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 Opinion

    
BENZODIACEPINAS Y ALCOHOL…
ACERCA DE LAS ADICCIONES LEGALES
Por el Dr. Antonio Ángel Camerano (*)


En la psique de la mayoría de las personas de habla hispana, el término droga está asociado a sustancia ilegal: cuando oímos hablar de drogas probablemente los primeros nombres que vengan a nuestra cabeza sean cocaína, heroína, éxtasis o LSD. Así, reciben el nombre de drogas legales aquellas sustancias con efectos psicoactivos que son permitidas, no siendo su uso penado por la ley a pesar de conocerse sus posibles efectos. Este estatus legal puede referirse a su uso a nivel recreativo o bien a estar pensado para otros usos, que no incluyen su consumo para lograr alterar la psique, y por los cuales se considera algo permitido (Gahlinger, P.M. 2001).
Probablemente, la droga más utilizada y aceptada socialmente hasta el punto de formar parte de una gran variedad de culturas. El alcohol o etanol es una sustancia de tipo depresor, que disminuye la activación del sistema nervioso y que es consumida por todo tipo de personas, generalmente a partir de la adolescencia.
En principio el uso de estos fármacos es medicinal, motivo por el que son legales. Sin embargo, muchas llegan a adquirir dependencia e incluso en algunos casos se usan bien para intentar potenciar las propias habilidades o de manera recreativa. Probablemente el psicofármaco que más frecuentemente se utiliza en este sentido sean las benzodiacepinas, las cuales se utilizan principalmente para tratar la ansiedad. En su uso médico en principio se vigila en gran medida las dosis empleadas y los tiempos que se emplean, si bien muchos profesionales médicos los recetan excesivamente y durante más tiempo del que en principio deberían ser empleados (Teale P, Scarth J, Hudson S 2012).
Esta columna se inspira entre otras en la realidad y un trabajo de Oscar Castillero Mimenza, Psicólogo en Barcelona (2022).
Como Especialista en Medicina Legal -tras una serie significativa de admisiones psiquiátricas post pandemia- y como padre; he observado el uso constante de la mezcla entre una benzodiacepina específica utilizada para el ataque de pánico como así para casi cualquier problema clínico y el alcohol. Los efectos de la mezcla de ambas con carácter recreativo pueden ser bastante peligroso. (SIC – 2022).
El primero, es un medicamento clasificado como benzodiazepina, que actúa como tranquilizante en el cuerpo. Esta droga también ralentiza la actividad cerebral y puede causar mayor ansiedad, paranoia, pensamientos e intentos suicidas. Peligrosos resultan los efectos del consumo mixto con el alcohol. Debido a que se utiliza para tratar enfermedades mentales, tiene el potencial de empeorar las mismas cuando se consume con alcohol. Además, debido al efecto tranquilizante que ambos tienen en el cuerpo, es probable que las personas que abusan del alcohol abusen del psicofármaco después de que se les haya recetado esta droga. No es raro que las personas adictas se vuelvan a ambos, pero por su potencial consuman alcohol en exceso, especialmente cuando no están consumiendo temporalmente la droga (Rovira - 2022).
Tanto la benzodiacepina referida como el alcohol son depresores del sistema inmunológico. Cuando el alcohol entra al cuerpo, es absorbido por el torrente sanguíneo. Inmediatamente comienza a interrumpir la comunicación entre las células nerviosas, por lo que aquellas personas que consumen alcohol en exceso se vuelven descoordinados, débiles y lentos.
No por ser repetitivo, las propiedades sedantes del alcohol hacen que éste tenga sobre el organismo un efecto anestésico sobre algunas áreas del cerebro, disminuyendo su actividad; y como todo medicamento sedante-hipnótico, actúa para favorecer la inhibición sináptica, producida por el transmisor denominado ácido gamma-aminobutírico [GABA] (igual sucede con las anfetaminas y barbitúricos).
En el hígado son extensivamente metabolizados ambos por reducción al 7-amino- y por N-acetilación al 7-acetamino-. También ocurre hidroxilación en la posición C-3. El citocromo P450 3A4 hepático está implicado en la reducción a metabolitos inactivos farmacológicamente, pero tóxicos para el hepatocito. Los metabolitos se presentan en la orina como compuestos libres y conjugados (glucurónico y sulfato). La práctica actual exige el uso de combinaciones.
El conocimiento del metabolismo de los fármacos, el alcohol y el papel interactivo que juegan las enzimas del citocromo P450 frente a los fármacos ya tradicionales y a otros medicamentos nuevos se está ampliando a gran velocidad. Los médicos que recetan estos medicamentos deben mantenerse al tanto de estos avances para maximizar la seguridad y eficacia de los tratamientos que administran a sus pacientes (Walkins, P.B., Drug metabolism by cytochromes P450 in the liver and small bowel, Gastroenterol. Clin. North Am., 1992).
El alcohol ejerce su principal influencia sobre el sistema nervioso tanto la tolerancia como la dependencia que influyen en los efectos neuronales y su acción psicofisiológica y farmacodinámica es depresiva, semejante a la que producen los anestésicos generales. Esto sumado a las benzodiacepinas, actúan y producen una adicción depresiva mediante a inhibición de la excitabilidad y las conducciones axonales. En todo caso, el peligro de tomar fármacos sin prescripción facultativa y sumarlos a la ingesta de alcohol es un coctel complejo que puede derivar en un estado de salud del que no podamos salir llegado el caso.
Además, el hecho que los mensajes permanentes de odio sensibilizan a las personas que, por sus procesos de personalidad, sus instintos primitivos y sus sistemas de creencias presentan mayor susceptibilidad para emocionar odio (Ignacio Brusco -2022).


 

(*)  Médico y Doctor de la Universidad de Buenos Aires, área Ciencias Éticas, Humanísticas y Sociales Médicas

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