|
Todos los modelos sanitarios son buenos en la medida de sus
resultados en términos de eficacia, eficiencia y equidad en el
acceso a los servicios de atención médica. Por lo tanto, este es
el gran desafío y objetivo de los cambios o reformas que se
plantean para mejorar el desempeño del sistema de atención
médica actual.
La literatura en materia diagnóstica, cuenta con brillantes y
coincidentes opiniones, en tanto que las propuestas no plantean
la acción después de la planificación, el rumbo a seguir y cómo
enfrentar los obstáculos.
El problema es de larga data y no parece que pueda superarse por
los mecanismos legislativos en los que sólo pueden identificarse
en cuánto a la centralidad del sistema en el Ministerio de Salud
y la articulación de los sectores por medio de acuerdos,
mecanismo que presta cierto margen a la incertidumbre sobre su
futuro.
En definitiva, las leyes de por sí no producen cambios
sustantivos si no existe una decisión política despojada de
trincheras ideológicas, teóricas o las que se originen a través
de las expectativas a que da lugar su planteo.
Como la integración es lo opuesto a la segmentación según fuera
la capacidad económica de la población, debe desarrollarse una
mirada diferente pero a la vez disruptiva.
La evidencia muestra que el funcionamiento, la estructura y la
organización de los sistemas de atención médica están
condicionados fundamentalmente por la fuente de financiación, si
es pública o privada, toda vez que importan las decisiones sobre
la forma en que se reparten y aplican los recursos.
En consecuencia, la centralidad del problema está en la
posibilidad de integrar los recursos cualquiera fuese su fuente,
contributivo, público o privado. En segundo término, está en la
capacidad de gestionar esos recursos por las distintas
jurisdicciones del país, teniendo en cuenta que salud como
función pública no ha sido delegada en la nación.
La gran autonomía que han alcanzado las organizaciones, tanto
públicas como privadas y de obra social no hacen posible lograr
la aludida integración de recursos porque defienden su
individualidad, supervivencia y no quieren perder poder.
En orden a ello es necesario buscar otras alternativas. En esa
búsqueda se encuentra el art.4º de la ley 23661 por la que se
promueve la descentralización progresiva del seguro en las
distintas jurisdicciones lo que podría reducir la brecha de
equidad producto de las distintas fuentes de financiación.
En definitiva, si reconocemos que la integración del sistema
depende de la posibilidad de integrar la fuente de financiación
y que estos recursos se gestionen de una manera descentralizada,
transfiriendo el poder en la toma de decisiones en las distintas
jurisdicciones sería posible reducir la brecha de equidad en el
financiamiento y avanzar hacia una atención médica accesible,
suficiente y oportuna para toda la población.
Sin embargo, el Ministerio de Salud lejos de liderar esta
integración ha preferido llevar adelante programas verticales
que no actúan sobre la organización del sistema, sino que tratan
de palear las insuficiencias del mismo.
De este modo ha llegado a constituir un nuevo subsector, toda
vez que son programas que cuentan con una financiación, un plan
de beneficios y una población beneficiaria.
El avance tecnológico y científico ha generado nuevos problemas,
toda vez que la fuerte influencia del mercado en la expresión de
la demanda alienta su uso abusivo y contribuye a la segmentación
de la población según fuera su capacidad económica o tipo de
cobertura pública, privada o de obra social.
La gestión de los recursos mayoritariamente privada en el
sistema contributivo sorprendentemente demanda el auxilio del
estado al ver comprometidos sus recursos por el alto impacto de
los precios en su economía.
Es obvio señalar que no corresponde asignar un subsidio con
fondos públicos, sino asignar nuevos recursos sean
contributivos, públicos o ambos para constituir un fondo de
financiación con gestión pública descentralizada para hacer
posible un uso racional de la financiación en beneficio de toda
la población
|