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El encuentro entre un médico y un paciente es el primer y más
antiguo eslabón en la relación médico paciente, para resolver
situaciones agudas o crónicas, las que necesitan de un continuo
seguimiento.
La consulta contiene en sí dos componentes, el de la ética del
conocimiento que identifica al buen médico y la ética humana en
la que el enfermo es considerado una persona. Por tal razón es
erróneo pensar que sólo el aumento de los recursos sanitarios
produce mayor impacto en el estado de salud de una población.
A través de la consulta se puede organizar el proceso de
atención médica por medio de tres modelos que dependen de las
características e intereses tanto del médico como del paciente.
La centrada en el profesional como eje en el que pivotean las
decisiones en la que la relación médico paciente es débil. Es
una modalidad frecuente en la medida que se desarrollen los
medios de comunicación y el mercado tecnológico. No obstante,
esta modalidad paternalista puede ser una alternativa cuando se
advierten limitaciones socioculturales en el paciente.
La centrada en los recursos los que se convierten en los de-
terminantes de la práctica a través de las prescripciones
diagnósticas y terapéuticas. La consulta resulta en un
instrumento expansor del gasto lo que no implica mayor calidad,
adquiriendo cierto perfil de deterioro ético. No obstante,
existen pacientes que muestran mayor grado de satisfacción al
evaluar el conocimiento del médico en acuerdo a sus
expectativas.
La centrada en el paciente que considera su autonomía como
factor determinante en la toma de decisiones. Es la consulta de
las especialidades clínicas cuyo propósito es el de establecer
una relación colaborativa entre personas, familiares y
eventualmente profesionales, aspectos que deben considerarse al
momento de su valoración económica.
La evidencia señala que esta modalidad mejora los resultados
clínicos, contribuye a mejorar la salud por medio de cambios en
el estilo de vida, reduce el uso de recursos prescriptivos ya
que ellos han sido seleccionados por el médico luego del
interrogatorio y el examen semiológico.
En definitiva, mejora la calidad de la atención al contribuir a
la reducción de la variabilidad de la práctica médica. Asimismo,
reconoce cinco grandes dimensiones: 1 ) La perspectiva
psicosocial que considera la intervención de factores
biológicos, sociales y sicológicos; 2) La de interpretar la
experiencia que el enfermo tiene sobre su enfermedad; 3) Las
responsabilidades igualitarias del médico y del paciente; 4) La
alianza terapéutica; 5) La actitud del médico que no debe
restringir el comportamiento del paciente.
Cualquiera fuese el tipo de consulta sus principales objetivos
según el American Board Of Interna Medicare son: 1) Hacer que el
paciente se sienta cómodo de manera que pueda comunicarse con la
mayor libertad posible; 2) Superar las barreras debidas a la
comunicación sean auditivas, idiomáticas o culturales; 3)
Atenuar la ansiedad excesiva del paciente o síndrome orgánico
funcional; 4) Facilitar la comunicación por medio de preguntas
indirectas con respuestas abiertas, permitiendo a los pacientes
narrar su propia historia; 5) Obtener una Historia Clínica en un
contexto amplio que incluya las condiciones de vida del
paciente; 6) Evitar el lenguaje técnico; 7) Considerar
diferentes hipótesis con el propósito de solicitar información
adicional; 8) Evaluar el perfil y personalidad del paciente para
adecuar el estilo de la entrevista, toda vez que algunas
personas requieren información muy detallada como los obsesivos,
en tanto que otros pueden responder mejor a un enfoque
paternalista; 9) Evaluar los aspectos positivos y negativos de
la relación familiar; 10) Formular estrategias terapéuticas
incluyendo elementos tranquilizadores y confortarlo en acuerdo a
las acciones futuras.
En orden a ello los componentes de una consulta clínica están
alineados con objetivos de calidad: 1) Exploración de la
enfermedad y de la experiencia del enfermo; 2) Comprensión de la
persona como un todo; 3) Definición del problema y de las
prioridades; 4) Promoción de la prevención y del autocuidado; 5)
Exitosa relación médico paciente basada en una real comunicación
y no en un simple intercambio de información; 6) Entender que
los pacientes necesitan saber que el médico ha entendido su
problema.
En la gestión de la atención ambulatoria es importante
considerar los factores que obstaculizan y los que contribuyen a
una prestación de calidad: 1) El ámbito en que se desarrolla la
consulta, que debe ser confortable y garantizar la privacidad;
2) El tiempo que debe ser programado y suficiente; 3) El
lenguaje médico comprensible y amigable; 4) El cambio de médicos
afecta al seguimiento y eleva el número de prescripciones, aun
contando con historias clínicas adecuadas; 5) El uso desmedido
de tecnologías, cada vez más sofisticadas que van reemplazando
la exploración básica necesaria para tener una aproximación
diagnóstica; 6) La super especialización que si bien brinda
prestigio y reconocimiento económico, compromete la integridad
del examen clínico; 7) La influencia de la propaganda, el
periodismo y la comunicación social; 8) El organigrama vertical
de los hospitales organizados por especialidades y cargos en
internación , sin dotación para puestos en atención ambulatoria;
9) La medicalización del paciente intoxicado con información que
mal interpretar en acuerdo a sus conocimientos.
