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La manifiesta crisis estructural-orgánica actual, su dimensión y
alcance, donde la salud no es más que la punta de ese iceberg,
muestra la anomia donde, como ya hemos dicho, “los pacientes no
tienen hospitales ni los hospitales médicos”. Hoy no debemos
eludir el estado de indefensión sanitaria (exacerbado por el
hacinamiento, pobreza, informalidad y fragmentación del sistema
de salud) y el desgarro social consecuente.
Se impone la necesidad de una transformación del sistema de
salud con la finalidad de preservar su esencia. Es decir, una
verdadera reconversión y no simple “reordenamiento” para seguir
“funcionando” como hasta hoy. Todos los actores del área
sanitaria, públicos y privados, reconocen y reclaman que el
“sistema” está quebrado. Pero en lugar de repararlo habría que
cambiarlo, porque hacer sostenible la ganancia de privados y
canalizar los múltiples y severos déficits en contenciones y
dilaciones no haría más que prolongar y acrecentar el problema.
Para ello, lo primero debe ser pensar a los pacientes ante todo
como personas (y no consumidores): “el hombre entero”, aquel que
puede estar representado en una historia clínica única
(digitalizada, ponderando el significado económico y
sociocultural que ésta contiene). Los pacientes no existen sólo
en forma aislada y situación transitoria: son ellos miembros
activos de nuestra sociedad, lo que obliga a concebir la
protección sanitaria como “atención médica”, trascendiendo la
mera “asistencia médica” temporal.
Mientras la “atención médica” es abarcadora, incluyendo la
prevención, curación y rehabilitación; la “asistencia médica”
constituye sólo una respuesta puntual frente a la enfermedad y
el tratamiento de sus síntomas emergentes transicionales. No
brinda a los pacientes y a su grupo familiar un apoyo sanitario
que posibilite la contención elemental para una vida activa y
satisfactoria durante sus distintas etapas, base primaria para
una cobertura médica necesaria como soporte social para una vida
digna. No diferenciar entre “atención médica” y “asistencia
médica” es no diferenciar entre seguro (a posteriori del
accidente) y seguridad (protección preventiva).
El avance de los conocimientos actuales posibilita la
construcción de un sistema de atención y cuidados integrados
(individual y poblacional), de manera tal de lograr la
unificación de capacidades de los profesionales con el potencial
de los distintos espacios de atención médica: centros de
atención primaria, hospitales y consultorios, según una
logística coordinada que supere las barreras tradicionales y una
planificación estratégica, articulada e innovadora.
Esta necesaria transformación no sólo está en contraposición con
el actual statu quo de la “asistencia sanitaria”, sino también
contra las vías muertas que se proponen como superadoras y
representan su versión más desembozada, como el sistema de
vouchers con su acción reducida y puntual, que elude la
responsabilidad que la cobertura médica debería ejercer. Los
vouchers son parches que confunden modernización con innovación.
Algo similar ocurre con las nuevas variantes de mercadeo de las
prepagas que anuncian reducciones de planes, cuando en verdad se
escinde “el plan” entre “integral” y “copago” y aumentan ambos.
En resumen: imponen una nueva modalidad de diagramación del
sistema por el cual se pretende eludir toda merma en su
ganancia. La salud debe ser concebida como un problema
colectivo. De ahí que en ella la solidaridad no es una opción
sino un imperativo y, sin embargo, vemos cotidianamente que se
la aborda como una demanda mercantil, cuando su vertiente
económica es sólo uno de sus aspectos.
Pero debemos pasar de las protestas a las propuestas, amparadas
en el conocimiento, la comprensión, el compromiso, la
responsabilidad y el coraje que todo cambio exige. Merece
entonces detenerse en experiencias pasadas y actuales que marcan
un camino, así como en las proyecciones que las nuevas
tecnologías posibilitan.
Desde la Fundación Gaspar Casal de España propician un sistema
de atención y cuidados integrado, digital, con capacidad de
aprender y orientado a la creación de valor en salud y bienestar
a nivel individual y poblacional. El concepto de gestión
integral del paciente, que requiere la cohesión de los
diferentes niveles de atención sanitaria que ofrece el sistema
(primaria, hospitalaria, sociosanitaria), permitiría calcular el
impacto en términos de resultados en salud y costes
(monitoreando la trayectoria del accionar en la cobertura), con
lo cual se podría proceder a una evaluación completa y eficiente
de la gestión del paciente.
