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La precarización del trabajo, la intensificación de la cultura
del consumo, la expansión de la burocracia y de los mecanismos
de control social, la gerencialización de la política, la
mercantilización de la educación y la salud, y el aumento de
padecimientos mentales como el estrés, la depresión y los
desórdenes de atención se muestran bajo esta perspectiva ya no
como “errores honestos” de un sistema que tienda al bien común,
sino como dispositivos orientados a bloquear toda capacidad
colectiva de transformación. (1)
Es importante rechazar la idea de que los fallos aparentes del
gerencialismo son “errores honestos” de un sistema que, en sus
intenciones busque “mejorar la eficiencia”.
El gerenciamiento es un modelo de gestión de RRHH más orientado
a coordinar voluntades que a ordenar conductas. Un mayor énfasis
en el control de los resultados que en los procedimientos. Esos
resultados deben ser económicamente viables, sin importar las
consecuencias para el paciente y para el sistema de salud. (2)
Las iniciativas gerencialistas de la salud sirven a la
perfección a sus objetivos reales ocultos, que son los de
debilitar más aun el poder del método clínico y socavar la
autonomía de los médicos como parte de un proyecto para
restaurar las condiciones históricas de poder y riqueza de las
clases privilegiadas.
El gerencialismo no comprende el costo de la iatrogenia, de la
prevención, de las alertas tempranas e incluso de las
oportunidades perdidas prematuramente. Es antiguo y un fracaso
demostrado en países donde constituye las bases del sistema de
salud.
El monitoreo inagotable y la precariedad, en verdad, van de la
mano. El trabajo precario ejerce una presión “irónica y a la vez
devastadora” sobre el médico. Por un lado, el trabajo nunca
termina: el médico debe estar siempre disponible, sin derecho a
ninguna vida privada ajena al tiempo de trabajo.
Por otro lado, el precario es por definición descartable,
incluso si se muestra capaz de sacrificar todas y cada una de
sus esferas de autonomía en aras del trabajo.
La tendencia actual es que prácticamente todas las formas de
empleo se vuelvan precarias. En palabras de Franco Berardi, “el
Capital ya no recluta a las personas, sino que compra paquetes
de tiempo separados de sus portadores, ocasionales e
intercambiables”. (3)
Estos “paquetes de tiempo” no tienen ninguna conexión nocional
con una persona con derechos o necesidades: simplemente se
encuentran disponibles o no en el mercado.
Berardi también reconoce los efectos de las comunicaciones
digitales, que producen lo que él caracteriza como un sentido
difuso del pánico: un estado en el que los individuos se
encuentran a merced de una guerra relámpago de datos imposible
de manejar.
La aceleración en el intercambio de la información está
produciendo un efecto patológico en la mente humana individual y
más aún en el espíritu colectivo.
Los individuos -y mucho más los médicos- ya no pueden procesar
conscientemente la inmensa y siempre creciente masa de
información que ingresa en sus computadoras, teléfonos, en las
revistas científicas online y en sus cabezas.
Y, sin embargo, resulta indispensable seguir, reconocer, evaluar
y procesar toda esta información si desea ser competitivo y
eficiente y triunfar.
Es prácticamente imposible tratar de actualizar los
conocimientos médicos, la vanguardia tecnológica y terapéutica,
dada la escasez de tiempo disponible por el pluriempleo, cada
vez más en aumento, dado el precario sistema de remuneración. En
un marco de inestabilidad económica general en aumento.
Insisto que el pluriempleo es causal de pérdida de
especialidades, como la pediatría, por no poseer una carrera
médica acorde con el paso del tiempo y mucho menos una
remuneración acorde. Teniendo en cuenta que uno de los
indicadores más importantes -aunque no el único- en un sistema
de salud es la mortalidad infantil.
Los que definen los ingresos médicos no se dan cuenta que
también van a quedar atrapados en su propia trampa: la calidad
prestacional en descenso marcado los alcanzará cuando enfermen y
no tengan profesionales acordes al manejo de sus patologías.
Venimos insistiendo hace mucho que no se puede dejar el
financiamiento de la salud a personas sin conocimientos del
sistema, o a gerentes economicistas sin sensibilidad social ni
la debida preparación, ya que manejan seres humanos con derechos
inalienables, que están escritos en la Constitución Nacional,
además de transgredir faltas éticas no solo penadas por la ley
sino por sus conciencias, si es que las tienen…
Una de las consecuencias de las modernas tecnologías de la
comunicación es que no cuentan con un espacio externo en el que
uno pueda descansar de ellas y recuperarse.
El ciberespacio vuelve obsoleto el concepto clásico del “espacio
de trabajo”. (4)
En un mundo en el que se espera de nosotros que podamos
responder a un e-mail de trabajo casi a cualquier hora del día,
el trabajo no se limita ya a un lugar o un horario. No hay
escape, y no solo porque el trabajo se expande sin límites.
Estos procesos comenzaron a colarse en la libido de manera que
el estrangulamiento que provoca el exceso de las
telecomunicaciones no se experimenta necesariamente como algo
displacentero.
La privatización del estrés es un sistema de captura perfecto,
elegante por la brutalidad de su eficiencia. Las causas sociales
y políticas del estrés quedan de lado mientras que,
inversamente, el descontento se individualiza e interioriza. (5)
El foco en las deficiencias de serotonina como la supuesta
“causa” de la depresión deja en las sombras algunas de las
raíces sociales de la infelicidad, tales como el individualismo
competitivo y la desigualdad en la redistribución del ingreso.
Y si bien existe un enorme corpus de trabajos que muestran los
vínculos de la felicidad individual con la participación
política y el fortalecimiento de los lazos sociales, tanto como
con la justicia en la redistribución del ingreso, una respuesta
pública al estrés privado raramente se considera una primera
opción de abordaje.
Claro que es más fácil prescribirle una droga a un paciente que
efectuar un cambio rotundo en la organización social.
Las largas jornadas de trabajo mal pagas, sumado al pluriempleo
tienen autores variopintos: no solo los privados, el Estado es
el primer flexibilizador atentando contra sí mismo, así como las
Obras Sociales cometen -no todas- los mismos errores, sumándose
a políticas que se contraponen a su razón de ser.
Necesitamos con urgencia una nueva política de salud organizada
en torno del espacio público. En su ruptura con el capitalismo
extremo, los progresismos tradicionales, fueron a la caza de lo
público intentando desburocratizar y procurando una mayor
autonomía del trabajador, pero lo que encontraron fue
gerencialismo y paseos de compras.
La situación política actual, con el mercado y sus aliados
buscando obstinadamente la erradicación de todo vestigio social,
constituye una inversión infernal del sueño de liberar a los
trabajadores.
En un giro perverso y espectacular, los médicos se ven ahora
trabajando más tiempo y más duro, en condiciones deterioradas y
por un peor salario, para financiar en los hechos el rescate de
la elite financiera por parte del Estado, mientras los agentes
de dicha elite continúan tramando la destrucción de la red de
servicios públicos de la que dependen los trabajadores en
general y los médicos en particular.
Bibliografía:
(1) (5) - Capitalist Realism: ¿Is there no alternative? / Mark
Fisher / London / 2009 / Editorial Titivillus.
(2) - Bases de la Gestión en Salud basada en Resultados / Dr.
Santiago Spadafora / Universidad ISALUD.
(3) - Franco Berardi / Futurabilidad /2019 / Editorial Caja
Negra.
(4) - Eric Sadin / La era del individuo tirano /2024 / Editorial
Caja Negra.
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