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Opinión


LA SALUD...
¿Un derecho alienable?

Por el Licenciado
Víctor Norberto Cerasale

“si ustedes no cambian y no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se humille como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos”. Evangelio según San Mateo, 18:1-5. (novena parte)
 

Durante mediados de los noventa, importado bajo las premisas y conceptos del marketing americano y las aseguradoras de salud, bajó para el paciente la “calificación” de “cliente”, subyaciendo tras esta adjetivación la intención de transformar al acto médico en un “hecho comercial” donde el paciente “vende enfermedad” y el profesional médico, a cambio, “provee salud”. Muchos salieron al cruce de esta situación, entre ellos el recordado Dr. René Favaloro quien no dudó en señalar que “la medicina sin humanismo médico no merece ser ejercida”. Sin embargo, el objetivo estratégico estaba cumplido y el “cliente enfermo” se instaló e hizo carne... ya que como decían algunos por entonces y lo sostienen aún, la medicina es nada más que un acto económico, una transacción, una venta de servicio profesional calificado. Indudablemente, allí muere el sentido primordial de la profesión, allí sucumben las ciencias, allí perece la esencia de las cosas.
Valdría la pena, reflexionar cuánto nos ha costado adoptar esta receta. Sin duda alguna, el paciente como tal no es cliente de nada, sin embargo esa definición implantó en nuestro medio una segunda intención, la del “reclamo” permanente ya que el “cliente siempre tiene razón”, al tiempo que el médico se transformó en algo semejante a una “entidad objetable” bajo cualquier condición. Alguien me decía una vez, por entonces, que en Estados Unidos de Norteamérica los cirujanos tenían en una mano el bisturí y en la otra el Código Penal... De esta forma llegamos a asumir que el paciente puede agredir a un médico a su antojo y nadie hará nada a favor de este último. Cuidado que este fenómeno no es únicamente argentino, antes bien es mundial y se expresa según las culturas y las sociedades.
Detrás de lo antedicho comenzó a cuestionarse el contenido de las ciencias médicas, partiendo de la base que si quien la expresa lo es, por carácter transitivo el origen del conocimiento también lo será. Curiosamente, la ausencia de jurisprudencia apropiada y el oportunismo de la industria del juicio propiciaron que cualquier “acto médico” estuviera en condiciones de ser alegremente puesto en duda, objetado, enjuiciado, y expuesto públicamente como un acto delincuencial. La consecuencia simple y única ha sido que se rompió definitivamente la relación médico/paciente porque el primero se ve obligado a pensar hasta diez veces antes de decir algo que se le vuelva en contra, mientras que el segundo anota todas las opciones que podrán favorecerlo en un eventual juicio. Desde luego todo esto no es lineal y se mezcla una y otra vez en una especie de solución de venenos que aun no ingiriéndolos afectan a la mente de la sociedad en su conjunto.
Muchos renombrados abogados de nuestro medio hicieron fortunas aprovechando las debilidades de unos [médicos], y de otros [pacientes]. Ni qué hablar de lo que vino detrás, casi simultáneamente, el monumental negocio de los seguros. Nadie reparó que todo ello, junto con la desregulación del ejercicio profesional (en general) impuesta en los noventa, tenía como intención destruir la “ética” como fundamento último de toda acción profesional facilitando la implantación del “cualquier cosa es posible”, o el “todo es válido”. De esta triste forma la “ciencia” se transformó y fue invadida por el “oportunismo”.
Establecidas las bases para destruir los fundamentos de la SALUD PUBLICA se adoptaron decisiones complementarias orientadas a desmantelar la investigación propia de las ciencias médicas en nuestro país y allí la Argentina perdió (por una simple y casual falencia administrativa) un fondo de investigación internacional de suculento volumen que le había sido asignado por años...
La conclusión es simple: el médico y su paciente se convirtieron en variables de ajuste de un modelo perverso donde la salud no sólo no es un derecho sino que además de ser cuestionable no reviste el carácter social de PUBLICA. En dicha situación ambos actores perdieron su “dignidad” como personas. Lo expuesto aquí se expande hacia todo el equipo de salud de la misma forma que alcanza a todas las personas, cualquiera sea su condición. Ahora, los derechos sociales de cada quién están “alienados” y así como la gestión política de los 90 y luego la de la crisis de 2001 (con todos sus actores políticos) determinaron la pérdida cuasi-definitiva del derecho privado condicionándola por el: “según de quién se trata y cuánto tiene”, a lo que habría que agregarle “a quién le ha vendido el alma”, o “a qué bandería política pertenece”, etc.
Todas estas definiciones y recetas provienen del BANCO MUNDIAL entidad, que sin embargo tiene como VISION: “nuestro sueño es ver un mundo libre de pobreza”. Curioso cuando la misma crece geométricamente y donde dos tercios de la humanidad están excluidos de todo (ni qué hablar de la salud).
El centro mundial que “difunde” y sostiene las “ventajas” del modelo enseña la siguiente perspectiva, paradójica y atroz. Veamos una vez más los gastos sanitarios nacionales por rubro en el ámbito de los Estados Unidos de Norteamérica: Actualmente, Estados Unidos de Norteamérica cuenta con cerca de tres mil aseguradoras de salud que “cubren” a aproximadamente 152 millones de norteamericanos (±70,2%). No obstante el autoseguro habilita a los empleadores a “burlar” la reglamentación estatal del seguro a través de la Ley de Ingresos y Seguridad del Retiro de los Empleados [ERISA], al tiempo que 40% de dicho universo poblacional está cubierto por estos “autoseguros”.
El MEDICAID contiene un 8,8% de varones y un 11,6 de mujeres, pero es llamativo que entre los 18 a los 34 años la frecuencia de cobertura es reducida significativamente en relación con los niños y el grupo de la tercera edad. Incluso las coberturas de seguro privado proveen una póliza extendida desde los padres hasta los 18 o 22 años (según el Estado) siempre que sean estudiantes a tiempo completo.
En este contexto la reflexión sería: no es lo mismo ser carenciente en un país rico, que ser un marginado en un país pobre. Allá, tal como funciona el sistema, no hay alternativa. Aquí, mediados por el imperio de la confusión, quizás el paciente halle alguna. A lo dicho habría que agregar que en Estados Unidos el endeudamiento personal ha aumentado al tiempo que los impuestos a la riqueza y a las corporaciones han decrecido significativamente. En 2003, los indicadores han mostrado que la “SALUD SOCIAL” se ha reducido en un 20% al tiempo que los económicos medidos por el PBI crecieron un 174%.
Detrás de todo esto, el grado de satisfacción de los usuarios del modelo no es un buen indicador, y en el mundo tan contradictorio que transitamos por estas horas, los “clientes” devenidos en “pacientes” prefieren las coberturas sociales propias de los modelos públicos que contemplan la asistencia total y absoluta de los cuadros clínicos crónicos (aspecto no considerado por el modelo americano).