Para lograr la integración son necesarios cambios culturales en
las organizaciones apoyados en herramientas tecnológicas y
organizativas. Lo que hace un tiempo denominé la cultura la-
boral, uno de los vértices del triángulo junto a la estrategia
(o gobernanza) y la estructura (el soporte funcional e
institucional). En lugar de concebirlos y concebirse como
técnicos o, en el otro extremo, puro oficio artesanal, los
médicos y demás profesionales de la salud deben entenderse como
trabajadores del conocimiento que requieren autonomía para
responder a las necesidades de los pacientes, actualizar su
acervo científico, y adaptarse a los continuos cambios
organizativos, tecnológicos y de roles profesionales. Pero debe
contarse a la vez con un monitoreo sistemático para registrar la
evolución de cada intervención. Es decir, autonomía y capacidad
de decisión en la micro y en la mesogestión combinados con
mecanismos de gobernanza clínica y el alineamiento de liderazgos
clínicos y gestores. En síntesis, transparencia junto con
esquemas claros de evaluación y rendición de cuentas.
Bien señalan desde la fundación española el enorme activo que
supondría una base de datos poblacional con información de salud
y sus determinantes, lo que habilitaría un sistema
sociosanitario con capacidad de aprender. Cómo no valorarlo en
nuestro país, sin un observatorio de salud pertinente, y con un
gobierno que admite, por ejemplo, que desconoce por completo
quién termina consumiendo los medicamentos del plan Remediar.
Por su parte, el modelo Kaiser Permanente, que desde hace
décadas brinda buenos resultados en Estados Unidos (y que en
nuestro país encuentra algún tipo de similitud con la Fundación
Médica de Mar del Plata y el Hospital Privado de Comunidad
concebido a inicios de la década de 1970), tiene un enfoque de
mejora de salud poblacional, tratando de minimizar la
utilización y prestando servicios en el nivel de atención más
coste-efectivo. Como consecuencia, las barreras tradicionales
entre niveles se difuminan y surge un modelo de atención
integrada con soluciones innovadoras, donde se potencia al
máximo la capacidad resolutiva en el nivel de atención primaria
y comunitaria y se presta especial atención a la minimización de
las hospitalizaciones: haciéndolas racionales, selectivas y
categorizadas.
Algunos de los rasgos que definen el éxito del modelo son:
Enfoque de salud poblacional.
Liderazgo clínico.
Práctica profesional en equipos
que colaboran de forma integrada.
Profesionales médicos
contratados por una misma organización y que trabajan con
exclusividad, posibilitando el ejercicio privado dentro de la
misma institución.
Compromiso con la gestión del
conocimiento, con la difusión de las mejores prácticas y con el
aprendizaje organizativo.
Énfasis en la prevención,
detección precoz y educación sanitaria.
Gestión activa y coordinada de
las enfermedades crónicas.
Importancia de la investigación
clínica.
Cumpliendo con la tría básica de “asistencia médica” -
“docencia” - “investigación”, al servicio de la producción de
salud.
Estos y otros modelos deben ser inspiradores, pues es hora de
iniciativas y propuestas innovadoras acordes a la magnitud de
las consecuencias que a ojos vista se nos imponen, en un entorno
político tensado frente a situaciones de emergencia y
vulnerabilidad inocultables para una ciudadanía que soporta una
pobreza medular desconocida.
| (*)
Doctor en Medicina por
la Universidad Nacional
de Buenos Aires (UBA).
Director Académico de la
Especialización en
“Gestión Estratégica en
organizaciones de
Salud”, Universidad
Nacional del Centro -
UNICEN; Director
Académico de la Maestría
de Salud Pública y
Seguridad Social de la
Universidad del
Aconcagua - Mendoza;
Coautor junto al Dr.
Vicente Mazzáfero de
“Por una reconfiguración
sanitaria pos-pandémica:
epidemiología y
gobernanza” (2020).
Autor de “La Salud que
no tenemos” (2019);
“Argentina Hospital, el
rostro oscuro de la
salud” (2018); “Claves
jurídicas y
Asistenciales para la
conformación de un
Sistema Federal
Integrado de Salud”
(2012); “En búsqueda de
la salud perdida”
(2009); “La Fórmula
Sanitaria” (2003). |
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