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La Quinta Ola es una novela juvenil de ciencia
ficción estadounidense. La historia sigue a un adolescente,
mientras trata de sobrevivir en un mundo devastado por oleadas
de invasiones alienígenas que han diezmado la población de la
Tierra. En esta se observan que los conflictos son interhumanos
y no contra los alienígenas. Esto puede tomarse en forma
homóloga a la invasión del Covid-19.
La Guerra humana -según la visión de este columnista- es
geopolítica, es farmacéutica, es por las patentes ante una
agresión hegemónica y necesidad de justicia. Pensando
humildemente que se recupera con persuasión, confianza, la
aplicación de consensos en políticas públicas, vacunación
voluntaria y no agresión. Pero como si fuera poco aún en
pandemia vino la agresión internacional. Sin entrar en el
análisis del conflicto armado que me excede.
La voluble geopolítica del medicamento y la crisis sanitaria han
destapado la alta dependencia de Occidente de los países
emergentes. La industria farmacéutica, una de las más poderosas
del mundo, afronta dos debilidades imprevistas. Si la urgencia
del coronavirus debilita su sistema de patentes, el sector
podría tener que reinventar su modelo de negocio.
La industria necesita desarrollar un sistema comercial que
equilibre la escasez y la accesibilidad. Y aceptar que China es
el mayor productor de principios activos farmacéuticos (APIs) de
algunos de los medicamentos más populares del mundo, como el
paracetamol, el ibuprofeno o la amoxicilina.
Los es desde hace una década. Hasta mitad de los años 90,
Estados Unidos, Japón y Europa eran responsables del 90%. Hoy
China y la India producen el 80% de los principios activos
importados por Estados Unidos. No es una broma. No en un país
donde un general y presidente, Dwight Eisenhower, escribió: “No
resulta difícil demostrar que las batallas, las campañas e
incluso las guerras se han ganado o perdido debido a la
logística”. El Diario italiano, Il Manfesto, en su página 12,
publicó un artículo de Mauro Capocci cuyo título es
esclarecedor: Geopolítica Médica y, sin embargo, considero debió
intitularse Geopolítica de la Industria Químico-farmacéutica.
En su párrafo segundo expresa, sin más: “Los productos
farmacéuticos no son nuevos en ciertos eventos geopolíticos: los
medicamentos son más que sólo productos básicos, y cuanto más
importantes son, mayor es el riesgo de que se utilicen para
otros fines distintos a la salud de los ciudadanos. Un ejemplo
de ello es la penicilina: una droga milagrosa, con razón
aclamada como una revolución terapéutica, celebrada con un
Premio Nobel otorgado en 1945 a Alexander Fleming, Howard Florey
y Ernst Boris Chain, y como un símbolo de la ciencia al servicio
de la humanidad”.
Pero… párrafos más adelante Mauro Capocci escribe: “Pero... para
toda la humanidad? No de inmediato. Mientras que la creación de
Sir Fleming fue exaltada en todo el mundo, no en todas partes se
podía acceder al preciado producto del moho. Y no por escasez,
sino por el control activo ejercido por Estados Unidos y Gran
Bretaña sobre la exportación del primer antibiótico y las
tecnologías para producirlo, para que no llegaran a los países
comunistas de Europa y Asia hasta mediados de la década de
1950”.
Quedaba claro que, según expresa Mauro Capocci, cuando el
“idilio” de posguerra y la alianza entre Occidente y los
soviéticos terminaron en 1947, la penicilina y las tecnologías
relacionadas se consideraban estratégicas, así como las armas.
En consecuencia, los Estados Unidos y el Reino Unido,
prohibieron la exportación de penicilina a los países del bloque
comunista y China también fue incluida. Téngase en cuenta que
por esa misma época la recién creada Organización Mundial de la
Salud (OMS), proclamaba: “que las naciones cooperaran para
difundir dispositivos y medicamentos esenciales para la salud,
incluida la penicilina”.
Por otro lado, como se halla documentado, “con el inicio de la
Guerra de Corea en junio de 1950, la represión estadounidense de
la penicilina se fortaleció aún más: las licencias de
exportación también fueron suspendidas a los países occidentales
aliados, tanto que en el invierno de 1951 Italia sufrió una
escasez de antibióticos. La escasez de la droga dejó en claro
cómo la penicilina estaba sujeta a mecanismos de propaganda
internacional y sus conveniencias políticas”.
No será necesario abundar sobre este asunto para comprender lo
que significa la presencia de la gran Industria
químico-farmacéutica dentro de la geoestrategia económica,
política y militar.
Voy, para cerrar este segundo punto, a referir una idea que
Mauro Capocci refiere en los argumentos estadounidenses: “el
equipo necesario para producir medicamentos, según el ejército
estadounidense, también podría ser utilizado para producir armas
biológicas”.
Hay que considerar que los intereses económicos de las
industrias farmacéuticas y de las diferentes naciones del orbe,
así como los intereses geopolíticos de las naciones más ricas y
poderosas liberarán este producto y lo pondrán a disposición de
la población de todo el orbe, de modo tal que sea posible, por
vez primera, asegurar la producción y distribución universal y
gratuita de la vacuna requiere una buena dosis de ingenuidad.
Hoy queda claro que el problema trasciende a cada una de las
naciones, como entidades, y demanda una unidad de acción
geoestratégica para avanzar en esta dirección.
De otro modo seguiremos la ruta de un modelo aberrante,
excluyente, depredador y éticamente inadmisible.
Bibliografía:
1.- DOI: 10.1016/j.anpedi.2012.11.022
Thalidomide: an unfinished history - E. Papaseit, O.
García-Algar, M. Farré.
2.- Dr. José Manuel López Tricas - Farmacéutico especialista
Farmacia Hospitalaria - Farmacia Las Fuentes -Florentino
Ballesteros, 11-13 50002 Zaragoza.
3.- https://elordenmundial
El Orden Mundial es el principal medio de análisis internacional
divulgativo en español. Año 2022.
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