En este punto, vale detenerse y hacer referencia a situaciones preocupantes:

  1. En los últimos años ha disminuido la tasa de inmunizaciones (tanto en U.S.A. como en los países desarrollados).

  2. Se ha incrementado significativamente la diseminación mundial de las inmunodeficiencias.

  3. Se ha incrementado notablemente el embarazo adolescente, en especial en la etapa de 13 a 15 años de edad. Fenómeno exponenciado en los sectores sociales marginados, donde un “hijo” es el único sentido de “pertenencia”...

  4. Se observa un incremento dramático en el porcentual de accidentes así como de la violencia “familiar” y social cuya consecuencia directa son las lesiones incapacitantes o la muerte.

  5. Han aumentado los trastornos de la conducta elevando la tasa de suicidios.

  6. Se han incrementado epidemiológicamente las expresiones tumorales. El cáncer de pulmón aumenta entre las mujeres y declina en los varones. La tasa de supervivencia de las mujeres de raza negra e hispanoamericanas con cáncer de mama es 18% menor que entre las caucásicas.

  7. Aumentan las enfermedades transmitidas por alimentos alcanzando niveles epidemiológicos.

Podríamos seguir la lista pero no es parte de nuestro objetivo transmitir dramatismo sino llamar a la reflexión. Seria. Profunda. Consistente. Una vez más, si el país más importante del planeta no cuenta con un modelo de cobertura universal que ASEGURE LA SALUD PUBLICA de su gente, allá ellos... pero nosotros aquí, lejos, en un país empobrecido, ameritamos establecer de una vez por todas un sistema de SALUD PUBLICA con cobertura universal que no dependa del antojo sindical, tampoco de la calidad de la hotelería, sino que garantice “calidad de la atención médica para quien la necesite”, hoy, mañana y siempre. Prescindamos de las recetas del marketing, por favor... nada es más importante que las personas, único capital cierto de un país que se precie de tal. PERSONA = SOBERANIA...


 

Licenciado Víctor Norberto Cerasale. 2007-11. Fuentes: Pharmaceutical Research and Manufacturers of America (PhRMA); Food and Drug Administration (FDA); National Organization for Rare Disorders (NORD); National Cancer Institute (NCI); National Institute of Health (NIH); American Cancer Society; (U.S.A.); 2005, 2006, 2007; Organización Panamericana de la Salud, febrero de 2002. Copyright by Cerasale, 2007. Derechos reservados. Exclusiva para Revista Médicos, Medicina Global.

 

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