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No es ocioso diferenciar un Sistema de Salud de un Sistema de
atención Médica. El primero incluye a todas las organizaciones y
recursos que concurren al financiamiento, no siempre sinérgico y
colaborativo, que tienen como finalidad mejorar directa o
indirectamente la salud de la población. Ello incluye al Sistema
de Atención Médica que con financiación pública y
predominantemente contributiva concentran la preocupación
política, económica y social.
De los muchos problemas que se diagnostican cuatro son los que
adquieren mayor relevancia y constituyen ejes estratégicos:
1) La desintegración de los recursos financieros en múltiples
cajas, algunas de ellas en situación de quiebra.
2) La crisis del personal sanitario en lo que hace a su
formación, distribución y retribución.
3) La incompleta información sanitaria que no incluye los
resultados que brindan los servicios de la oferta.
4) El reto que supone la aplicación de políticas que promuevan
la equidad en un entorno pluralista, de incertidumbre y
restricciones económicas.
En este escenario situacional es necesario olvidar el
centralismo, el unitarismo y las propuestas de reformas con
contenido especulativo que procuran mejorar el posicionamiento
sectorial como condición de integración dentro del sistema. En
cambio, corresponde indagar sobre el origen de las causas y
consolidación de los desvíos y de la pérdida de valores, de modo
tal que puedan traducirse en un plan estratégico de largo plazo
para ser concretado en cada jurisdicción. El mismo debería
contemplar:
1) El derecho a la salud como un actor dentro del sistema.
2) La disponibilidad de una herramienta que haga posible la
universalización de la cobertura.
3) El medio de gestión que mejore la eficiencia tanto de
proveedores como de financiadores.
4) La reducción de la variabilidad médica.
5) La concentración de la alta complejidad en beneficio del
nivel de entrenamiento.
6) Las relaciones contractuales cómo una sinergia de intereses
orientada a resultados, y corresponsabilidad presupuestaria
independientemente de la forma de retribución profesional.
No se trata de una planificación normativa que supone que todo
ocurrirá según lo planeado, sino de un proceso entendido como el
cálculo que precede y preside la acción a cuyo efecto debe
reconocerse un momento explicativo en el que se indaga sobre los
problemas y las oportunidades intentando hallar las causas que
los generan.
Le sigue el momento normativo en el que se diseña el cómo debe
ser la realidad o la situación deseada, etapa que suele
confundirse con la totalidad de una planificación.
El último paso es construirle viabilidad al diseño normativo. Es
decir, cuáles son los obstáculos por vencer y cómo hacerlo, para
llegar a una realidad como una fuerza de cambio hacia la
situación elegida. Aquí es donde aparecerán los obstáculos
políticos, económicos, culturales, organizativos, legales y
cognoscitivos a resolver. Por lo tanto, hay que diseñar y
calcular cómo sortearlos en cuanto se opone al cumplimiento del
diseño situacional planeado.
En consecuencia, la planificación se refiere al proceso de
gobierno, sea de un país o de un centro de salud porque quien
planifica gobierna.
Los principios sobre los que se apoya una estrategia son
perdurables independientemente del ritmo de cambio y de la
tecnología (M. Porter). Por tal razón es un error detenerse o
procurar un cambio o una mejora operacional y olvidarse de la
estrategia, toda vez, que la arquitectura del Sistema de
Atención se desarrolló a favor de otras políticas e intereses
que reemplazaron la decisión política de optar y establecer un
modelo de atención.
Bibliografía: Planificación,
libertad y conflicto. Carlos Matus.
IVEPLAN.
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