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Tres años atrás, en esta columna, en plena pandemia,
decía: “...hay que aprovechar la sensibilización social
actual con el sistema de salud, pues esa ventana no
quedará abierta mucho tiempo.
Tras la pandemia se juzgará a los políticos por su
capacidad para aprovechar esa oportunidad... recordando
que después de esta epidemia será necesario planificar
en un país que estará en recesión. Salarios y honorarios
profesionales han sido una variable de ajuste de los
desequilibrios financieros del sector.
¿Habrá llegado el momento de la audacia y de asumir los
costos políticos de las transformaciones necesarias? ¿O,
sin heroísmo, nuestra mediocre dirigencia política y
social seguirá aplaudiendo noche a noche a los
trabajadores de salud en un hipócrita juego
cortoplacista, teñido de oportunismo?”.
Muchas de esas predicciones mutaron en realidad.
En un diciembre de hace 20 años, asolado por el
descontento y la furia colectiva sufrimos una crisis, en
la que se pedía “que se vayan todos”, pero no se fue
nadie, y se repiten hoy las mañas de entonces, y sin
desconocer el efecto de la pandemia, los resultados son
desoladores: pobreza, y un sistema de salud jaqueado por
la deserción y ausencia de motivación de sus actores
principales entre los cuales se extiende la dolorosa
certeza de que no será des- de esta política hipócrita e
inoperante, que con aplausos y elogios alentó pensar en
una puesta en valor y su ubicación en las prioridades,
de donde vendrá la solución a los problemas que carcomen
su esperanza.
El Estado en 2003 tenía 2,22 millones de empleados, y
según el crecimiento poblacional, debería tener
actualmente 2,8. Hay 4,24, con servicios deteriorados
que gran parte de la población debe procurarse por su
cuenta. El salario promedio del RIPTE (1) de abril de
2023 era $ 239.000; el de Aerolíneas Argentinas $
622.000, y el de Ferrocarriles $ 643.000.
En diciembre de 2022 (2) 15 dependencias pagaban a sus
74.000 empleados salarios brutos en promedio superiores
al millón de pesos, 36 pagaban 127.000 salarios entre
500 y 950.000: ninguna, con excepción del PAMI
pertenecía al sector salud.
Si bien las altas funciones deben estar bien pagas
parece haber un Estado “agencia de colocaciones” y
principal fuente de empleo, que paga sueldos bajos a
docentes, policías, médicos y enfermeras y asegura a sus
funcionarios ingresos y beneficios que difícilmente
podrían tener en el sector privado.
Las condiciones y requisitos de acceso a ese Estado
superpoblado contrastan en comparación con los empleos
privados, o las exigencias para acceder a un cargo
profesional, y desnuda la degradación de una dirigencia
política cada vez menos capacitada, sin experiencia de
riesgo, amparada en sus cargos, a los que no llega por
prestigio ni trayectoria personal, sin capital simbólico
que cuidar ni lugar al que volver.
Es la foto de una élite devaluada, clave para entender
el déficit del Estado los desequilibrios salariales
entre los sectores y tal vez los altos índices de
corrupción de la política en los últimos años.
Un gran obstáculo es la construcción de la realidad a
partir del relato. Si la narrativa ignora la evidencia y
construye dogmas con medias verdades y muchas mentiras,
se cancela el diálogo y devalúa la palabra, elementos
esenciales para iniciar un debate de ideas constructivo
y la búsqueda de consensos para cambiar la realidad.
Negarla, habilita actuar en una realidad paralela, de
forma esquizofrénica.
Valen como ejemplos los proyectos de ley que no son más
que creación de derechos con épica y sin números, y
nunca incluyen el renglón del presupuesto al que
recurrir para financiar su cumplimiento.
Cuando la satisfacción de derechos básicos está lejos de
cumplirse, crear nuevos, requiere proyectos de ley
precisos y rigurosos para no solo anunciar la expansión
de derechos sino concretarla y sostenerla, y es una
discusión estratégica si se quiere derivar partidas a
una política que restará fondos para otras decisiones,
cuando hay hogares donde la mitad de los menores de 6
años tiene problemas alimenticios, familias donde el 8%
de los niños queda a cargo de un hermano menor de 18
años y 12% se queda sólo y en condiciones muy precarias
cuando los padres salen a trabajar.
La idea de que se puede lograr la felicidad por decreto
es la que hace que no podamos resolver problemas que el
mundo solucionó hace medio siglo. Competir en ese mundo
exige calificación, medición de resultados, rendición de
cuentas y evaluación de la productividad.
Es entonces preocupante, la existencia de un
funcionariado, que ha perdido el rumbo, y lo combina con
niveles de ideologización torpe diciendo algunas cosas
que hace 50 años ya eran absurdas.
Y la discusión la ocupa un relato mentiroso que crea la
ilusión de modelos que no existen, en un Estado que
crece, imposible de financiar y tan ineficiente que solo
sirve a quienes lo ocupan. Eso genera un escepticismo
que hace imposible imaginar un país normal y parece
condenarnos a vivir en una Argentina decadente y
anormal.
Pero si somos constantes, perseverantes, con templanza
fuerza de voluntad, y la dosis siempre necesaria de
fortuna, podremos dejar atrás la desesperanza y
encontrarnos con esa sociedad y país que debiéramos
haber sido, y que todavía estamos a tiempo de empezar a
ser.
Ese, en que la salud y sus profesionales volverán a
ocupar el lugar que les corresponde, y los ciudadanos
dejaran de sentir que cuando reclaman por su derecho, el
Estado no los manda como hoy, a que los cure Lola. (3)
REFERENCIAS
1) Remuneración imponible promedio de los trabajadores
estables.
2) Base Integrada de Empleo Público.
3) Expresión de origen español, utilizada desde
principios del siglo XX hasta casi los años 1960, en
Uruguay y Argentina. Cuando alguien pedía que se lo
atendiera de manera insistente o se quejaba de algún
dolor que tenía, el que estaba harto de escuchar siempre
lo mismo, terminaba mandándolo a pedirle auxilio a la
Virgen de los Dolores: lo mandaba a que lo cure Lola, ya
que así se nombraba a la Virgen en el ámbito familiar.
| (*) Presidente del
Instituto de Política, Economía y Gestión en
Salud (IPEGSA). |
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