La calidad de la consulta ha tenido avances y retrocesos debido
a: 1) la capacidad clínica del profesional, lo que supone algún
tipo de selección, sin que ello obstaculice la libre elección y
el control de la libertada de cambio; 2) El grado de
fragmentación del sistema cuando prevalece una suerte de
jerarquía en función de los niveles de complejidad; 3) El valor
del honorario médico calculado en base a la hora médica.
La consulta tiene una eficacia práctica y simbólica basada en
una adecuada relación médico paciente en donde el tiempo es un
recurso necesario y un indicador de calidad. La duración de la
consulta es un tema polémico que indica aspectos sociales,
técnicos, organizacionales y personales, ninguno de por sí
definitorios, pero que deben tomarse en cuenta en la asignación
de tiempos según fuera la especialidad, ya que algunas incluyen
maniobras o procedimientos manuales o instrumentales.
El tiempo puede ser objetivo o subjetivo. El tiempo objetivo es
un indicador del proceso de atención: pacientes por hora, tiempo
de espera, cantidad de prescripciones diagnósticas por consulta,
entre otras. En cambio el tiempo subjetivo es el del paciente
que puede sentirlo largo en la espera y corto en la consulta.
La brevedad de la consulta en medicina general es motivo de
preocupación y de análisis. Una encuesta de la Asociación Médica
Británica encontró que el 92% de los 15.560 médicos de cabecera
estiman que una duración de diez minutos en atención primaria
resulta adecuada. En cambio, en otros países estimaron tiempos
distintos como en Francia que considera adecuados 17 minutos
para el médico general o 20 minutos en el caso de Suecia. Estas
diferencias se estiman vinculadas al nivel de competencia que
tienen asignados los profesionales en esos sistemas.
Asimismo, algunos estudios señalan ciertos aspectos de índole
técnica que aumentan la duración de la consulta : 1) Los médicos
de mayor edad, los de práctica general y los de salud mental; 2)
Las consultas de primera vez o ulteriores por problemas nuevos;
3) Los pacientes de edad avanzada o con problemas sensoriales ;
4) El grado de privatización en el que el pago por consulta es
lo habitual.
Otro elemento por considerar es la duración de la consulta es la
modalidad de retribución al profesional, toda vez, que éste
tiende a maximizar la unidad de pago. La retribución por
consulta presta mayor satisfacción tanto al profesional como al
a paciente, lo que facilita su seguimiento y aceptación del
tratamiento, si bien supone incentivos a la frecuencia y
expansión del gasto. En cambio, en el salario interesa el número
de horas y no la producción, en tanto que en la cápita se
procuran cupos sin selección adversa.
Un tema que trae controversias, cuando no conflictos, es
determinar el valor de la consulta. Hace años con el uso de
nomencladores valorizados se determinó su valor calculando lo
que debería ganar un médico por mes dividido por la cantidad de
consultas que podría realizar en 12 horas semanales.
Este cálculo regulatorio no resolvió el problema ya que la
distribución de los pacientes no es uniforme y dependen de
distintas variables vinculados a las características cuali y
cuantitativas de la oferta y la demanda del sistema de atención
médica, que llevó al aumento de su valor económico en un modelo
de contratación de prácticas nomencladas y valorizadas. Estos
listados eran objeto de cierta regulación a propósito de los
convenios entre obras sociales y gremios médicos y sanatoriales,
con el mecanismo de las paritarias, que incluían un valor
diferencial para los acuerdos con las organizaciones prepagas.
Con la desregulación de las obras sociales y la segmentación de
la población según su capacidad económica, el honorario de la
consulta está vinculado al plan de cobertura, desde los más
abiertos hasta los más regulados. En la práctica esta
intermediación hace que el médico necesite integrar el listado
de la oferta profesional de la organización financiadora del
plan y por otro cierta regulación del valor económico de la
consulta. En orden a ello, los profesionales que a través de su
empatía y preocupación por solucionar el problema que aflige al
beneficiario, que al reconocer su capacidad médica también
reconoce un honorario adicional.
En los centros de atención ambulatoria es la consulta la que le
presta su capacidad resolutiva en la medida que dispongan del
apoyo diagnóstico y la coordinación con especialidades de manera
oportuna y suficiente. En su defecto esa demanda se traslada a
las guardias hospitalarias, lo que señala el fracaso de la
organización de la atención ambulatoria.
Los esfuerzos para construir un “Sistema de Atención Médica”
entorno a dos niveles de atención, el primario con su médico de
cabecera y el especializado, no ha prosperado, con excepción de
algunos planes de proveedores de servicios médicos privados
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