y
compensación económica, para las víctimas de los eventos, como
exitosamente han llevado adelante algunos países. Pero el mero
gesto punitivo no sirve, no resuelve una problemática tan
compleja, por el contrario, crea una grieta, poniendo en veredas
enfrentadas al equipo de salud y a los pacientes y generando un
daño mucho mayor del que se podría imaginar.
Veamos ahora la historia de Nicolás Deanna. Nicolás murió el 2
de noviembre del 2017, a los 24 años, de una meningitis
bacteriana. Habiendo una investigación en curso, no puedo
realizar interpretaciones sobre lo que fue su proceso de
atención médica. Su mamá, abogada de profesión, eligió el camino
judicial, y legislativo, con el mismo objetivo que Sorrel: que
no vuelva a ocurrir lo que le sucedió a su hijo, y propuso un
proyecto de Ley, conocido como la “Ley Nicolás”.
Resumen del Proyecto: (los
comentarios en negrita me pertenecen)
1.
Propone la tipificación específica de la mala praxis, hoy se
encuentra entre los delitos culposos de homicidio y lesiones. Es
decir, propone que esté en el listado de “delitos” con nombre
propio, con penas más altas que incluyan la cárcel efectiva.
Subiendo las penas se homologan a los delitos dolosos,
es decir intencionales… ¿Homologar el error de un médico a un
asesinato por ejemplo?
2. Suspensión
preventiva de la matrícula al momento de la imputación: durante
el proceso de instrucción el médico no podría ejercer:
Yo me pregunto: ¿y el principio de inocencia? ¿Seguirán
eligiendo los jóvenes nuestra querida profesión? Soy docente
universitaria y hoy ya los jóvenes evitan especialidades por el
hecho de ser más demandadas que otras. Es una pena que el temor
sea un criterio que prime por sobre la vocación.
Dicen quienes apoyan el proyecto: “Con ello evitamos que dichos
profesionales continúen ejerciendo y cometan nuevos delitos. No
es un adelanto de condena, la condena sería “inhabilitación de
título”; sólo una suspensión a efectos de preservar la vida y la
salud de la población como bien jurídico a proteger, como
derecho humano de rango constitucional. En tanto cada uno de
nosotros libra largas batallas en tribunales, algunos procesos
llevan 8, 10 años, tu vida y la de tus seres amados está en
peligro. Nuestros seres amados, ya no están, hoy intentamos
proteger a los tuyos”.
¿No es una condena? ¿No genera un daño? Luego de 8 a 10
años sin ejercer… el médico resulta absuelto y… durante años no
pudo trabajar, no pudo ejercer su profesión… sufrió el síndrome
judicial con todas sus consecuencias.
3. La creación de
un Registro Nacional de Médicos Imputados, con la consiguiente
obligación del Poder Judicial de actualizar dicho registro a
medida avance el proceso, y la obligación de autoridades
nacionales, provinciales y municipales, y directores de
instituciones privadas de consultar dicho registro con
anterioridad a la contratación de un profesional.
Nuevamente… ¿Registro de médicos imputados? ¿Una condena social
sin juicio previo? Grave por donde se mire, comenzando por ser
anticonstitucional, violando los principios de la ética y la
justicia que dicen buscar. Temeraria propuesta.
4. Asistencia
económica a las víctimas para afrontar el juicio. La
asistencia propuesta para costear el juicio penal. ¿No debería
también ofrecerse lo mismo al profesional? Los seguros por
responsabilidad civil médica, salvo que expresamente decidan
incorporarlo en las pólizas, no tienen obligación de cubrir las
costas de un proceso penal y muchas veces los profesionales
deben afrontar los costos de reclamos sin fundamento médico ni
jurídico, durante todo el proceso hasta lograr acreditar que no
hubo mala praxis.
5. Historias
Clínicas Digitalizadas, encriptadas y nacionales, a las cuales
se puedan ingresar mediante un sistema informático.
Desconociendo los proyectos en curso y el avance que se ha
generado en los últimos años en esta temática.
Dirijo un programa de reporte y gestión de incidentes en la
atención de la salud, hace ya 20 años, voy a compartirles ahora
dos historias reales recientes:
Médica, 38 años de especialista, de las mejores. Desde lo
científico y desde lo humano, ha salvado y aliviado a miles de
niños en casi 40 años de profesión. Durante su atención un niño
sufre un evento grave, irreversible. Intentó compartir el dolor
de los padres, su propio dolor. Rápidamente el título de
“asesina” apareció en las redes sociales. Se inició un proceso
penal. Tuvo que contratar abogados y peritos. Entró en una
profunda depresión, decidió dejar la profesión que tanto amaba.
