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En la psique de la mayoría de las personas de
habla hispana, el término droga está asociado a sustancia
ilegal: cuando oímos hablar de drogas probablemente los primeros
nombres que vengan a nuestra cabeza sean cocaína, heroína,
éxtasis o LSD. Así, reciben el nombre de drogas legales aquellas
sustancias con efectos psicoactivos que son permitidas, no
siendo su uso penado por la ley a pesar de conocerse sus
posibles efectos. Este estatus legal puede referirse a su uso a
nivel recreativo o bien a estar pensado para otros usos, que no
incluyen su consumo para lograr alterar la psique, y por los
cuales se considera algo permitido (Gahlinger, P.M. 2001).
Probablemente, la droga más utilizada y aceptada socialmente
hasta el punto de formar parte de una gran variedad de culturas.
El alcohol o etanol es una sustancia de tipo depresor, que
disminuye la activación del sistema nervioso y que es consumida
por todo tipo de personas, generalmente a partir de la
adolescencia.
En principio el uso de estos fármacos es medicinal, motivo por
el que son legales. Sin embargo, muchas llegan a adquirir
dependencia e incluso en algunos casos se usan bien para
intentar potenciar las propias habilidades o de manera
recreativa. Probablemente el psicofármaco que más frecuentemente
se utiliza en este sentido sean las benzodiacepinas, las cuales
se utilizan principalmente para tratar la ansiedad. En su uso
médico en principio se vigila en gran medida las dosis empleadas
y los tiempos que se emplean, si bien muchos profesionales
médicos los recetan excesivamente y durante más tiempo del que
en principio deberían ser empleados (Teale P, Scarth J, Hudson S
2012).
Esta columna se inspira entre otras en la realidad y un trabajo
de Oscar Castillero Mimenza, Psicólogo en Barcelona (2022).
Como Especialista en Medicina Legal -tras una serie
significativa de admisiones psiquiátricas post pandemia- y como
padre; he observado el uso constante de la mezcla entre una
benzodiacepina específica utilizada para el ataque de pánico
como así para casi cualquier problema clínico y el alcohol. Los
efectos de la mezcla de ambas con carácter recreativo pueden ser
bastante peligroso. (SIC – 2022).
El primero, es un medicamento clasificado como benzodiazepina,
que actúa como tranquilizante en el cuerpo. Esta droga también
ralentiza la actividad cerebral y puede causar mayor ansiedad,
paranoia, pensamientos e intentos suicidas. Peligrosos resultan
los efectos del consumo mixto con el alcohol. Debido a que se
utiliza para tratar enfermedades mentales, tiene el potencial de
empeorar las mismas cuando se consume con alcohol. Además,
debido al efecto tranquilizante que ambos tienen en el cuerpo,
es probable que las personas que abusan del alcohol abusen del
psicofármaco después de que se les haya recetado esta droga. No
es raro que las personas adictas se vuelvan a ambos, pero por su
potencial consuman alcohol en exceso, especialmente cuando no
están consumiendo temporalmente la droga (Rovira - 2022).
Tanto la benzodiacepina referida como el alcohol son depresores
del sistema inmunológico. Cuando el alcohol entra al cuerpo, es
absorbido por el torrente sanguíneo. Inmediatamente comienza a
interrumpir la comunicación entre las células nerviosas, por lo
que aquellas personas que consumen alcohol en exceso se vuelven
descoordinados, débiles y lentos.
No por ser repetitivo, las propiedades sedantes del alcohol
hacen que éste tenga sobre el organismo un efecto anestésico
sobre algunas áreas del cerebro, disminuyendo su actividad; y
como todo medicamento sedante-hipnótico, actúa para favorecer la
inhibición sináptica, producida por el transmisor denominado
ácido gamma-aminobutírico [GABA] (igual sucede con las
anfetaminas y barbitúricos).
En el hígado son extensivamente metabolizados ambos por
reducción al 7-amino- y por N-acetilación al 7-acetamino-.
También ocurre hidroxilación en la posición C-3. El citocromo
P450 3A4 hepático está implicado en la reducción a metabolitos
inactivos farmacológicamente, pero tóxicos para el hepatocito.
Los metabolitos se presentan en la orina como compuestos libres
y conjugados (glucurónico y sulfato). La práctica actual exige
el uso de combinaciones.
El conocimiento del metabolismo de los fármacos, el alcohol y el
papel interactivo que juegan las enzimas del citocromo P450
frente a los fármacos ya tradicionales y a otros medicamentos
nuevos se está ampliando a gran velocidad. Los médicos que
recetan estos medicamentos deben mantenerse al tanto de estos
avances para maximizar la seguridad y eficacia de los
tratamientos que administran a sus pacientes (Walkins, P.B.,
Drug metabolism by cytochromes P450 in the liver and small bowel,
Gastroenterol. Clin. North Am., 1992).
El alcohol ejerce su principal influencia sobre el sistema
nervioso tanto la tolerancia como la dependencia que influyen en
los efectos neuronales y su acción psicofisiológica y
farmacodinámica es depresiva, semejante a la que producen los
anestésicos generales. Esto sumado a las benzodiacepinas, actúan
y producen una adicción depresiva mediante a inhibición de la
excitabilidad y las conducciones axonales. En todo caso, el
peligro de tomar fármacos sin prescripción facultativa y
sumarlos a la ingesta de alcohol es un coctel complejo que puede
derivar en un estado de salud del que no podamos salir llegado
el caso.
Además, el hecho que los mensajes permanentes de odio
sensibilizan a las personas que, por sus procesos de
personalidad, sus instintos primitivos y sus sistemas de
creencias presentan mayor susceptibilidad para emocionar odio
(Ignacio Brusco -2022).
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