Lleva ya un año el caso en la justicia, aún en proceso inicial
de instrucción, mientras tanto, la medicina y la sociedad
perdieron a una gran profesional (sin mencionar el impacto
personal y familiar de la colega).
Médico, 25 años de especialista, estudioso y comprometido con la
profesión… ¿Cuántas vidas habrán pasado por sus manos en estos
años? Finalmente, ocurre un evento grave con una paciente. Se
genera una situación de violencia física cuando junto a otro
colega, intentan explicarle a la familia lo sucedido, lo golpean
duramente. A la madrugada siguiente, ingresa a su casa la
policía, armada, a realizar un allanamiento. Su esposa y su
hijito de dos años vivieron el sorpresivo ingreso de la policía
con temor y sorpresa, observando cómo se llevaban sus
computadoras y celulares, y hasta una mochila con pertenencias
personales. Piensa seriamente dejar la profesión. Tuvo que
contratar abogado y peritos… la causa lleva un par de meses. Aún
no recuperó ni siquiera su teléfono, sin hacer una lista de lo
que no recuperará jamás después de lo vivido.
Podría relatar muchísimos casos similares… Yo pregunto:
¿es este el camino? ¿Nuestra sociedad cree que así mejorará la
calidad de la atención en los hospitales de nuestro país? ¿Sorrell
hubiera logrado todas las mejoras si en lugar de lo que hizo
hubiera demandado penalmente a los profesionales? Mi respuesta
es contundente: NO ES EL CAMINO.
Entonces, como sociedad… ¿Qué deberíamos hacer para reducir los
eventos adversos evitables? ¿Podemos trabajar juntos por una
medicina de calidad y segura?
SÍ, pero es imprescindible un cambio de paradigmas:
-
Los programas de seguridad del paciente
deben ser una política de Estado.
-
El Ministerio de Salud debe ser el ente
de control de dichos programas fijando y garantizando
estándares mínimos de calidad de atención.
-
Las condiciones de trabajo de los
profesionales también deben ser modificadas (residentes
trabajando 30 horas o más sin descanso, un altísimo
porcentaje de profesionales de enfermería con doble empleo y
la lista es larga…).
-
Los programas deben incluir la
participación activa de los pacientes. Deben incluirse
espacios para el reporte de incidentes por parte de los
propios pacientes o familiares.
-
a seguridad del paciente debe formar
parte de la currícula de grado y posgrado (la Universidad
del Salvador, pionera en la formación en Seguridad del
Paciente, hace años incorporó la materia en todos los años
de la carrera de grado y recientemente en los cursos de
posgrado).
-
La seguridad también es incluir el
proceso de recertificación profesional.
-
La calidad debe ser premiada y la no
calidad castigada por los financiadores de la salud: lo que
conocemos como “pago por performance”.
Para poder avanzar en este sentido como
sociedad tenemos que asumir que:
El proceso de atención médica es complejo, la medicina es cada
vez más compleja, lo que genera mayores riesgos, y los errores
humanos deben ser gestionados ya que es inevitable que ocurran.
La gestión debe ser sistémica, no individual.
Los eventos adversos, definidos como el daño producto del
proceso de atención médica, ocurren y en un porcentaje de
alrededor del 50% de los casos NO son evitables. Tenemos que
trabajar intensamente en el 50% que se puede evitar.
Tenemos como sociedad aún una cultura fuertemente punitiva, lo
que conduce a que los errores y las fallas en muchos casos se
oculten, en lugar de comunicarse adecuadamente, de manera
transparente, compartiendo equipo de salud y paciente-familia lo
sucedido.
La cultura de la seguridad exige distinguir los errores, las
conductas de riesgo y los actos temerarios. El error se consuela
y se repara, se analizan las causales y se tratan. La conducta
de riesgo merece reflexión y aprendizaje, las conductas
temerarias deben ser sancionadas, pero en el ámbito de un
programa de seguridad que analice el proceso de atención que
falló, desarrolle acciones con el equipo de salud y el paciente
y su familia, y establezca medidas de mejora en caso de ser
necesarias.
El camino por recorrer es largo. Los invitamos a ser parte, a
trabajar por una medicina de calidad y segura para los pacientes
y su familia, para el equipo de salud y para las instituciones
en las que desarrollamos nuestra actividad
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